ERNESTO FUNDORA Y RUFO CABALLERO CONVERSAN

DE ALAMAR AL D.F. ERNESTO FUNDORA, CON EL DESCARO DE LA CORTE Y LA ELEGANCIA DEL SOLAR
Por: Rufo Caballero

El vínculo generacional se vuelve casi sanguíneo. Cierto que uno no puede desprenderse nunca, al menos no de un todo, de la gente con la cual creció y empezó a conocer el mundo. Los enemigos siguen siendo enemigos íntimos, huecos negros en el recuerdo, y los amigos siguen al lado de uno como el primer día, aunque de hecho estén muy lejos.
Ernesto Fundora y yo salimos al mundo cultural cubano en el segundo lustro de los años ochenta, un horizonte privilegiado para cualquier intelectual, porque aquellos eran días de intensa vida cultural y social. Cada semana había varias exposiciones “de vanguardia”, conferencias desestabilizadoras, debates encendidos. Mucho esnobismo, mucho teoricismo fatuo, ciertamente, pero también mucha enjundia, mucha confrontación de ideas, que redundaron en una de las décadas más caudalosas y aportadoras de la historia del arte cubano. De la cultura y la sociedad cubanas.

Me parece recordar que Ernesto y yo coincidimos en algún encuentro teórico del Museo Nacional, a propósito del videoarte. Todavía los dos hablábamos en serbio-croata; por lo tanto, no fue difícil la comunicación. Al menos el panel se entendía de maravillas, aunque el auditorio comprendiera poco. Eso estaba bastante en el espíritu de los ochenta, nadie lo negará. Pero también recuerdo que otro día coincidimos en el ICAIC, Ernesto hacía la posproducción de un video clip con Adalberto Álvarez, que decía algo así como “¿Qué te pasa, mami?, ¿Qué me estás haciendo? Tú me estás matando, y yo me estoy muriendo…”, un video donde todo el mundo movía la cintura todo el tiempo con una sabrosura desasosegante, y parece que yo expresé algún prurito tonto, porque recuerdo la vehemencia y la lucidez de Ernesto al tratar de convencerme de que Álvarez, en lo suyo, era sin duda un gran artista.

Veinte años después, este es el mismo Ernesto, inteligente a patear, encantador y diplomático (no hace el juego a la pose de cierta movida que tiene que ser ríspida y ácida para garantizar su cuota progre), invitador al debate de ideas sobre la base de que todo el mundo aprende en la contienda del pensamiento (ya oirán aquí que “el diálogo siempre es un puente”). Y divertido. Eso resulta fundamental. Una de las cosas que siempre me unió –y me une- a Ernesto es el intento por combinar, de forma lúdicra y placentera, el rigor del pensamiento y el gozo de la ficción, de la libertad de la especulación. Algunos llaman a eso novelería, violación del sentido recto del conocimiento, libertinaje de la metáfora; y puede que tengan razón, la verdad, pero al menos Ernesto y yo sentimos que el saber es otra cosa si tiene su mendó.

Hay que verlo bailando salsa; es un trompo, tiene la cadencia de un negrón de Centro Habana. De la cubanía profunda, esa que pasa por la salsa pero no se agota en ella, esa que piensa todos los días el fenómeno difícil de la insularidad o la tensión entre la razón emancipatoria y la lógica instrumental del mercado y la vida civil, Ernesto no ha perdido nada. Aunque su mente y sus días se han abierto a mucho mundo, sigue siendo un cubanito jacarandoso como el primer día. Eso le reporta su gracia y lo aparta decididamente de todas las poses.

Volvimos a encontrarnos en el cine-teatro Trianón, el último diciembre, a la salida de la pieza “Tatuaje”, que dirigió Enrique Álvarez, otro caro amigo de mi generación. Desde entonces, hemos reanudado un diálogo que no cesa, y del cual estas páginas son apenas una muestra. Del mismo modo que todo escritor escribe siempre y obstinadamente el mismo libro, todo hombre tiene, con su sola vida, un mismo tono: Ernesto sigue teniendo ese extraño refinamiento del espíritu que lo hace un buen hombre antes que el gran intelectual y artista que indudablemente es. Uno de nuestros principales directores de video clip, teórico impenitente del audiovisual, poeta, ensayista filoso, Ernesto Fundora es una de las mentes más capaces y orgánicas de todas las que ha abrazado la cultura cubana en las últimas décadas.

Desde la clase del solar y la sandunga de la corte, podrán encontrar en estas páginas lo mismo una brillante y polémica teoría intercultural sobre el reguetón (según Ernesto, menos sabroso y más obeso que la timba cubana, pero en cualquier caso legítimo), o una actualizada mirada al “vidrio” contrariante, o una defensa razonablemente argumentada sobre el carácter revolucionario del video clip como género, que punzantes, sagaces y siempre sentidas advertencias sobre los días de su país y su cultura madre (que otras tiene muchas, integradas en sorprendente armonía del pensamiento).
Comparto estas páginas con el orgullo de quien presenta, otra vez, a un amigo virtuoso, consecuente, honesto. Polémico por lo mismo de que piensa siempre con cabeza propia y asume los riesgos, pero sin altanería; con la virtud de convertir el más complejo problema intelectual en un bembé juicioso, en un toque de tambores batá a las seis de la tarde, y en un llamado a vivir la vida sin tanto miramiento.

R.C: Hace unos meses escribí un comentario, titulado “Dinero”, a partir de la confrontación de unos ídolos ya no de barro sino de plastilina, en algún teatro habanero. En la respuesta del director del teatro encontré una idea interesante, que se refería en lo fundamental a esto: Ya hoy las estrellas no se hacen en la confrontación de los espacios “reales” (teatros, coliseos, auditorios), sino que son fabricadas por los medios. Se da entonces el proceso inverso: las instituciones acogen aquello que los medios han legitimado o ensalzado. ¿Cómo valoras tú la resonancia cultural de los medios, hoy día, para la música? Los medios, además de producir guerras, además de sumirnos en una hiperrealidad a lo “Truman Show”, determinan la música que escuchamos? ¿Qué saldo trae este proceso para el aprendizaje cultural, en la actualidad?

E.F: Objetivamente, te diré que el mundo de hoy es más diverso, ecléctico y abierto que cualquier era anterior. Existe un espacio para todos. Cada quien se identifica con el estándar cultural de su estatura y existen productos culturales para todos los gustos. Yo sigo escuchando música maravillosa y casi nunca enciendo la televisión. Prefiero poner mis DVDs en casa o ir al cine y al teatro. Soy exigente con lo que veo y consumo, porque siempre la obra te irradia y te contagia, te vicia el espíritu con su resonancia.

