UN REPORTAJE SOBRE LOS CINES EN CAMAGÜEY

Me he emocionado muchísimo leyendo este reportaje escrito por tres jóvenes estudiantes de Periodismo. Es el trabajo periodístico más completo que hasta ahora he leído sobre el tema de los cines en Camagüey. La emoción, por tanto, obedece a dos razones fundamentales: la primera, porque aborda con un rigor extraordinario este asunto que resulta todo un desvelo para algunas de las personas que vivimos en la ciudad; y la segunda, porque ha sido escrito por personas cuya edad justificaría la indiferencia y apatía que han mostrado otros con mayor cantidad de años, y que, paradójicamente, debiesen ser los que con más energía defendiesen la memoria de este legado a punto de extraviarse. Que lo hagan estos jóvenes que apenas acaban de ingresar a los veinte años, al menos para mí, deviene excepcional. Por eso quiero compartirlo con los amigos del blog.

Sobre el tema de los cines en la ciudad puede consultarse en el blog la categoría «Camagüey: lo que el cine se llevó», que contiene con este 34 textos. Creo que si bien la indiferencia institucional no ha posibilitado que muchas de las ideas expuestas allí se discutan, y enriquezcan los posibles proyectos, al menos en este soporte queda una buena memoria de lo que ha sido esta actividad, su esplendor y decadencia, en la llamada ciudad de los tinajones.

Juan Antonio García Borrero

 

ALGO MÁS QUE SOÑAR

Por Susana Vázquez Vidal, Ingrid Castellanos Morell y Raúl A. del Pino Salfrán, (Estudiantes de Periodismo).

Las luces se apagan. El público enmudecido contiene la respiración, mientras el aire se vuelve denso y los sentidos se agudizan. El ronroneo fascinante de las imágenes en movimiento comienza. Del proyector irrumpe el surco de luz que atraviesa la sala. Frío, solitario, golpea la enorme pantalla impía y honda. Ocurre así el milagro de la explosión de colores y sonidos, ese hipnotismo que logra el cine de que al menos por unos cuantos minutos se olvide todo.

Estas sensaciones, dentro de poco, serán leyenda para algunos y recuerdo para otros. Los niños y jóvenes las escucharán con incredulidad. Crecerán solo con el referente de filmes norteamericanos de acción en los televisores de sus casas o en espera de una nueva temporada de la Belleza Latina. Se perderán, sin saberlo, la oportunidad de emocionarse con un filme clásico, o de reír y reflexionar con una película de “Titón”.

Camagüey conserva hoy una imagen difusa de lo que fue hace años en materia del séptimo arte. Al caminar por la calle Ignacio Agramonte parece que el viento se llevó, junto con las tejas de los cines, las interminables colas que “engalanaban” el paso. La ciudad y su emblemática arteria se encuentran sumidas en un letargo, a la espera de una acción salvadora que les devuelva la vida.

 

Por primera vez

La tradición cinematográfica en la comarca principeña se remonta a más de un siglo. Así figura en la tarja erigida en la céntrica pizzería La Isabella, la cual se refiere al primer cinematógrafo del que se tiene constancia en el territorio, ubicado en ese lugar. En el otrora salón Palatino se iniciaron las funciones de cine en Camagüey, allá por 1908.

El avance cultural de la urbe prosiguió y poco tiempo después los teatros Principal y Avellaneda se convirtieron en plazas fijas para las proyecciones. Cuando en 1927 se estrenó en Estados Unidos la primera cinta que incluía sonido, algunos meses más tarde los camagüeyanos ya podían disfrutar de la misma, gracias a la pericia de los empresarios que manejaban el negocio del celuloide.

A partir de entonces, los teatros Social, Apolo y Agramonte adquirieron la técnica para exhibir películas, y abrieron sus puertas las salas Alkázar, Encanto, Casablanca y Camagüey. El deseo de conocer y vivir el invento de los hermanos Lumiere se multiplicó a tal punto que las líneas de los tranvías se extendieron hasta el Teatro Principal, para que las personas de barriadas como Garrido y La Caridad asistieran con facilidad a las tandas de proyecciones. En la década de los ´50 la capital provincial se distinguía por tener una industria consolidada en cuestiones de exhibición y espectáculo. La presencia física de figuras como Libertad Lamarque, Pedro Vargas, Toña la Negra, Pedro Infante y Tintán, entre muchas otras estrellas de la época, dan fe de ello.

Fidel Recio Zayas, más conocido como Tororico, es un personaje que desde esos años transita por los pasillos del cine Casablanca. Repartidor de programas, acomodador y proyeccionista, este hombre de 75 años vive entre las memorias que lo ligan desde su adolescencia al quehacer del séptimo arte. Con cierta añoranza por el sonido del proyector, cuenta que en sus inicios existían tres compañías que manejaban y se repartían las nueve salas de la ciudad. Recuerda que se ponían dos filmes diarios y siempre había uno nuevo.

