NOSOTROS, LOS CINÉFILOS MUERTOS
Otro amigo que abandona Camagüey. Otro aliado que se marcha de Cuba con lo de “salida definitiva” estampado en el pasaporte.
Anoche nos despedimos sin demasiadas formalidades. Me invitó al Café Ciudad, ese que abrieron en dólares frente al Parque Agramonte.
Me alegro por él. Lleva como diez años intentando reunirse con sus padres. Pero siempre surgía algún impedimento. Algún problema que la insaciable burocracia insular conseguía encontrarle a la posible solución.
A pesar de eso nunca perdió el humor, y ha sido uno de los que se alegra de los viajes que he tenido posibilidades de hacer. “Dios le da visa al que quiere amarrarse a este lugar”, solía decirme burlón, para enseguida preguntar si es verdad que París es como la anuncian, o si en Río de Janeiro la gente siempre está gritando, como en las telenovelas.
A mi amigo se le nota la felicidad en la cara. Pero es una felicidad rara. ¿Melancólica? Ríe azorado cuando saco a relucir mi impresión. Y suelta aquello de que no piensa echarle de menos a la ciudad. “Total”, remata, “esta ciudad tampoco me extrañará a mí”.
Sé que las cosas han cambiado demasiado desde que nos conocimos en nuestra primera juventud, y ambos nos dábamos cita en la Cinemateca del cine Guerrero. Ahora ya no hay cines en Camagüey. Y la Cinemateca es solo una impecable antología de epitáficas evocaciones.
¿Quién, después de haberlo leído, no recuerda para siempre aquel verso tremendo de Dámaso Alonso en el poema “Insomnio”: “Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas)”.
Pues bien, según mis cálculos privados, Camagüey es una ciudad de más de un millón de cinéfilos muertos (una persona puede albergar dentro de sí varias generaciones de cinéfilos).
Mi amigo es uno de ellos: lo he visto pasar como un zombi ante ese camposanto simbólico que son las fachadas de los cines que alguna vez “fueron”, con lápidas modernas que divulgan las más extravagantes ocupaciones, en forma de carteleras escandalosamente mudas.
Supongo que lo mismo dirán de mí cuando camino por estas calles de Camagüey. O murmurarán de nosotros, los cinéfilos muertos.
Juan Antonio García Borrero
Publicado el agosto 13, 2010 en CAMAGÜEY: LO QUE EL CINE SE LLEVÓ. Añade a favoritos el enlace permanente. 22 comentarios.
Muy sentido tu comentario…y honesto
eso de «Me alegro por él. LLeva diez años intentando reunirse con sus padres…» y esto otro «Algún problema que la insaciable burocracia insular conseguía encontrarle a la posible solución.» quizas te pueda costar algunos azotes…en otra época hubiera significado algo mas…
un abrazo
Hola Juanelo comparto contigo la nostalgia de la gran sala oscura, quizás por los añitos que te adelanto hasta añore los dulces años setenta de asistir a los estrenos en el mes de junio sin colas porque la mayoría estaba perdida entre el amalgama del saboreado san juan de aquellos años, donde tomarse una cerveza de verdad costaba sesenta centavos de los que pagaban por nómina a cada uno de los que vivíamos de nuestro trabajo; quizás veo en la distancia «el gallo de oro», del cine América por más de un mes, o «el espadachín del diablo», que viera en mi infancia en la primera visita a una sala de cine, o los cuatrocientos golpes, del ignorado coliseo Alkazar. Pero en lo que no coincido es en eso de los cinéfilos muertos, te conozco y me conozco, y ambos conocemos y compartimos la amistad de otros muchos cinéfilos vivos, creo en mi humilde modo de ver las cosas, que efectivamente la metáfora de la guadaña le cabe a alguien muy bien, pero no a los cinéfilos, les cabe a aquellos que olvidaron la máxima leninista de que «para nosotros el cine es la más importante de todas las artes» o la más reciente que tú mismo me mostraste de Paranaguá con eso de que“El cine es un asunto demasiado serio como para dejarlo sólo en las manos de los cinéfilos”, y hasta aquella de Glauber Rocha cuando sentenció «Nadie escapa a la influencia del cine. Ni siquiera aquellos que nunca van a ver una película». Entonces hermano muertos están aquellos bendecidos por la desidia del viento. Tú serás el ultimo difunto de los cinéfilos, y si en el cielo hay cine allá seguiremos vivos al lado de las imágenes en movimiento.