En términos generales, la televisión se ha convertido en el basurero de la civilización actual, en la vidriera de los supermercados o en el altar de la gente sin educación ni cultura. Es un instrumento de dominación y de sometimiento que condiciona nuestros actos, gustos y preferencias. Convierte al sujeto en un ente miserable y estúpido, un zombi que deambula por el mundo sin libertad de elección, automatizado a partir de patrones fijos y regulares que lo convocan al consumo. Ya podemos hablar de gente mediatizada, de generaciones que sólo accedieron al mundo de la cultura artística a través de la televisión; públicos que conformaron sus patrones de gustos por las recetas televisivas y que nunca asisten a un museo, una galería, una biblioteca o a un teatro, y que pasan de la adolescencia sin haberse leído un libro. Se trata además de generaciones degeneradas por la inmediatez mediática, aquellos que se remiten a los buscadores Google o Wikipedia con pereza intelectual y que no quieren recordar ni la fecha de su nacimiento. No sólo cambiaron los medios de comunicación, sino que cambió la comunicación en si misma. Los nuevos instrumentos de escritura, aprendizaje y de recepción, como las computadoras personales, los blackberry, el Ipood y el Iphone han redimensionado la relación del sujeto con la memoria. Ya nadie quiere ni necesita recordar datos, pues se accede con inmediatez y eficacia a los bancos de información a través de estos aparatos cada vez más personalizados y maravillosos. En ello, la civilización paga un saldo favorable y otro destructor. Por un lado, ya la gente no recuerda y vivimos en una amnesia colectiva, con una vocación de hiperfuturidad, donde poco queremos saber del ayer, y no se aprovecha la recurrencia causal con que se comportan La Historia y nuestro desarrollo. La televisión y el reproductor de video fueron de alguna manera la antesala de ese fenómeno.

La historia se agacha para saltar, es una paráfrasis a Lenin, tomada de sus Cuadernos filosóficos, cuando escribiera: “retroceder para saltar mejor”. Quiero decir que tenemos que ser flexibles a la hora de enjuiciar estos acontecimientos, porque aunque implican cierto retroceso aparente en la tradición cultural, luego expanden las fronteras del conocimiento y generan una nueva perspectiva en la distribución y promoción del saber y de la información en la sociedad. La tecnología le está propiciando al hombre una perenne renovación sensorial, intelectiva y motora. Vivimos al centro de una simultaneidad de flujos y de emisiones, y eso, inevitablemente, nos va a propulsar incluso hasta en lo biológico. Eso sí: somos dialécticos, y aceptamos con humor que el mundo, el hombre y hasta Dios, se están haciendo. La evolución no ha terminado. Que no cunda el pánico.

La televisión ha dado saltos por décadas. Justo con la expansión de la computación y la cybernáutica es que la TV ha empezado su caída estrepitosa. Y como tiene que competir con un banco de datos satelital y por fibra óptica -una matriz infinita al estilo de aquel topus Urano platónico- se siente exhausta de contenidos y de programación con que emular. No le queda otra opción que volverse prosaica y apelar a los reality show, ser indiscreta, obscena , procaz, impertinente, agresiva, hiperlúdica. ¿Cual es su desventaja suprema? El arcaico modelo legal y moral que la rige, el cual es heredero de una etapa modernista marcada por el mundo post-industrial, bipolar, la guerra fría, la secularidad de la iglesia y su vínculo con el estado, mientras que la Internet y las computadoras personales han desbordado la legalidad y la ética de la sociedad, y han creado un sujeto más libre y tolerante, hasta libertino, invirtiéndose el embudo hacia la infinitud. Ha desfocalizado y desmarcado al individuo de las restricciones penales y morales. Fíjate que, por fortuna, ningún gobierno ha podido crear jurisdicción sobre el ciberespacio.

En fin, retomando tu idea de la hiperrealidad creada por la TV, esa fue la antesala de la virtualidad como espacio posible, multidimensional, para la vida del hombre en la era de acuario. Algunos teóricos hablan de esas progresiones como encebollados; yo prefiero verlos como escalonamientos, ya que ocultan pero revelan a la vez, y propician una ascensión en todos los órdenes de existencia. Lo que no quiere decir que estos progresos nos hagan una especie más feliz ni armónica. Ahí reside la paradoja. Por eso hay que estar despierto ante la televisión, aunque muchos la utilizan ya como somnífero o paliativo ante la soledad cruel que generan las grandes ciudades. Yo he decidido estar alerta y me evito sus erosiones, como también tengo profilaxis con la computadora. Ambas van desgastando la comunicación interpersonal entre la gente. Puedo hacer un pronóstico: me arriesgo a decir que surgirá una neolengua mediatizada por las máquinas, donde sólo los ilustres anticuarios recordarán los encantos de la oratoria y del uso elocuente y convencional de la palabra. Anoche pasé frente a una discoteca en México DF y me costó trabajo leer su nombre. En un cartel de neón diseñado con tipografías Cyber, apenas pude deletrear: KTDRAL. Me costó trabajo remitirme a los templos religiosos del catolicismo. La humanidad no siente arrepentimiento de su aceleración ni de su locura. Preparen sus motores y las vacunas. Son tiempos complejos.

Incluso la mayoría de los músicos, especialistas y diletantes que defienden o entienden la valía del reguetón, suelen comenzar su discurso más o menos de esta forma: “A pesar de la pobreza musical del reggaetón,…”. Tú has sido uno de los pocos especialistas a los que les he escuchado un discurso interesante sobre la competencia musical del reguetón. ¿Pudieras abundar en esas consideraciones?

Tengo mi especulación sobre ese tema. Y que conste que me la conformé para entender esta música como expresión de cultura de gueto, de resistencia, marginal: narcomenudeo, dealer, gangas, pandillas y mujeres que sobreviven gracias a los encantos de su cuerpo. Música que entra al mercado en el justo momento en que se esta produciendo un reacomodo de los roles públicos del héroe, la celebridad y los lideres urbanos.

Si partimos de esta idea reciente de que el mercado es quien legitimiza el valor de las cosas, empezaríamos diciendo que el reggaetón es lo máximo: nunca se había logrado tanto ruido con tan poco. Dos son los caminos para este análisis, el musical y el sociológico . En cuanto al primero tengo mis reservas por tratarse de un género que no ha generado ninguna forma de virtuosismo. Con respecto al enfoque sociológico hay mucha tela por donde cortar ya que este sea quizás una de los primeras expresiones musicales nacida de la cultura mediática.