“La promoción era la clave del éxito. Los dueños inventaban cualquier cosa por llenar sus instalaciones. Se hacían concursos, tesoros escondidos, se regalaban afiches. Había una cadena de publicidad muy fuerte en todos los medios, y por ejemplo, si iban a poner King Kong yo me vestía de mono e iba por toda la calle anunciando la película”.

 

Un Oscar para Casablanca

Luego del triunfo de la Revolución nació el ICAIC. En cada provincia se establecieron sus delegaciones, sucedidas más tarde por los Centros Provinciales de Cine (CPC). Lo que antes fue un sustancioso negocio del entretenimiento pasó a jugar otro papel en la nueva sociedad.

El cine Casablanca se convirtió en el más concurrido del interior del país y solo lo superaban en asistencia los colosos capitalinos Yara y Payret. Un circuito de estreno semanal, con doce horas de programación todos los días, justificaba que durante cinco décadas el 67 por ciento de los espectadores de la provincia acudieran a este establecimiento, así lo narra Armando Pérez Padrón, Vicepresidente de la UNEAC en el territorio, en su artículo Camagüey y su calle de los cines.

Al comienzo del Período Especial, la ciudad contaba con siete cines en activo, pero algunos meses más tarde la situación económica existente forzó a la clausura de algunos, los de la periferia sobre todo. En aquel impacto inicial dejaron de trabajar el Agramonte, el Camagüey y el América.

Pérez Padrón dirigió el CPC desde 1990 hasta el 2007 y rememora que para aliviar esa situación “en el Agramonte abrimos dos ventanas gigantescas al lado del escenario y pusimos a actuar al Circo allí varios meses sin un kilowatt de corriente. También se le entregaron algunos cines a entidades culturales, por ejemplo, el Camagüey pasó al Conjunto Folclórico y el América a la Sinfónica, aunque en ambos casos no pudieron llegar a utilizarlos”.

Al final de la década de los ´90 solo cuatro cines se mantuvieron abiertos, aunque los niveles de asistencia a estos se mantuvieron estables. Incluso el Casablanca conservó la misma programación y la afluencia de público no disminuyó en lo más crudo de esa etapa. Todavía se recuerdan las colas que doblaban la esquina de las calles Ignacio Agramonte y López Recio cuando había un estreno.

 

EL Taller hasta cierto punto

A pesar de la pérdida de varias instalaciones y la falta de recursos, la ciudad se supo ganar un lugar de referencia en la evolución del pensamiento audiovisual cubano. La fundación de la sala de video Nuevo Mundo en 1986, primera de su tipo en Cuba, constituyó el punto de partida de una visión diferente sobre el séptimo arte.

Uno de los eventos que distinguieron a la urbe fue el Taller Nacional de la Crítica Cinematográfica, el cual vio la luz en 1993 como el sueño de unas pocas personas y más tarde se convirtió en un encuentro de reconocido prestigio en todo el país. “Antes del Taller habían críticos, pero realmente no creo que hubiera esa densidad desde el punto de vista teórico. El valor fundamental que le veo es que nos ha obligado a salir de la simple cinefilia para entrar en el pensamiento que intenta describir y explicar sobre el audiovisual en sentido general”, reflexiona Juan Antonio García Borrero, unos de los fundadores del evento.

Luego de la visita del Ministro de Cultura, Abel Prieto Jiménez, a la edición del 2001, se creó la Cátedra de Pensamiento Audiovisual Tomás Gutiérrez Alea, bajo los preceptos de constituir el garante profesional de la realización anual de los talleres y de convertirse en una institución aglutinadora y promotora de lo más valedero de las tendencias audiovisuales contemporáneas.

No obstante, la cita correspondiente al 2011 no se realizó “porque no ha existido un debate por parte de las autoridades de la provincia sobre los presupuestos del Taller, no solo desde el punto de vista económico sino también cultural y del impacto que podría tener en la comunidad. Sería un error creer que el cine es mero entretenimiento, y no considerarlo como un arma ideológica bastante importante. Lo peor que veo en eso es que no hemos sabido defenderlo como algo que nos distingue”, lamenta García Borrero.

 

Cines en lista de espera

La pérdida del Taller Nacional de la Crítica Cinematográfica representó un retroceso para el desarrollo cultural del territorio. Además, el paso de los años hizo que los cines Alkázar, Encanto y Casablanca dejaran de funcionar. Este último, el más emblemático de todos, fue arrasado por los ciclones Ike y Paloma, y actualmente se encuentra en un estado de completo deterioro que deja atónito a cualquiera.

Solo el Guerrero mantiene la prestación de servicios, pero con una climatización a base de ventiladores y un pobre auditorio. Aunque es justo resaltar que en las entregas cubanas de los últimos años se ha visto una buena afluencia de espectadores.