Armandito.
Juani:
Bien melancolico estos apuntes. Todos nos sentimos asi, como si los edificios tuvieran alma y sentimientos tambien. Me gusto mucho, gracias.
Quien es este amigo? Lo conozco? Viene para aca?
Un abrazo,
Frank.
Gracias a todos por los comentarios. Mandy, en realidad debí decir «cinéfilos muertos en vida». Es real que el interés por esta expresión artística sigue vivo entre los camagüeyanos, pero al no existir cines sobreviene esa atmósfera absurda en la cual la gente camina por caminar, y todo se convierte en discursos bonitos que prometen y nunca se cumplen. En Camagüey tendremos otra vez un cine decoroso (uno solo) el día en que a algunos de los dirigentes del territorio le importe el tema. Lo demás sigue siendo fantasías de cinéfilos que existen, pero no cuentan. Te abraza,
JAGB
Perdona la palabra pero no encuentro otra: DESCOJONANTE¡¡¡
A poco se me revienta el corazón.
Que decirte hermano¡¡¡
Tristemente excelente¡¡¡
Again, Juany…Gracias por tus comentarios. Yo se cuanto amas Camaguey y el cine. Lastima que el amor no sea lo suficientemente poderoso para evitar que los amantes del cine (y de otras cosas, artisticas o no) sigan muertos en vida. Ojala tambien tuvieras el poder de decision y los recursos para hacerlo. Ah, aquellos tiempos de Cine, quien dice que cualquier tiempo pasado no era mejor? Parece antidialectico, quizas lo sea, pero alla en por los 80 habian mas de 3 cines en Camaguey….
De acuerdo totalmente contigo, Frank. Camagüey en su época llegó a tener creo que como diez cines, incluyendo al Alkázar, que es uno de los más hermosos que existan en el mal llamado «interior». ¿Cómo llegamos a este estado actual de precariedad de las salas, que se hace aún más vergonzoso porque contrasta con lo que se ha logrado en el plano intelectual con el Taller de la Crítica? Pues porque no hay una verdadera voluntad política que sea capaz de crear un consenso entre las autoridades. Nadie le concede importancia a ese asunto, pese a que Camagüey en los últimos tiempos es sede de importantes estrenos nacionales(como el «Marti» de Fernando Pérez en la apertura del Taller). Y que conste que prefiero que hayan tres hospitales limpios a tener un cine de lujo. Pero una cosa es esa, y otra la indiferencia institucional. Al final es el público de Camagüey el que sufre. Y al que me diga que es imposible en esta época ese tipo de arreglo pues le recomiendo que se llegue a Bayamo a tomar experiencia. Abrazos,
JA
Claro, todos quieren irse. Si tienes dudas, mira desde donde escriben – escribimos – todos – Lo peor, es que unos son – somos – mas hipocritas que otros.
Vete » al murito » del ICAIC, y te daras cuenta.
Que bueno que se fue man…!!!
Yo queria hacer una serie de television, pero, los argentinos, se adelantaron en el titulo. Quede desarmado. Busquenla, los que viven fuera y añoran a la UNEAC, se llama, Pais de Mierda.