El reggaetón es un género resultado de muchas fusiones. Sus bases principales son el reggae panameño, cantado en español, con algo de plena, candombe y soca, más el reggae jamaiquino y el hit hop -rap norteamericano. Se trata de un género netamente urbano, de raíz afro, como demuestra su pujanza rítmica, pero con una tímbrica y un sonido sofisticado totalmente nacidos de la música tecno de Europa, en la que se inspiraron los negros de las ciudades norteamericanas del west y del East para crear el rap y el hit hop. O sea, que el uso de los loops, los samplers y las secuencias sustituyen la ejecución y el color de los instrumentos de percusión acústicos y llevan la base de su ritmo.

Después viene un factor comercial que tiene que ver con Puerto Rico. Esta es una isla que ya trae la experiencia de robarse el son cubano, ponerle otra forma de campaneo, algunos colores, cambiarle algunos aspectos externos, y vendérselo al mundo como un género nuevo: la salsa. Ese mismo proceso que los newyorikan hicieron con nuestra música, lo están haciendo ahora con Panamá y Jamaica, pero sumándole un nuevo componente: la experiencia de vida en el Este norteamericano, que es la región donde los boricuas controlan el mercado hispano: New York, Harlem, Nueva Jersey, Queen, Brooklyn, Boston, Philadelphia, La florida, algo de Washington y Puerto Rico.

Por otra parte, los hombres boricuas han sido usados por el Army de EUA como la carne de cañón que engrosa las primeras filas en sus ejércitos de ocupación; esto sucede desde Camboya, Vietnam, hasta ahora en Afganistán e Irak. Esa es una de las razones por la que en Puerto Rico hay un promedio de 13 mujeres por cada hombre y la población masculina ha decrecido entre el éxodo y los muertos en guerra. Este fenómeno aportó su componente al reagueton. Si te fijas bien, desde que la pandilla Bush empezó su ferocidad sobre el Medio Oriente, por controlar económica y militarmente esa región, se ha manifestado una resonancia cultural del mundo árabe en la cultura gringa.(No olvidemos que en los pelotones del army se considera importante la presencia de los DJs, como una pieza indispensable para el entretenimiento de los soldados – aspecto que forma parte de la concepción de la guerra como espectáculo).

Sutilmente oculto, tanto en el hit hop como en el reggaeton, se puede distinguir esa presencia de lo mántrico, ese fluir soterrado de una idea melódica que, como recurrencia o adorno, le aporta una capa seductora a una música que apenas tiene discurso melódico, porque los reggaetoneros lo que hacen es rapear con otra métrica y otra entonación, más endémica del bilingüismo a que los ha expuesto la experiencia exiliar. Tanto los negros y los boricuas que conformaron primeras filas en dichas guerras trajeron una influencia sensible de los melismas árabes, de su curva melódica y lo incorporaron sutilmente en un segundo plano melódico y armónico, por medio de eso que se llama en la producción musical Pats de teclado, y que se genera con cerebros de timbres, secuencias automatizadas y samplers. Yo diría que ese es el discurso sensual del reggaeton, el cual ha menudo es ejecutado también por las voces femeninas del coro. Mientras el cantante está ladrando o mascullando sus ideas rústicas y hasta desafinadas, un mantra rítmico afro (cha cún, cha cún) simétrico y estable, programado electrónicamente simulando la caja y el bombo, hasta con sonido de tablas hindúes, nos mete de lleno en un trance danzario, provocándose una resonancia o retumbe en el plexo solar o caja toráxica del escuchador-bailador. Simultáneamente, hay esa otra capa sensualizadora que te va endulzando el oído con un componente morisco y que son motivos reiterativos que van coloreando el arreglo del tema, y que nos permiten soportar y metabolizar el bombardeo de bazofia que emite casi grotescamente el cantante con algo de picardía callejera. Ya que no se puede ocultar que la misma procedencia humilde y hasta marginal de estos nuevos líderes culturales les hace ver el mundo desde una perspectiva pobre, a imagen y semejanza de sus entornos de orígenes: el barrio. Siendo esta la razón por la cual la textualidad de estos artistas es tan grosera y elemental, con baja elaboración poética y de una preocupación básica, instintiva -de primate urbano- por el valor de lo físico, el falso estatus social, la sexualidad, el crimen, la violencia, la relación con la riqueza y una visión machista de la mujer como materia de deseo, exenta de inteligencia y de realeza, etc. etc. Salvando, claro está, que siempre hay zonas e individualidades, como Don Omar, Calle 13 o Tego Calderón, que aportan al género un componente de reforma social y de preocupación por y hacia los grupos más desposeídos, sirviéndoles de brújula y orientación en sus problemas cotidianos. Unos con enunciados mas didácticos (Don Omar y Tego) otro con el uso de una poética del disparate irónico- paródico (Calle 13), y otros con el simplismo sexista e idiotizante de Winsil and Yandel y Daddy Yankee. Más o menos por esas tres zonas temáticas se mueve este género.

En cuanto al discurso danzario del reggaeton, también es un género mercenario, que le ha robado, por ejemplo, “el tembleque” a La timba cubana, así como se vale de otras dinámicas expresivas propias del reggae jamaiquino y del hit hop americano y ha elaborado en el imaginario colectivo la ficción de que trae la aportación de un nuevo baile. Yo lo veo como un producto de la cultura retake o remix, tan de moda en estos tiempos, dispuesto a tomar cuanto le hace falta de lo ajeno, creando una nueva lógica en el sentido de la propiedad autoral. Ahora, hay que reconocerle que se trata de un género bailable razón por la cual le doy la bienvenida. De un tiempo a esta parte ya casi no se baila, la gente va a las discotecas a beber, hablar y fumar. Se baila menos que antes, por eso celebro que el reggaeton aporte esa euforia del cuerpo y un poco de alegría a las nuevas generaciones en una época, además, saturada de catastrofismos. Ya de por sí está experimentando un declive comercial. En lo personal, como bailador, yo no paso de dos temas, me abruma el tercero. Sin poder evitar las comparaciones, lo considero musicalmente un género inferior a la timba; como que le falta sabrosura y le sobra obesidad.

RC: A propósito de un género (el video clip) que comenzó en la oposición cultural y ya hoy es “centro” en los rieles del mercado, ¿es posible hoy ser contestatario o alternativo por mucho tiempo? ¿Cómo desafiar la constante política de absorción del mercado y de la corriente principal? ¿O aprendiste, en el camino, que romper las normas puede ser más fácil que llegar a dominarlas?

