Archivos diarios: diciembre 14, 2011

GUSTAVO ARCOS SOBRE EL RECIÉN CONCLUIDO FESTIVAL DE CINE DE LA HABANA

Juany:

El Festival terminó. Una decadente ceremonia de clausura, donde fueron literalmente despachados los premios, sin brillo, ni emoción, cerró las cortinas de la edición número 33 de este evento. Recuerdo aquellas sensaciones que por décadas despertaba el mismo, entre los que amamos el cine. Una cita trascendente en nuestras vidas, esperada cada año con impaciencia y recibida con extraordinario placer. No solo eran los filmes, sino el ambiente todo que se respiraba en los debates, las conferencias de prensa, las presentaciones especiales, los jardines del Nacional, los pasillos del ICAIC y las fiestas, a las que casi todos podían asistir. El Festival era realmente un acontecimiento que trastocaba la vida de muchos, cineastas, artistas o simples espectadores.

Pudieran decirse muchas cosas sobre estos eventos, contar anécdotas, recordar sus momentos sublimes y también dramáticos. Nada es perfecto, la felicidad no es eterna y aunque eran festivales “en pesos cubanos” todos los disfrutábamos con verdadera pasión. Los tiempos son diferentes y lo que por muchos años fue el casi único evento de cine latino en el mundo, hoy debe coexistir con decenas de ellos, más generosos y promocionados. Pero no será éste, el texto que reflexione sobre la posible pérdida de identidad que tiene el Festival, sobre su concepción y organización actual o sobre las maneras que el comité de selección procede. Por el momento solo me interesa hacer algunas observaciones tomando como centro  el cine cubano y entiendo por ello, a todo lo que en materia de imágenes audiovisuales se viene produciendo en la isla.

Primero: No recuerdo un Festival con tantas películas cubanas terminadas y listas para exhibir. Sobre la mesa de los organizadores han estado filmes intimistas con poéticas singulares y personales como La piscina, Vinci, Chamaco, Marina o La guarida del Topo. Relatos casi minimalistas, rodados en espacios cerrados y con apenas recursos que han compartido cartel con propuestas genéricamente más convencionales, como Fábula o estructuradas sobre diseños de producción y  estrategias de promoción mucho más ambiciosas, como Habanastation y Juan de los Muertos.

Segundo: ¿Qué es el cine hoy? Como responder a esa cuestión pudiera llevarnos demasiado tiempo, solo quiero apuntar que los que piensan el Festival deben actualizar sus ideas al respecto y atender a propuestas que, por ser realizadas en un entorno como el de la televisión, no dejan de tener fuerza e interés artístico, siendo de tanta o mayor validez que las que se realizan por el ICAIC. Ni el  soporte, el medio o el formato deben ser objeto de exclusión hoy. Filmes como Extravíos y Del otro lado del velo, no son menores por el simple hecho de estar generados en la televisión nacional. Hay que entender de una vez que los creadores y las historias interesantes están ahí, y mientras no tengamos una industria competente y estable, con recursos para enfrentar todo tipo de propuestas, los artistas buscaran las formas de sacarlas adelante, a través de aquellas instituciones, grupos creativos o casas productoras que le den la posibilidad. Da la impresión que las obras producidas por la televisión, la Facultad de Medios Audiovisuales del ISA o los grupos alternativos de video están condenadas a ser colocadas en la sección Hecho en Cuba, un profundo saco donde, como un consuelo, cabe “todo lo otro”.