Tony, ya sé que te gustan las “provocaciones”. Ese es tu criterio, que respeto, pero no comparto del todo, porque sabemos que toda generalización en el fondo es una gran simplificación. En primer lugar, no creo que “todos quieren irse”. Es más, sé de algunos que se han ido y ahora “quieren regresar”, aunque no lo publiquen. Otros se van, pero sin pronunciarse ni a favor o en contra, porque eso pondría en peligro permisos de entrada para visitar familiares, entre otros privilegios. Los ves una semana disfrutando aquí y año y medio criticando allá. Eso no los hace ni mejores ni peores. Sencillamente se comportan como seres humanos muy comunes. Al menos intento no juzgarlos, sino en todo caso escucharlos, entenderlos. Como tú, respeto a los que se han ido. ¿Respetarán ellos a los que decidieron quedarse?, ¿a Titón?, ¿A Solás?, ¿A Fernando? Creo que en “el murito del ICAIC” hay de todo, como en la Viña del Señor. Gente que hasta hace dos días quiso vivir del ICAIC, y ahora en Miami quieren vivir del “icaicgo-aquí” para donde dije digo, digo diego. A esos los llamo “artesanos del oportunismo” que, parodiando el famoso título del ensayo de García Espinosa, pretenden convertir en best seller un manual que han nombrado “Por un cinismo imperfecto”. Y están los que se fueron porque desde siempre quisieron pensar por cabeza propia y no tenían cabida dentro del sistema. Esos hablaron de modo incómodo antes y después, y siempre han sido coherentes con esa posición. Merecen todo tipo de respeto. Ahora, si me preguntaras a mí, te diría que soy de los que prefiere la filosofía de Los Aldeanos en Revolution: “la cosa no es irse brother, porque la candela está aquí”. Desde luego, ya sabes lo que eso implica en la mayoría de los casos (pregúntale a Frank Delgado, Pedro Juan Gutiérrez, y otros que no salen en “Zona de silencio”). Por eso lo menos que puedo hacer es no satanizar a aquellos que hacen aquí lo que yo no tendría valor. Aunque no esté de acuerdo con ellos, ni ellos conmigo, porque eso es otra cosa. No importa que te escriba esto desde un sitio donde cada vez es más popular el oficio de la indiferencia. Si todo el mundo se va, nunca tendremos cine (por decir algo) otra vez. ¿Qué soy un idealista? Bueno, por lo menos sueño, luego, no estoy muerto…
Juan Antonio
La lectura de tu comentario me ha hecho sentir un tanto de melancolía,
pues me transportó cinco años atrás,cuando al igual que tu
amigo,decidí abandonar mi patria chica.Al contrario de lo que él expresa cuando una se encuentra lejos se da cuenta como la quiere y la extraña. Ahora espero tener un reencuentro con ella. Es posible,que este enfrentamiento
con mi vieja ciudad me impacte,pues algo que no consigo comprender es que no existan salas cinematográficas en esta tierra donde se podía respirar un
ambiente cinéfilo por doquier,desde la capital de la provincia hasta el más pequeño pueblito.Cómo es posible que las autoridades no tomen en serio un
arte,que por ser joven no deja de ser importante. Comprendo porque te sientes así,y me imagino cómo deben sentirse aquellos que en el pasado entregaron con amor todo su tiempo para que los cines camagueyanos
se mostraran en todo su esplendor,a pesar de que el tiempo dejaba su huella implacable en ellos.
Un beso
JA, ante todo agradezco tu blog. Agradezco que me haga pensar, que me haga salir del cubanicheo de siempre, y que me recuerda los años inocentes de la Vocacional. No he comentado nunca aqui porque de cine cubano se muy poco, aunque me parece que aqui el cine es un puente para hablar de muchas cosas. Repito, me gusta tu blog. Lo cual no quiere decir que siempre este de acuerdo contigo. En lo particular este post me parece muy bien escrito, pero cuestionable por lo que propone: atarnos al lamento y los buenos recuerdos. La pregunta no seria por que no hay cines en Camaguey, sino por que a nadie alla le interesa que existan. No conozco a quienes dirigen las cosas relacionadas con el cine y la cultura en Camaguey, pero mi pregunta es: les gusta el cine como arte o solo estan cumpliendo una tarea que da lo mismo sea de cultura o agricultura? Si es lo ultimo, le doy la razon a Tony: lo mejor es irse, y no perder mas tiempo.