EF: Me haces tres preguntas. Trataré de redondearlas en una respuesta. Todo discurso es una contestación, rara vez hablamos o enunciamos al aire. Siempre hay un blanco para mi disparo. Respondón, rebelde, antagónico pero también amable, complaciente, cínico, seductor o hierático, juego con el espectador, pero al borde de una seriedad inepta. Juego a la dialéctica de lo usual y lo inusual; como bien sabes, el mensaje es una mezcla alquímica, equilibrada y proporcionada, entre la novedad y la obviedad. Busco el lugar común que reclama la axiología del mercado -el marcado, diría yo- y me escurro, desobediente, por el filón que propone la axiología tradicional del arte, aquel que progresivamente va perdiendo la pureza que mantuvo hasta la posmodernidad. Hoy toda axiología es bienvenida, hacemos un sancocho, los letrados hablan del cóctel. Se trata de una herencia del collage como modelo de pensamiento. Inclusivismo y relajo. La cuestión está en reconocer que tras Cristina Aguilera se esconde Sara Vaughan, que tras un Pedro Juan Gutiérrez también habita un Joyce, que Romanek le hace sutiles homenajes a Tarkovski. La cultura es promiscua. Se desdibujan los bordes entre lo alto y lo bajo. Como decía aquel proverbio latino: “la cama es la ópera de los pobres”. O como dijera alguien: “sexo y plusvalía rigen el mundo”. Entonces hay que mezclar el apetito del Eros con la sofisticación del intelecto, provocar la catarsis del espectador apelando al hambre de la bragueta, entretener y a la vez estimular la necesidad de trascendencia; buscar un mix entre lo prosaico pagano de la compra-venta y la sed poética de elevación espiritual que reclama nuestra especie; crear avidez y lujuria electrónica, sazonada con cierta densidad gnoseológica. Al final, todo buen discurso debe propiciar bienestar y conocimiento o, en su defecto, provocar para mover el tapete.

El mercado ha colmado de bolsillos al hombre y necesitamos sustancias y contenidos con que llenarlos. Mi trabajo, si te fijas bien, busca, experimenta y se regodea en las coordenadas de lo exótico y lo reflexivo, lo sensual y lo filosófico, tiene el descaro de la corte y la elegancia del solar, transita la academia pero no da la espalda al saber empírico de la calle. Al final, lo que cuenta es el simphatos, el alud de sensaciones (aesthesis) que logras provocar en el que mira, el carnaval de lubricaciones que promueves en sus sentidos, las ideas que se articulan en su mente.

R. C.: Alguna vez te escuché que el video clip había sido y es, probablemente, el género cultural más revolucionario de los últimos cincuenta años. ¿Por qué?

El video clip ha significado un parte-aguas en la historia de la imagen en movimiento, con renovadoras consecuencias a nivel sociológico, semiológico, estético, y mercadotécnico. Esto que referimos es un territorio vasto, el cual trataré de sintetizar para el formato de tu entrevista, pero que exige de un espacio mayor. Sobre el tema tengo desarrollado un libro que aparecerá próximamente, bajo el titulo: “La fiesta del fragmento”.

Aunque este género tiene antecedentes en la propia historia del cine, la TV y las artes plásticas, hay que reconocerle un origen televisivo. Fue en el año 1980 que surge como institución cultural, a la par del canal MTV, entonces una filial de Warner. La mayor virtud que ha ostentado reside en ser voluble para asimilar, plegarse, recurrir y tomar cuanta forma expresiva le sirva de arsenal creativo: cine, TV, pintura, escultura, performance, danza, publicidad, teatro, literatura, cómics, diseño grafico, video art (neofluxus), moda-fashion, fotografía, arquitectura, etc.

Intentaré sintetizar sus mayores aportaciones. Primero, el music video ha sido el responsable de que la humanidad adquiera una mayor rapidez y velocidad a la hora de procesar y consumir volúmenes de información visual. El clip ha entrenado al ojo en la captación de sutilezas perceptuales que antes pasaban desapercibidas; esto ha provocado una agilidad y una síntesis extrema. Ha desarrollado la concisión en los mensajes. Por tratarse de un género poético, ha establecido nuevas normas en la decodificación simbólica, y ha creado otra manera sintagmática de narración, tiene una nueva gramática, otra forma más caótica de hipertextualidad, combinando la no linealidad con la simultaneidad de discursos. En eso es fiel representante de las paralogias y de las heterologias, y fue antecesor de la computadora. Maneja una alta emocionalidad y sugestión, a partir de lo sorpresivo y novedoso de su impacto estético. Procura refinamiento visual e incuba un alto simbolismo y una gran expresividad formal.

También extendió el tema de explotar y explorar el fragmento hasta el paroxismo, reivindicando una visión atomista del tiempo y del espacio cinemático y televisivo, promoviendo nuevos modelos de estructuras narrativas abiertas. Desató o liberó el mundo del inconsciente colectivo, dimensionando el sueño hasta una esfera creativa. Incentiva la imaginación del espectador, es lúdico y juguetón. Al igual que la poesía, tiene la capacidad de manejar el lenguaje figurado, alusivo, e incluso puede hablar de sí mismo (de su lógica interior y lenguaje), mientras habla de otras cosas. Tiene una preocupación por lo formal que casi la exalta a rango de semántica. Uno de sus contenidos básicos es el alarde de formas expresivas y de recursos, por su misión de aportarle un componente visual a una base sonora. Además, cambió el canon de lo inverosímil y lo onírico. Aportó una noción otra de la continuidad, la hibridación y del raccord en el montaje, y exaltó la noción estrecha de realidad desencadenando euforias pasivas. Sustituyó el papel social del héroe de la literatura y el cine por un nuevo personaje público: la celebridad o estrella pop-rock. Ha ido esculpiendo a un sujeto andrógino, que definitivamente será más libre y autosuficiente que el heterosexual canonizado por la tradición judea, cristiana e islámica, ya que gracias a su ambigüedad prescinde del otro complementario, de sexo opuesto. Promueve la idea de una publicidad más democrática, pues te ofrece probar el producto (la música) mientras disfrutas de su promoción, a diferencia de la publicidad tradicional, donde no conoces el producto hasta que acometes la compra.

Por otra parte, el video clip ha distendido y refrescado la concepción fotográfica, de iluminación, el montaje y la puesta en escena, desarrollando una “dramaturgia del distanciamiento” que salva al televidente de la identificación hipnótica con la anécdota. Ha incorporado, con resultados elocuentes, el universo de la animación 3D, con toda su nueva tecnología. Ha influenciado en el ritmo, en el tono y en la gramática a los noticieros, las series, el largo y el cortometraje, el documental, los espacios deportivos, y le ha quitado solemnidad a la televisión, con una gama amena y sugestiva de “atractores” sensoriales. etc.

