Archivos diarios: diciembre 26, 2011

EL LARGO Y ESTIMULANTE CAMINO HACIA UNO MISMO

Por estas fechas es común el canje de mensajes donde las personas se prodigan los parabienes. No por tradicional deja de resultar revelador y hermoso este período en que experimentamos, aunque sea de forma breve, esa sutil armonía con el misterioso Ser que moramos de modo transitorio.

En verdad nunca será fácil la vida para nadie. Es pura ficción eso de que se puede obtener la felicidad para siempre. Siempre habrá personas con menos problemas que otras en el plano económico. Y seguirán existiendo los absolutamente pobres (por desgracia, el número de desesperados por un plato de comida incluso en Nochebuena no es reducido; y también sigue siendo obscena la cifra de los que mueren de hambre cada año, aunque parezca de mal gusto mencionarla en estos días festivos). Las hay cultas, y las hay analfabetas. Como denominador común, sin embargo, encontramos la aspiración al sosiego interior, pues todos buscamos una manera de hacer realidad alguna vez esa paz íntima que tanto libelo de autoayuda se empeña en simplificar. Ganar esa paz se nos ha convertido en la más incurable de las Utopías.

Trato de no autoengañarme. Si dije que la vida no es fácil para nadie en ningún lugar es porque tengo la convicción de que su esencia es trágica. Da lo mismo vivir en Camagüey que en Suecia. Por supuesto que respeto a aquellos que encuentran en los consuelos metafísicos una manera de aliviar los rigores terrenales. Pero la lucha por mejorar nuestras vidas, tal como la aprecio, comienza siempre aquí y ahora, sin que ello signifique que no exista un Dios (y todo el tiempo sabiendo que nos espera el límite último de una finitud que deja inconclusos múltiples proyectos). ¿Esa convicción aciaga me hace descreer del optimismo colectivo que acompaña a estos días? Para nada. De lo que reniego con firmeza es del optimismo inútil, asumiéndome en todo caso como un optimista trágico.

Eso quiere decir que, al menos yo, encuentro un tremendo incentivo para vivir en la posibilidad de conquistar una cuota de autenticidad, aunque sea mínima, en medio de un mundo donde pareciera que ya todo está dictado por “los otros”, o por un sentido común que casi siempre parece un sinsentido. Es arduo, pues para ello hay que ensayar un lenguaje propio, en vez de ir repitiendo el que nos imponen desde nuestro nacimiento. Huir también del fetichismo de los cantos de sirenas, que apenas nos permiten meditar en las potencialidades del individuo concreto que somos. Y sobre todo esforzarse en encontrar nuestra voz propia en medio de tanto ruido efímero.

Quizás eso explique por qué me sigo aferrando al blog, y a los amigos que acuden al mismo. Esta ha sido mi balsa mágica en un viaje liberador que asumo más interior que externo. Contar con la complicidad de tantos (muchos más de lo que alguna vez hubiese soñado), va siendo todo un premio. Un gran estímulo.

Y lo deja a uno en la obligación de desear que ese sentimiento de bonanza espiritual que ahora mismo experimento, se duplique el próximo año en la vida de cada uno de los contribuyentes de esta estimulante disposición afectiva.

Juan Antonio García Borrero