LA CALLE DE LOS CINES EN CAMAGÜEY

Como en cualquier ciudad del mundo, los nombres de las calles en Camagüey suelen aludir a sucesos ocurridos en el lugar, singularidades geográficas, o nombres de personajes que hayan nacido o vivido allí. Pero esos nombres por lo general no son para siempre, pues están en función de los intereses de los grupos que se encuentran en el poder. Por eso esos nombres van y vienen, y a veces deben competir, de modo infructuoso, con la manera en que son identificadas las calles en el imaginario popular.

Pongamos el ejemplo de la actual calle Ignacio Agramonte. Primero se llamó calle Soledad, y luego calle Estrada Palma. Lo raro, sin embargo, es que casi todo el mundo la sigue conociendo como “la calle de los cines”. No importa que hoy en día los cines Casablanca y Encanto estén cerrados, y que la actividad cinematográfica no tenga en la actualidad el protagónico de antaño. Ha sido tan fuerte la huella que dejaron esos espacios con su actividad cultural, que la gente de a pie la sigue evocando (incluso aún cuando se viva fuera de la ciudad o del país) como “la calle de los cines”.

Lo anterior ha sido perfectamente entendido por la Oficina del Historiador de la Ciudad, que prolongando esa fantástica gestión de rescate y restauración patrimonial que despliega desde hace unos años, ahora estudia la posibilidad de que ese tramo que va desde la calle República hasta la Plaza de los Trabajadores, se convierta en una calle temática asociada al cinematógrafo y todos sus derivados audiovisuales.

Lo que me gusta de la idea es que aquí lo histórico no está operando como algo a lo que hay que rendirle dócil pleitesía. No es esa incómoda cárcel donde soñar con lo nuevo se convierte en un delito. Hasta donde alcanzo a ver, se trata de rescatar, restaurar, proteger la memoria de lo acontecido desde el punto de vista filmico, pero siempre desde las posibilidades creadoras que brinda una reinterpretación de ese pasado con una perspectiva moderna.

Retener esto nos ayudará a no perder de vista las características fundamentales de la época actual, que no tiene nada que ver con aquella en la que ir al cine era una especie de rito. Esto quiere decir que no puede pensarse en reparar los cines Casablanca y Encanto, y entregarlos al público tal y como eran antes. Todo lo contrario. Será preciso repensar en las funciones que vienen jugando hoy las nuevas tecnologías, y montar a estos espacios públicos en el carro de ese incesante devenir. Ir al cine quizás ya no sea una actividad tan primordial como era antes, pero por suerte la gente sigue sintiendo gran necesidad de que le cuenten historias, y a su vez, compartir con otros los criterios que tienen sobre las mismas. De allí que el teatro no desapareciera luego de consolidado el cine, o que la pintura y las galerías de arte todavía existan, al margen del desarrollo que tiene hoy la fotografía amateur.

Por otro lado, “la calle de los cines” puede convertirse en un área que contribuya a formar espectadores críticos y cultos.  Esto, en una época como la nuestra, donde la cultura visual ha terminado por invadirlo todo, dando la impresión de que no es necesario pensar las imágenes y sonidos que llegan a nosotros, toda vez que han adquirido casi un carácter de objeto natural, se me antoja uno de los desafíos más intimidantes que pueda afrontar cualquier intelectual de ahora.

En “la calle de los cines” de Camagüey hay posibilidades de impulsar ese proyecto emancipador. No solo porque tendríamos la oportunidad de contar con dos espacios tan arraigados en el imaginario camagüeyano como el cine Casablanca y el Encanto, sino porque podríamos sumar al Complejo Nuevo Mundo (primera sala de su tipo creada en el país), el parque que está entre los dos cines, el restaurante “La Isabela”, y la Videoteca Casablanca, entre otras instituciones que podrían incorporarse al proyecto, como la dulcería “La Isla”, Foto Casablanca, y el establecimiento “El Capri”.

Pienso que, tan o más importante que la promoción de lo que ha sucedido con el cine internacionalmente, debería desvelarnos la divulgación de lo que ha acontecido en el territorio, y que no ha sido poco, aunque nuestra deplorable memoria local apenas nos conceda ahora mismo evidencias de lo sucedido. Aquí estamos hablando de ambientar esa calle con fotos que irían desde las de Libertad Lamarque y Mario Moreno (Cantinflas) hospedados en el Gran Hotel de los años cincuenta, hasta el paso más reciente por la ciudad de buena parte de los galardonados con el Premio Nacional de Cine (Julio García-Espinosa, Enrique Pineda Barnet, Fernando Pérez, entre otros).

En “la calle de los cines” Camagüey tiene un espacio donde se han cifrado, a lo largo de tantas décadas, mensajes firmados por hombres y mujeres sin nombre que terminaron conformando una de las zonas más nítidas de nuestra identidad agramontina.

Juan Antonio García Borrero  

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Publicado el enero 23, 2012 en CAMAGÜEY: LO QUE EL CINE SE LLEVÓ. Añade a favoritos el enlace permanente. 1 comentario.

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