RC: Una vieja y rancia discusión, como esa referida al presunto contrapunto entre compromiso publicitario y artisticidad en el video clip, sigue siendo en Cuba un rubro en la agenda de muchos creadores y críticos. Tal vez porque resulta todavía reciente la entrada de una incipiente industria del disco a Cuba. Por mi parte, he insistido en que, de siempre, la historia del arte ha debido vérselas con el encargo, lo que no ha implicado mitigar el repertorio artístico; creo que en las artes técnicas o de la reproducción cuanto hay que hacer, lejos del divorcio, es maridar cada vez más lo uno y lo otro: mientras mejor manejes el repertorio estético, mejor responderás al compromiso publicitario. La propia publicidad no es ajena al arte; sólo que a otro tipo de arte. ¿Cómo ves tú el fenómeno en términos teóricos?

EF: Tus preguntas son casi ensayos teóricos; en ellas está implícita y hasta desarrollada la respuesta. Yo coincido contigo, y me inclino por establecer un maridaje entre arte y mercado, aunque no todos los clientes lo aceptan, apenas los más refinados, que son unos pocos. El dilema radica en definir previamente para quién uno está trabajando y con cuáles propósitos. No olvidemos que el video clip se hace por encargo, y que tiene por meta suprema vender y promocionar al músico y a su producto, el disco. Si me das a escoger, prefiero hacer el video clip de arte o de autor, pero, para serte franco, los que me han dado de comer y me han posicionado en la industria, son los de marketing. Es una idea maldita y hasta irreversible, pero las cosas adquieren valor según se venden. Esplendor de la plusvalía como medida de valor. Estoy pensando en releer a Marx para ver si le encuentro algún análisis antropológico sobre esa obsesión humana por la ganancia como metáfora del prestigio. En ese sentido, el mercado nos está descuartizando. Por suerte, en mi trabajo, ya se puede llegar a ese punto medio que llaman “artisticidad de mercado”. Algo, por demás, terrible que se conecta con los criterios de la “Industria cultural”, que a decir del filosofo Theodor W. Adorno, es una maquinaria concebida para limar las salientes filosas del arte hasta volverlo un mero artículo de consumo.

R. C: Me ha parecido escucharte que continúa, según tu criterio, el folclorismo en el video clip cubano. Siempre he tenido una preocupación: Palo porque bogas, y palo porque no bogas. Si pones los solares, los negritos en la calle, La Habana ronca, eres un folclorista. Pero si maquillas sobremanera lo real, y haces videos clip en las mansiones de Miramar, “traicionas” tu realidad y te alienas. ¿En arte, cabe esperar un punto medio? ¿Hay una sola Habana? ¿Todas Las Habanas, o las Cubas, imaginadas, no son legítimas?

EF: Aquí cabe aquella tesis lezamiana de “la posibilidad infinita”. La imagen engendra la posibilidad, y la realidad anula a la posibilidad, algo así esbozaba Lezama Lima. Cuba puede y debe ser poetizada en todas las dimensiones posibles. Todas esas caras conforman el rostro del país. Lo que sucedió fue que, con los años, se hizo hincapié para que el pueblo sólo se identificara con algunas de ellas, y excluyera o se desencantara con otras. Ese fue uno de los talones de Aquiles de la revolución: no supo incorporar a la burguesía que había apoyado el proceso revolucionario y se radicalizó en pro de las masas. Y cito al filósofo Gustavo Pita: “Incluso admitiendo que la burguesía era en principio imposible de incorporar, lo que es imperdonable en todo caso es que se haya identificado la revolución social con la destrucción o desacreditación de los valores culturales creados por la clase derrotada. Aun asumiendo la lógica purista del poder, resulta un contrasentido”.

R. C: Ese es un proceso para nada exclusivo de la revolución cubana; atañe a la lógica de las revoluciones en cualquier circunstancia. Lo nuevo que necesita erguirse por sobre lo que considera viejo tiene a menudo un precio muy alto. Lo sabemos. Alejo Carpentier lo abordó admirablemente en El Siglo de las Luces, cuando entre todos los símbolos de la revolución, señaló con justeza el peligro de la guillotina.

E. F: Mira, eso es muy polémico, pero lo principal está en lo siguiente: Ojalá y la historia futura saque provecho de esa experiencia y aprendamos a sentir regocijo tanto del solar habanero como de la mansión en Miramar. Te lo digo yo, que crecí en Alamar, mitificando y descalificando ambos escenarios.

Pero a lo que yo me refería en aquella entrevista que tú me hiciste en TV para el programa Lucas, fue al factor populista y chabacano predominante en las imágenes de los videos clip cubanos y de otras visiones fílmicas o audiovisuales de la Cuba de hoy. Moreno Fraginals acotó y observó en los inicios del “periodo especial”, el peligro de “la haitianización de Cuba”. Ese término redondea casi todo lo que ha sucedido en los últimos años. En aquella época, pocos le hicieron caso, pero su tino previsorio es indiscutible. Incluso, algunos le buscaron a su idea falsos matices racistas en contra de la negritud, confabulando una injusticia imperdonable con uno de nuestros historiadores más agudos y que con mejor exquisitez ha sabido legitimar y reflexionar sobre el componente negro de nuestra cultura. Fue, el caso de Moreno, un ejemplo tácito de cómo se puede llegar a descreer de las Inteligencias, marginarlas y crearles un estigma, sencillamente por ser divergentes. Al final, si esas lumbreras hubieran sido tenidas en cuenta, nos habríamos evitado algunos problemas.

Con el desmantelamiento del campo socialista -a mí no me gusta la palabra caída- surgieron nuevos retos para la sociedad cubana. La falta de apoyo económico generó una crisis en todos los órdenes, y progresivamente el país se fue quedando en el desamparo. Esto generó indigencia, y empezamos a atrasarnos con respecto al mundo; a esa haitianización se refería Moreno, haciendo la parábola con la primera gran revolución de América de finales del XVIII.

A raíz de estos cambios, la “estética práctica” (frase de Arturo Cuenca) manifestó una exhuberancia como camino resolutivo del pueblo ante las carencias. Qué quiero decir, que la gente empezó a “inventarla”, verbo que en buen cubano significa hacer magia para sobrevivir, y con ello sacó la chancleta para la calle. Y eso no es sólo una metáfora. En lo referente a la vida musical del país, pasamos de la densidad poética y sublime de la Nueva Trova al boom de la desfachatocracia timbera. Y lo vulgar le ganó a lo intelectual, lo popular le ganó a la alta cultura, y por ende se perdió un equilibrio indispensable. Se extinguió la poca aristocracia de espíritu que le quedaba al cubano. Solo un reducido grupo de la elite cultural del país se pudo proteger del tsunami vernáculo y costumbrista.