Saludos,
Alberto
Querida Amelia:
Un consejo de amigo. Prepárate sicológicamente para reencontrarte no con la ciudad que seguramente idealizas en la distancia, sino con los amigos que habitan ese espacio, y que te extrañan. Hay un libro de Italo Calvino que me gusta mucho (Las ciudades invisibles) donde llega a leerse esto: “Las ciudades son un conjunto de muchas cosas: memorias, deseos, signos de un lenguaje; son lugares de trueque, como explican todos los libros de historia de la economía, pero estos trueques no lo son sólo de mercancías, sino también trueques de palabras, de deseos, de recuerdos”. Para mí las ciudades son los amigos. Por eso para algunos Remangalatuerca puede ser tan fascinante como Nueva York o París. En Camagüey hay muchas ciudades invisibles que te esperan.
Te abraza,
Juany
Alberto, buen comentario. Lo agradezco al igual que el de Tony, justo porque las diferencias en nuestros puntos de vista nos enriquecen. Prometo pensar un poco más en lo que apuntas. En lo personal, me sigue pareciendo respetable la opción de aquel que decida “irse”. Es decir, si alguien entiende que su futuro no está aquí, sino en luchar en otra parte, sus razones tendrá. Y no soy yo quién para cuestionarlas, ni obligarlo a un sacrificio que no ha nacido de él. Cada cual tiene con su vida una responsabilidad única, personal e intransferible. Sin embargo, sigue quedando pendiente de respuesta la pregunta clave: si todo el mundo se va, ¿quiénes arreglarán lo que está mal en nuestra vida pública? Esta pregunta me la hago todo el tiempo como intelectual, y que conste que cada vez me gusta menos ese término porque se asocia a algo que está por encima de “las masas”, y que merece un trato distinto. Para mí intelectual es aquel que se incomoda todo el tiempo con la realidad que han logrado concebir un grupo de humanos con poder, y que asume el riesgo de pensar por cabeza propia. Y sabemos que este tipo de intelectual no abunda en muchas partes. Al capitalismo, como al socialismo, le sobran sus intelectuales orgánicos, sus asalariados dóciles, criticados con inclemencia lo mismo por Marx que por Nietzsche. Prefiero que alguien me diga con franqueza que no le interesa lo que pasa a su alrededor (África también forma parte del vecindario) a que me intente convencer de que su egoísmo liberal coincide con el interés colectivo. Ya sé que si llevo al plano de Camagüey esto que apuntas tengo todas las de perder, pues resulta absurdo que yo intente defender una utopía en medio de una sordera generalizada. De acuerdo, ando por las nubes. Pero, digamos que me voy, que me rindo, que me olvido del absurdo de que en Camagüey se hace todos los años un evento sobre cine sin que existan cines en la localidad, que me acomodo a la idea de ser un intelectual “reconocido”, ¿no estaría legitimando de este modo a la sordocracia?
En fin, que te agradezco esta posibilidad que me das de pensar como en los viejos tiempos.
Abrazos,
JA
¿y como se come eso de que en un cine trabajen quince y entren dos?
juany
me gusto mucho este post. Lo que se habla de los cines se puede reproducir a otras tantas cosas, con o sin instalaciones. Fijate en el ultimo articulo de Ciro Bianchi en Juventud Rebelde del domingo 15 y veras algunos datos curiosos sobre nuestro pequeño pais a finales del siglo 19 y hasta la primera mitad del 20. Y eso son destellos estadisticos dentro de un mar de datos. Cariños,
A
Rey:
La pregunta es buena, pero es evidente que una respuesta, si se quisiera profunda, demandaría por lo menos un libro. Este ha sido otro de los temas intocables dentro de la política cultural de la isla. El ICAIC es una de las instituciones “históricas” del país, la primera creada por la Revolución. Desde el punto de vista simbólico, está casi a la misma altura que la salud y educación. Y es que por muchas objeciones que se le pueda poner al proyecto revolucionario, la creación de una cinematografía nacional (que incluye producción, exhibición, apreciación, etc) no se le puede negar porque “antes” apenas existían individuos intentando crear en el país una industria fílmica, pero sin más resultado que los logros parciales.