La sala Nuevo Mundo cuenta únicamente con 82 capacidades y es la encargada de asumir la mayoría de los estrenos que llegan a la provincia. Aún así, la poca divulgación propicia que en ocasiones predominen las butacas vacías en algunos de los espacios que brinda.

Eventos como el Almacén de la Imagen y, más recientemente, el Festival Internacional de Videoarte, renuevan un tanto el ambiente audiovisual citadino. De igual forma, la provincia es subsede de otros festivales, entre los que resaltan los de Cine Latinoamericano y Pobre. Sin embargo, la infraestructura existente y la anémica publicidad no permiten una mayor trascendencia de estos certámenes.

En vistas de mejorar esta situación, la Dirección Provincial de Cultura, con el apoyo del Gobierno y la Oficina del Historiador local, posee un proyecto para el 2012 que abarca la reparación de instalaciones simbólicas de lo que el imaginario popular reconoce como “calle de los cines”.

Amaury Basulto Requeiro, director del CPC, explica que se quiere rescatar esa idea cuando se concluyan las restauraciones del Teatro Avellaneda y de los cines Encanto y Casablanca. “Estamos trabajando fundamentalmente en este último, no podemos hablar de cuándo lo terminaríamos, lo que sí podemos asegurar es que se va a comenzar a trabajar en los primeros meses del próximo año.

“Se pretende reanimar también el parquecito que está entre los cines y continuar por Nuevo Mundo hasta los locales de la esquina de Ignacio Agramonte y López Recio. La intención es cubrir un grupo de espacios para actividades de uso múltiple y concebirlos como grandes casas de cultura comunitaria sin perder su objeto social”.

 

Un nuevo mundo

En esta dirección, la Cátedra de Pensamiento Audiovisual Tomás Gutiérrez Alea posee desde hace nueve años un proyecto que pretende establecer un puente entre la tradición y la contemporaneidad.

Sobre lo que se llamaría Complejo Nuevo Mundo, Juan Antonio García Borrero, director de la Cátedra, expresa que se convertiría en un sitio que pueda dar la posibilidad de aglutinar varias manifestaciones del audiovisual. Incluiría una mediateca, libros relacionados con el cine, revistas y películas que en un momento determinado pudieran consultarse.

“No sería un espacio frío donde se pondría una película y nada más, sino una suerte de casa-taller. Hablamos de un lugar donde se respire cine, en un ambiente totalmente distinto y renovador. Lo primero es romper la inercia, hemos encontrado mucha resistencia durante nueve años y sin argumentos”.

Pese a lo positivo que sería concretar este anhelo, las autoridades de la provincia no encuentran viable su realización por el momento. “No es algo que se hace con poco dinero, se necesitan unos cuantos recursos porque lo que se plantea es una modificación del área, del local y es una gran inversión. Está previsto, pero no para el 2012”, aclara Basulto Requeiro, director del CPC.

La materialización de esta idea podría ser un camino para mirar desde otra perspectiva a un fenómeno que cada día amplía sus fronteras y ya no permite hablar solo de cine. Si las formas de distribución y consumo han variado y ahora es más fácil copiar de una memoria flash a otra que ir a alquilar a una videoteca, ¿por qué no crear espacios dedicados a socializar de una manera novedosa el séptimo arte?

Debería otorgársele también un mayor protagonismo a la promoción y la cartelística podría vincularse al talento de las artes plásticas en el territorio, ¿por qué no transformar los lobbies de los cines en galerías? Los medios de comunicación deben asumir igualmente el reto de seducir a un público influenciado por las nuevas tecnologías.

 

Una pelea contra  los demonios

El cine en Camagüey se sostiene por el esfuerzo de algunas personas que todavía creen en el poder de las imágenes en movimiento y perseveran por mantener una tradición que ya forma parte de la identidad de la urbe.

La recuperación de cines emblemáticos solo constituirá un paso de avance en el largo trayecto de erigir un nuevo pensamiento en torno al audiovisual. El peligro reside en convertir salas de antaño en museos de antigüedades.

Ojalá el deseo y la preocupación de los camagüeyanos den la voz de “luces, cámara y acción” lo antes posible para que se pueda escuchar una vez más el sonido del proyector, mientras el haz multicolor vuelve a deslizarse en la oscuridad desde el lente hasta la pantalla grande.

 

 

Publicado el septiembre 9, 2011 en CAMAGÜEY: LO QUE EL CINE SE LLEVÓ. Añade a favoritos el enlace permanente. 3 comentarios.

  1. Rafael Corpas Crehuet

    Excelente articulo, realmente desearia que se pudiera materializar lo antes posible la idea de recuperar los cines de la calle Ignacio Agramonte que tanto se echan de menos en Camaguey, y tambien aunque un poco mas dificil seria bueno que se hiciera otro proyecto similar pero para recupera el colosal cine-teatro Alkazar uno de los mas grandes de la ciudad.

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