La propia emergencia económica hizo que se rediseñaran nuevos derroteros en la educación, tanto escolar como mediática. Las escuelas sufrieron carestía de recurso y de actualización. Conclusión, crecieron dos o tres generaciones que sólo pudieron vivir las vacas flacas de un proceso de esplendor cultural que había vivido la nación entre los años 70s y los 80s. A esto sumémosle que la axiología dominante se inclinaba por el populismo, por considerarlo un bastión de lucha contra el aburguesamiento de algunos sectores y como defensa de las conquistas sociales a favor de las mayorías. Ya este enfrentamiento lo había sufrido la ciudad letrada, quien en los 60s se dividió en dos bandos: coloquiales-directos- militantes frente a herméticos-rebuscados-metafísicos (Orígenes).

Conclusión, se deterioró aún más “el canon cívico de la decencia”(es una idea que cito de Rafael Rojas cuando analiza el quiebre de la convivencia plural en la ciudad letrada cubana republicana en su libro “Tumbas sin sosiego”). Las buenas costumbres y el cubano de a pie perdieron el refinamiento básico y los estándares de elegancia. La gente empezó a hablar abusando de las malas palabras y descuartizando el idioma, a ser más chusma y de peores modales. Hubo un estallido de las prácticas religiosas alternativas y la gente con nivel escolar se refugió en el universo mágico porque el conocimiento no le servía de mucho. Hubo un auge de la prostitución urbana juvenil (jineteras) que reorientó el turismo hacia el atractivo sexual, se paralizaron la mayoría de las fábricas, apenas había suministro eléctrico y de combustible, la alimentación se puso difícil al punto de que se extinguieron los gatos callejeros, se suspendió el carnaval: una de las válvulas de escape equilibradora de las tensiones sociales y, como conclusión de tanto desajuste, se produjo un éxodo masivo de una población bien formada en universidades nacionales y del Este europeo: profesionales, científicos, técnicos y artistas, hacia países donde podían obtener mejores remuneraciones por su trabajo. Todo aquello -y más- terminó por inclinar la balanza hacia la indigencia. En fin, se reacomodó la sociedad de manera tal que uno podía percibir el churre en el cuello de la camisa del locutor del noticiero más estelar del canal 6.

Te estoy haciendo el panegírico de una devaluación cultural (entendida la cultura como todos los modos de actividad humana y no sólo las letras y las artes) anunciada por Moreno Fraginals, para que concluyamos que era inevitable que la imagen y el sonido que acompañaría a la música cubana estaban llamados a contagiarse de este viraje o degeneración social. Si tú quieres, revisa los montunos y estribillos de todos los temas bailables cubanos de los últimos 20 años y verás que más de un 70 % aluden en su textualidad a asuntos baladíes, pobres, vulgares, insustanciales, naïf, prosaicos y provincianos. Además resultaba paradójico, porque el componente musical seguía siendo extraordinario y de primer nivel, pero fallaban las letras, las cuales se tornaron dicharacheras y facilistas. ¿Qué estoy tratando de probarte? Lo imposible de enjuiciar al video clip cubano por folclorista, populista, vernáculo y chabacano, ya que el resto de la sociedad se fue orientando hacia esa misma dirección. Y el video clip sólo pudo hacerse eco y reflejo de esas modas, se contagió del “realismo sucio”. Además, ese es un fenómeno no exclusivo de Cuba, también fue una tendencia general del mundo. Hay decadencia por todas partes y ausencia de modelos y guías elevadas a seguir. Una mala distribución de la riqueza ha generado una efervescencia de la pobreza, un despertar de los modelos de izquierda que pugnan siempre con la sofisticación de la cada vez más egoísta alta sociedad.

Igual quiero reconocer que el video clip cubano de ahora ha logrado resultados que superan las condiciones rudimentarias de producción. Los realizadores han confrontado la carencia de tecnología con ingeniosidad y carisma. He visto aquí posproducciones que en otros lugares costarían una fortuna. Pero es indiscutible que nos hemos identificado demasiado con las paredes descascaradas y con la orfandad de los barrios. Deberían tratar de mostrar esa Cuba anhelada, soñada e idílica; empezar a proyectar el futuro, virtualizar dignificadamente la imagen de lo cubano.

R. C: ¿Eso no sería maquillar, edulcorar, falsear en otro sentido?

E. F: Es triste viajar por el mundo y ver que en el extranjero se ha conformado una imagen indigente y pueblerina de los lugares cubanos tanto en salsotecas, bares y restaurante. Cuando mejor nos va es gracias a lo residual de Tropicana o de El floridita. Es lamentable que después de Celia Cruz la cubana más famosa sea Niurka Marcos. Este ejemplo explica el degenere.

R. C: Cuando tienes que visualizar para hacer un video clip de baladitas rosas, todas parecidas a todas, ¿no te da nostalgia de aquellos tiempos en que las canciones de Amaury Pérez, Santiago Feliú y Carlos Varela te hacían parir unos videos llenos de imágenes alucinantes?

E. F: Cambiaron mis alucinaciones. Ahora son otras y responden a las necesidades del mundo donde vivo. Sigo volando pero ya no olvido el paracaídas. Cuando se cumplen 41 años ya no se ve a la humanidad con la ingenuidad de antes. Surgen nuevas fascinaciones y nuevos compromisos con el sentido de las imágenes que construyes, del legado que dejas sobre la tierra. También se aceptan con placer los retos de las nuevas circunstancias. Me acomodo y extraigo de toda experiencia un provecho.

Mi profesión está más que nunca inserta en el mercado. No soy sordo a los cambios. Acabo de terminar un video clip que, a la semana de estar en Internet, tenía más de 300 000 visitas en youtube. Para mí es motivo de alegría comprobar que mantengo un diálogo y una comunicación estrecha con los adolescentes y los jóvenes, y que no me excluyo del sentir mayoritario de esta época. Si me hubiera quedado en una visión elitista, clasista y defensora del lirismo finisecular que concluyó la era analógica del siglo XX, me habría estancado como comunicador, emisor y receptor de mensajes.

Le busco a las baladas rosas o cursi el mantra benefactor soterrado y a partir de éste, visualizo imágenes que sacudan al espectador. No creo que cualquier tiempo pasado haya sido mejor. La humanidad entera se ha subido a un tiovivo donde apenas cambia la constitución enrarecida del aire. Cualquier salvación es un problema individual. Ni siquiera esos autores que mencionas, a los cuales disfruto enormemente, tienen en estos momentos el ágora que les rindió culto en el pasado. Ya Santiago no colma la escalinata con su guitarreo sin igual ante un público frenético que coreaba una canción tan rara como “Para Bárbara”; ya Amaury no hace aquellos majestuosos conciertos que renovaron el espectáculo pop de Cuba, con canciones que estremecían la sala García Lorca; ya Carlitos Varela no es el artista puro que sensibilizó a una generación con las reformas de la perestroika. Guillermo Tell es un misterio, seguimos añorando la manzana, y la única flecha posible a disparar es la de Zenón, la que, vista segmento a segmento, se halla detenida en tiempo y espacio.