Creo que sería mezquino negarle al ICAIC ese mérito. Lo que pasa es que una cosa es lo que simbólicamente represente algo para una colectividad durante un tiempo, y otra lo que la vida (que es incesante, caótica aunque autoorganizada) nos exige que comprendamos, porque las tecnologías cambian, la vida sigue, y el modo de socializar también.
Me cuido bastante de emitir un juicio definitivo, porque desde fuera parece bastante fácil satanizar o ensalzar algo. Pienso que dirigir cualquier cosa pública es difícil, sobre todo porque la humanidad es diversa, y cada cual jerarquiza de acuerdo a sus intereses más puntuales. Pero lo que me parece una locura es que quienes dirijan determinada actividad hagan de la sordera una virtud, y no sean capaces de discutir el asunto que les atañe públicamente.
Si queremos ser honestos, tendríamos que reconocer que este tema de los cines y el autofinanciamiento el primero que lo comentó en su momento fue Alfredo Guevara. Revísese en “Tiempo de fundación” cuando en su encuentro con los jóvenes (página 56) les dice: “Dirigí el ICAIC unos cuantos años, cuando regresé de París hice un análisis de su composición y descubrí que tenía 600 gente de más, pero estábamos en pleno período especial y cómo tirar a 600 personas al 60 % del salario. Todo eso lo discutí con los niveles superiores, con el Ministro del Trabajo de la época, creamos casi una plantilla aparte, pero lo que no lograba era que le pagaran el salario completo… Es terrible, es terrible ver cómo los mediocres se apoderan de las posiciones, y tal como está organizada nuestra sociedad es un enorme problema salir de ellos. Nuestro enemigo, no el de la intelectualidad sino el de la revolución, es la ignorancia”.
Si Alfredo Guevara no pudo conseguir que se discutiera en su momento el asunto, ¿qué podemos esperar en Camagüey aquellos que no contamos con otro argumento que no sea el amor por el cine, sin poder de decisión alguno?, ¿a quién le van a interesar discutir posibles alternativas, poner en práctica ideas que permitan estimular a quienes trabajan en los cines y con ellos mejorar el estado de estos establecimientos? Es un tema complejo, lo sé, que por el momento a nadie le ha interesado discutir con seriedad en la provincia.
Saludos,
JAGB
Hola Juany.
Desde que me llego el post » La cuidad de los cinéfilos muertos» estoy por escribir pero mi brazo aun duele, al leer los texto nostálgicos, tristes, melancólicos y de otras tendencias quiero darte el mío…. Yo no soy un buen ejemplo, aclaro!!!!