Tercero: El gran suceso del Festival fue Juan de los muertos. La primera película cubana de zombis que capitalizó muy bien una estrategia de marketing que la mantuvo “oculta” al público nacional durante meses, mientras recorría con éxito otros festivales. Tumultos, peleas y largas colas acompañaron sus escasas proyecciones que se vieron coronadas con el Premio del público. Como toda “primera vez”, Juan.., ocupará su lugar en la Historia del Cine Nacional y un análisis de sus valores o deficiencias artísticas quedarán pendientes para otra ocasión. Por el momento, debo resaltar su diseño de producción, tal vez inédito en nuestro contexto, la ingeniosidad de muchos de sus diálogos y la voluntad desmitificadora y arriesgada de sus creadores quienes juegan, se divierten y parodian elementos, figuras y componentes no solo del cine clásico sino del discurso simbólico construido sobre la nación.

Cuarto: Varios realizadores expresaron molestias por la forma en que sus obras fueron apartadas del concurso oficial. Todo evento tiene sus “políticas o leyes” y también su comité de selección. Se trata de un Festival de Cine Latinoamericano, no de cine cubano. Hoy se están produciendo casi una decena de películas al año, cientos de documentales y cortos generados, no solo por el ICAIC, sino también por otras fuerzas creativas. Inscribir las obras no es un pasaporte seguro a su inclusión en el programa principal. Alentadora resulta la reanimación de la producción y mientras más filmes se hagan, mayor deberá ser la ganancia de la industria y el arte del cine en el país. Eso exigiría mucho más a los encargados de seleccionar las películas pues mientras este Festival siga siendo el único y más relevante de su tipo en la isla, tendrán ellos que legitimar (de ahí su responsabilidad) entre cientos de obras, aquellas que verdaderamente representen la mejor búsqueda en el plano estético y artístico. Pudiera decir además que si usted no cree en los festivales, los premios y los jurados, si le parece que todo esto es una pasarela, fuego fatuo, un acto trivial o un juego del poder para congraciarse con los artistas, sencillamente no inscriba su obra pues lo verdaderamente importante es que usted crea en ella.

Quinto: Llamó la atención el radical corte que se le hizo al documental cubano. Solo uno, entre cientos filmados durante el período, fue seleccionado al concurso principal. Los otros, incluyendo también a los cortos de ficción, quedaron ubicados en la sección Hecho en Cuba. ¿ Debemos dar la razón a los que hablan de una profunda crisis del género en el país?. Sabemos que, lamentablemente, hay muchos reportajes o crónicas periodísticas de fuerte marca televisiva que pasan por documentales. Hay una seria confusión en cuanto a lo que se espera hoy, de éste modo de expresión artístico. Sea lo que sea, algo está ocurriendo y tal vez, la marcada “exclusión” sea un llamado de atención a los autores e instituciones que se ocupan de producirlo.

Sexto: Como soñar no cuesta nada, sería oportuna la idea de organizar de forma oficial y “con toda la energía posible” una Semana de Cine Nacional. Un evento anual que permita la inclusión de TODA la obra audiovisual generada en la isla durante un año. Soñar con pre-estrenos de filmes, maquetas y trailers en las pantallas. Diseñar espacios para el debate del cine nacional, el diálogo entre los artistas, el descubrimiento de nuevos talentos, la presentación de nuevos proyectos o la realización de talleres de guiones u otras especialidades. Asaltar las páginas webs, los blogs y los sitios interactivos con reflexiones y comentarios acerca del cine nacional. Comercializar libros, revistas y DVD con los filmes nacionales. Propiciar espacios en las universidades, las comunidades y la televisión donde se hable del cine cubano e interactúe con sus protagonistas. No se trata de una Muestra de Nuevos Realizadores, un Cine Pobre, Santiago Álvarez o un Almacén de la Imagen, eventos todos legítimos y que tienen sus propias convocatorias o limitaciones. Se trata de diseñar una semana de auténtico y único cine cubano, sin premios, ni jurados, una fiesta de imágenes que permita a la industria lanzar sus proyectos, a los creadores alternativos encontrar un espacio, a los autores mostrar sus obras sin importar la edad, el género o el soporte y al público encontrar de nuevo su amor por las salas de cine.

¿Los sueños, sueños son?.

Gustavo Arcos.