R. C: ¿No será que la escalinata y el Lorca los llenan otros? ¿No es ello saludable?

E. F: Como apuntaba Hegel, cada época tiene su espíritu. Parece que los rasgos esenciales a ésta son la frivolidad y la tontera. Y ni siquiera a esos desmanes soy indiferente. El artista y el intelectual de la POPOMA (Pos-posmodernidad) no puede sólo ser juez descarnado de su tiempo; tiene también que ser actor, proponer guías y modelos, buscarle la salida al laberinto. La crisis actual de la filosofía se debe a que la Academia se alejó de esa cotidianidad que llamamos mundo real y se ha refugiado en el tropo y en los libros. Ensimismada, la filosofía desdeñó la utilidad practica que debe propiciar creando modelos y reflexión que ayuden a la gente a concebir la vida. Fíjate que de los filósofos mas recientes, E. M. Ciorán es el más leído por su estilo desacralizador, ácido y divertido. Con su irónico desencanto y catastrofismo cínico, le robó el show a un Jean Paul Sartre solemne, erudito y depresivo. Otras ramas del saber están copando los territorios de la filosofía. Por ejemplo, un biólogo como Richard Dawking llega a best seller hablando de El gen egoísta y de El espejismo de Dios, con una amenidad que no excluye lo profundo. Y un Fritjof Capra con El tao de la física, Sabiduría insólita o La trama de la vida – tres libros muy vendidos- combina ciencia y filosofía sin abaratar lo didáctico ni lo sabroso del conocimiento. Porque esa es quizás una categoría que le falta reconocer a la estética y a la filosofía: lo ameno, en lo cual la ciencia con la visión de los promotores y divulgadores ha tomado mejor iniciativa.

Y en los años 80s y parte de los 90s, todos los aparatos teóricos se concentraron demasiado en enredar la madeja. Eso creó entropía y confusión dentro de la cultura. El diálogo se torno debate jeroglífico, cuando “la arqueología del saber” debe propiciar concilio y no desencuentros adversos. El diálogo siempre es un puente. Me sirve una canción: “No quemes los puentes tras de ti”.

Y para cerrar tu pregunta, cuando tengo nostalgia de aquella época en que creímos que el mundo tenía solución y acometíamos cualquier empresa como una cruzada en pro del saber y del mejoramiento humano, “apenas abro los ojos” y recuerdo que “una palabra no dice nada y al mismo tiempo lo dice todo”, porque “lo que pasa es que lo eterno no es de nosotros, lo imposible es esa brújula rota en el alma”, confiado de que a “donde me empuje el agua me iré, donde me lleve, cambiando el curso raudo y tenaz de la corriente”. Mis imágenes siguen amorosas, montadas a caballo, tirando remos a la mar y fisgoneando por entre la cerradura de muchas puertas, la alegría y la desesperanza de mi tiempo.

R. C: Un hombre como tú, que debe vérselas todos los días con la competencia atroz y la dinámica de la televisión en varios puntos de América, tendría la autoridad suficiente para, a distancia, valorar la Televisión cubana. Siempre se dijo que la Televisión cubana no era tan mala como tan vieja; hoy, que de alguna manera lo sigue siendo (vieja y mala), sin embargo continúa ostentando un proyecto cultural en defensa de valores primordiales en el ser humano. ¿Qué juicio te merece todo esto? ¿Qué valdría hacer con la Televisión cubana? A los artistas e intelectuales cubanos, a menudo, les resulta una televisión tan ajena que nuestro común Amaury, en el Congreso de la UNEAC, llegó a decir que parece pagada por el enemigo. ¿Cómo ve todo esto Ernesto Fundora?

E. F: Coincido plenamente con Amaury: el enemigo también está en casa. Yo debo ser cuidadoso porque mi juicio puede afectar a gentes que fueron y son mis compañeros de profesión y hacia quienes profeso respeto. Fíjate que cuando me acerqué a la TV cubana, siendo yo un artista independiente, conocí allí a gente muy capaz y preparada, pero como la estructura de poder es vertical resulta que, con mucha frecuencia, el que no sabe, dirige al que sabe y lo coacciona. Entonces no hay posible desarrollo allí donde un individuo no puede expresar ni explorar lo mejor de su inteligencia, ya que su modelo creativo entra en contradicción con la fórmula política del Estado. Las sociedades centralizadas generan modelos de pensamientos monistas y neuróticos, ya que el sujeto está escindido entre lo que quiere hacer y lo que le permite el sistema. Entonces, de un hombre frustrado en sus sueños personales y creativos sólo se recogerá una mala cosecha accidentada por el descontento y la apatía.

Cuando Andy Warhol llegaba de visita a una ciudad desconocida, se encerraba en la habitación del hotel algunas horas, a mirar la televisión. Decía que para conocer el alma de un país había que conocer su TV. Si la sociedad cubana está reclamando cambios esenciales, ¿cómo no va a hacerlo la herramienta fundamental de su ideología: la TV? Sucede que la percepción de los fenómenos va a la saga de los propios hechos y, lamentablemente, la TV cubana llegará rezagada al entendimiento de la complejidad histórica que está viviendo la nación. Si la televisión tuviera una autonomía expositiva, si no fuera tan absoluta en lo partidista, si se le permitiera tener un carácter reflexivo a modo de vidriera para exhibir una visión plural de la vida y de la sociedad cubanas, mostraría caminos – senderos que se bifurcan- para reorientar la brújula extraviada del país.

Falta en esa televisión libertad en el ejercicio del criterio, porque esa televisión ha sido sobreideologizada y se ha abusado de ella como una tribuna de ideas políticas y se le ha despojado de sus otras múltiples funciones. Entonces, lo que se le ha preponderado y garantizado es la eficacia en lo directo a la hora de comunicar el catecismo político. Los dirigentes casi siempre carecen de una sensibilidad estética refinada, peor aún pedirles que se sincronicen con la nueva era de acuario, altamente tecnologizada, donde la información y el conocimiento se han democratizado. Cuba necesita, impostergablemente, homologarse con los nuevos órdenes económicos globales. Ese es un reclamo de la sociedad civil y de las nuevas generaciones que ya debe comprender el Estado. La nación se ha atrasado por falta de acceso a la información, por falta de buen gusto y perspectiva modernizadora. En cualquier país civilizado, usted debe tener la opción de comunicarse con la network -red de redes-, cambiar de canal si no le agrada lo que está viendo y tener múltiples alternativas. Como también estamos atrasados en democratizar el acceso a la Internet. No es posible que una herramienta descentralizadora haya caído en el centralismo o en el privilegio de unos pocos que ya presumen sangre azul.