Para mi Camagüey no es solo la ciudad de los cinéfilos muertos, es la ciudad de la buena música muerta, el ballet muerto, escritores muertos, artistas plásticos… que creen que son artistas o mejor cualquier loco con el «Síndrome de Diogenes» se le da esa categoría y un espacio, este contrata uno de esos tantos llamados curadores… le paga y le coloca, las «obras» en escalerita a la más ridícula, manera del kitsch de cuarteria de barrio y después hay que escuchar o leer grandes textos llenos de adjetivos, de lenguaje metatrancoso donde dicen las virtudes del «artista»….. te detallo lo de los plásticos por tenerlo más cerca. Los que amamos Camagüey y lo vivimos, estamos como una enfermedad incurable, estamos en etapa terminal, desgraciadamente mi cigüeña no pudo volar unos kilómetros más y dejarme después de «La Piña» que anuncia «Bienvenidos a Ciego de Ávila» o por qué no logro volar hasta pasar «El túnel de la bahía» yo no quería otro país, los conozco y regreso, me dejo aquí frente al parque Agramonte para que envejeciera mirando como todo se destruye, como no hay amor por las cosas que otras generaciones construyeron para nosotros, como ya no tenemos cine: primero se deterioraron los proyectores, luego las butacas, el aire acondicionado, después los baños y sus los olores nos mataban pero había cine, los bicho de las butacas nos picaban en el Guerrero, pero no se dejaba de ir a la Cinemáteca y ahora que ……como la canción …YA NO TENGO NA’…y no pueden decirme que es el Bloqueo y la falta de recursos, que los que habitamos la ciudad tenemos ojos y vemos cuanto recurso hay cuando de obra de interés se trata, lo que pasa y perdona la manera de decirlo: es que los que manejan los recursos No les gusta el cine, No lo entienden, los pobre… NO saben cuanto se están perdiendo o cuanto se han perdido, una buena película, en una pantalla, en una sala negra, no lo supera nada….y yo cambiara el titulo de tu texto por: «La cuidad que le debe los cines, a los cinéfilos vivos»…
La otra……. muy dura….. la ida de los amigos, cada día estamos más solos, unos se mudan a la capital, unos se mueren, otros se tiran al agua en chalupas y otros los montamos en los aviones como a mi querido Gabriel Gutiérrez, Hijo Ilustre de la Ciudad, profesor de los profesores de todas las generaciones de plásticos, fundador de las escuelas de arte, fundador de la UNEAC, vice presidente de la UNEAC y fue tanto el abandono y la desatención que voló a tratar de vivir con 70 años en otras latitudes.
Con quien tomaremos el café dentro de unos años, Por qué ya no podemos escuchar tu disco Noche de Bohemia y Bodegon, en el Bodegón entre tapas y vino, por qué en la Isabella ya las pizzas son con queso malo, salsa de tomate con calabaza y ya no hay anchoas y en el joven Café Ciudad ya por faltar no tiene ni bombillos, pudiera estar escribiendo cuartillas y cuartillas pero me hace daño a mi salud mental que esta tan deteriorada como los gatos decolorados y rotos que un día pinte, que gustaron a mucho y otros odiaron.
Un abrazo desde la república de Martí frente al parque
Ileana
Gracias, Ileana, por la franqueza. No sé ni qué comentarte. Eso de Camagüey como enfermedad terminal me ha puesto a pensar. ¿Estaremos locos de atar por, a pesar de todo, quererla hasta el pataleo? Yo he optado por dejar escrito estas cosas en mi blog porque al menos es un sitio personal donde nadie me administra las ideas e inquietudes, y aquí puedo desahogarme con lo que me gusta o no soporto de esta ciudad donde vivo y que sigue siendo el lugar donde preferiría quedarme hasta el último de mis días, por cursi que suene. Pero es verdad que la relación con ella se vuelve agónica, y entiendo, como dije con anterioridad, a quienes deciden mandar al diablo todo. O encerrarse en casa, como haces tú, impotentes ante la insaciable hidra de la apatía local. De todas formas, creo que la cosa no está en rendirse, sino tal vez en tomarse una tregua. Ya sé que esto suena a retórica trasnochada. Pero en lo personal siento una suerte de complicidad interior con los más jóvenes, los cuales creo que serán los que le devolverán a la ciudad ese esplendor que tú le echas de menos. O en todo caso, trato de pensar en la ciudad con un sentido menos acrítico que ese que se esconde detrás del complaciente slogan “Camagüey, te quiere y te abraza” por aquello que observaba Nietzsche: “El amor a la vida sigue siendo posible aunque se la ame de “otro” modo… Es el amor a una mujer que nos inspira dudas”. Abrazos desde la cueva,
JAGB
http://enelmaralla.blogspot.com/2010/11/circulos-viciosos.html
Por favor, ¿cuál podría ser el título en inglés, del filme «El espadachín del diablo»?
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