Entonces, creo que lejos de irme por las ramas y criticar duramente a los creadores de la televisión cubana, hay que ser responsables, honestos y reconocer que se trata de un callejón sin salida producto de una patología social. La televisión siempre será un espejo del poder, así pasa en el mundo entero, la diferencia con otras sociedades reside en que la iniciativa privada crea una alternativa mediática y hace que esos poderes sean más diversos y polífonos. Habla el coro, mientras que en Cuba sólo se escucha al solista.

R. C: Tú eres uno de esos intelectuales de mi generación que optó por el nomadismo, por conocer mundo y, ciertamente, con todo, eres de los más exitosos. Cosmopolita, global, “mundialista”, pareciera que vives donde te sientas bien y punto. Sin embargo, se te ve y se te siente muy pendiente de Cuba, siempre; de su arte, de su pensamiento, del pulso y el nervio de su gente. Asere, ¿por qué te molesta entonces la noción de “pertenencia”? A tu modo, ¿no regresas también como fragmento al imán?

E. F: Permíteme que empiece por la alegoría a Lezama, uno de los cubanos más universales. Si mal no recuerdo es en su diario donde Lezama tiene una frase que a mi me aclaró ese asunto de la identidad: “A un hombre no solo lo definen sus orígenes sino también sus destinos”.Y a través de Lezama todo entronca con el primer José de Cuba. Me obligas al deleite de ser martiano, y con ello a enraizarme. Me remito a este hombre excepcional porque en él nunca se coagula la sangre de lo cubano, siendo su hemoglobina universal. Cuando en una tradición tenemos a un Martí sobre el cual estamos parados desde hace más de un siglo, no cabe dudas de que el mundo está en las ramas. “Yo vengo de todas partes y hacia todas partes voy, arte soy entre las artes y en los montes, montes soy”. Aquella frase delata la inquietud de un espíritu capaz de encontrar frondosidad lo mismo en un punto específico del universo, la isla, que en la infinitud del cosmos. No habría imantado a la nación si no hubiera sido un nómada del mundo, un diamante peregrino ultrajado por la luz.

Cuando le escuché decir a Carl Sagan que estábamos hechos del mismo polvo cósmico que el resto de las estrellas, comprendí que la ecuación de lo nacional era demasiado estrecha para mi ansiedad. Sentí que debía desbordar los límites, incluso los de la especie. Comprendí la esencia solar de nuestra civilización, y salí a la búsqueda de un “mas allá” que apenas reconoce límite en el big bang. Acepté entonces, no sin rubor, que apenas me pertenezco, pues pertenecer implica reconocerse propiedad de algo o de alguien. Entonces, ¿cómo confiarme a un pedazo de tierra o a un paisaje? ¿Cómo excluirme de una esencia constelacional que palpita misteriosamente en mí? Cuando algo me hace cautivo de una esfera de acción, me revelo. Me sueño cabalgando sobre un centauro rumbo a los destinos macros, el megabit de alguna misión cybernáutica sin más propósito que la conexión. No le pidas a un actor que exprese la profundidad de su conflicto a partir de la escenografía.

Habito la partitura secreta del hombre, su otredad especulativa, su nomadismo congénito. Tengo nostalgia de futuro y pernocto intermitente y con prudencia en mi pasado. ¿Te acuerdas de aquella escena de Cinema Paradiso en que el niño va a abandonar el pueblo y el viejo le dice que nunca mire hacia atrás? Aquella escena me iluminó. No huimos de un sitio, escapamos de todos. A mi maestro Gustavo Pita cuando se aborda el tema de la condición exiliar, le gusta mentar a un filósofo ruso, Merab Mamardashvili, quien escribiera: “vivo en la extraterritorialidad del espíritu”.

Ser nomádico me ha propiciado dos grandes fortunas: una, tener un tiempo propio a la medida de mis placeres y necesidades, y la otra, me ha permitido emprender disímiles viajes interiores, que son las travesías más genuinas, provechosas y singulares que puede encarar un espíritu libre. Somos de por sí una isla, cada hombre es un pedazo acorralado por la singularidad de su destino, y en ello reside el drama secular de vivir; entonces, ¿para qué quedarme anclado a otra isla? Cuba es mi semilla, mi plataforma de lanzamiento, pero también el árbol que se deshoja, el mango que se extingue y traduce deleitoso en la boca de aquel niño travieso. Voy con mi país a cuesta, traigo por mochila a mi corazón. Siento con apasionada firmeza que la nación sobrevive y se extiende a un rango virtual, que podemos prolongarla en la memoria por medio de disímiles registros y representaciones que de ella se deriven. Busco para Cuba, como el más ferviente celestino, alguna estrella en el firmamento que esté dispuesta a ser su novio.

Endémico sí, apegado no, hacerlo implicaría identificarme con la consternación. Atento sí, imbricado también, nunca atávico. Ni adicto ni abyecto, practico un amor y una atención por Cuba que prescinde de mecanicidades. A rumbo propio, con mis penas y mis glorias, he aprendido a disfrutar la amplitud del núcleo. Me indefine el origen, me exalta el movimiento, me confabulo con la traslación. Ya de por si mi sangre es ubicua: abuelos canarios, españoles, criollos e indio antillano.

De todas formas, querido y lúcido Rufo, como también soy un hombre mediocre, con orgullos culturales que aún no asumen la mentalidad postnacional a que nos convoca el espíritu de esta época, si en mis eternos peregrinajes por el universo encuentro a alguien que ose declararse injustamente enemigo de Cuba, que saque el sable. Porque hay amores que tienen razones inexplicables y en ellos se manifiesta la ambigüedad oportuna del deseo. Mi ego se reconoce cubano pero mi alteridad se diluye, gustosa, en cada partícula subatómica del universo.

Gracias de todo corazón por tu inteligente entrevista, por provocarme en la plática y por permitirme el espacio generoso de esta publicación de quien ya soy deudor.

ENTREVISTA REALIZADA POR INTERNET POR RUFO CABALLERO A ERNESTO FUNDORA HDEZ EN 2008. PARTE DE ESTA ENTREVISTA FUE PUBLICADA POR LA GACETA DE CUBA EN EL NÚMERO CORRESPONDIENTE AL MES DE ABRIL 2009.

Publicado el octubre 7, 2009 en ENTREVISTAS. Añade a favoritos el enlace permanente. Deja un comentario.

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