Archivos diarios: diciembre 20, 2011

EL AUDIOVISUAL CUBANO EN EL 2011

Esta relación de materiales audiovisuales exhibidos en Cuba este año, y que me envía la directiva de la Asociación Cubana de la Prensa Cinematográfica con el fin de seleccionar “lo más destacado”, puede contribuir a concederle todavía más solidez a las demandas de Gustavo Arcos, Jorge Luis Sánchez y Sergio Benvenuto, en cuanto a la urgencia de implementar nuevos espacios, nuevas estrategias de promoción y exhibición del audiovisual cubano.

En lo personal, no votaré. Una cosa es comentar aquello que más nos ha impresionado en estos últimos doce meses transcurridos, de acuerdo a lo que se ha visto, y otra pretender establecer tablas de valores desde un subjetivismo feroz, con la agravante de que no he podido apreciar ni siquiera la mitad de los materiales que se anuncian.

No critico a quien lo haga, pero a mí me hace sentir incómodo hablar maravillas de diez filmes que han sido exactamente los que he visto, porque son los que el ICAIC distribuye de un modo más o menos “normal”. ¿Qué hago entonces con aquello que sigue siendo rehén de las sombras?, ¿sigo contribuyendo con mi pasiva aceptación de este orden de cosas a legitimar un canon que es diseñado desde un centro de poder? Cada cual que haga lo que entienda pertinente, pero mi criterio es que actuando así, lejos de resaltarse la posible fortaleza del audiovisual cubano, lo que se hace es empobrecer aún más ese concepto ya empobrecido que tenemos del cine cubano.

De todas formas publico la relación en el blog, porque puede funcionar como mapa general, y tal vez estimule a poner en marcha algunas de estas ideas que se vienen comentando aquí.

Juan Antonio García Borrero Lee el resto de esta entrada

NUEVAS REFLEXIONES DE GUSTAVO ARCOS

Juany, Jorge Luís, Sergio, amigos y amigas del blog:

En un post anterior, aprovechando la clausura del 33 Festival de Cine, preguntaba: ¿Qué entendemos hoy, por Cine Cubano? La interrogante es sencilla y aunque muchos pueden considerarla trivial o demodé estoy seguro que tendríamos múltiples respuestas a ella. Decía también, que resultaba alentador apreciar cómo, a pesar de la escasez de recursos, se estaban produciendo una decena de largometrajes al año y cientos de documentales, animados, telefilmes y cortos. Tengo sin embargo la percepción (creo que compartida con muchos otros) que esa eclosión productiva se mueve sobre una superficie irregular, caótica, muchas veces confusa y hasta ilegal. Lamentablemente se observa también una dispersión total de realizadores, un distanciamiento entre funcionarios, creadores, críticos y promotores, una suerte de sálvese quien pueda, donde algunos solo se miran al ombligo, librando peleas individuales, entre insultos y desprecios mutuos, con o sin razón pero que poco favor le hacen al rescate de nuestra cinematografía. Porque de eso se trata, de salvar, recuperar, reconstruir y rediseñar, ese proyecto de extraordinaria trascendencia que fue el Cine Cubano.

Desde hace al menos tres años, por ejemplo, se viene insistiendo en la necesidad de implementar una Ley del Audiovisual que incluya la justa demanda de los artistas del sector a ser reconocidos con creadores autónomos, teniendo en cuenta las nuevas realidades económicas, sociales y tecnológicas que existen en la isla. Se habla incluso de revisar la extraordinaria Ley 169 que hace ya más de 50 años permitió la creación del ICAIC. Se habla de muchas cosas, pero, siento que poco se hace. Como un rompecabezas, tenemos múltiples piezas, pero ninguna imagen concreta. Así que, como dijera Jack el destripador: vayamos por partes.

Es un hecho que la tecnología y el desarrollo actual de los medios ha provocado una atomización de la producción audiovisual. Las Escuelas de Cine, los talleres y cursos alternativos y la pasión que muchos sienten por este arte, ahora al alcance de millones, genera un tipo de creador autosuficiente o autónomo que piensa y trabaja bajo diferentes formas de producción. La dinámica de la creación ha cambiado completamente en la isla y las instituciones, las leyes o el gobierno deben de una vez encarar este asunto que ha sido dejado, como los griegos, para las calendas. Hay un extraordinario talento que se pierde pues cree encontrar fuera “de las industrias oficiales” o el país, su verdadero y rápido camino al éxito. Son pocos los jóvenes que encuentran real estímulo en producir dentro de la “industria” pues encuentran mayor libertad creativa y beneficios salariales, conformando pequeños grupos artísticos para ser contratados. No son pocas las obras realizadas bajo el sello ICAIC que han sido conformadas en algunos de sus momentos, sobre todo si de posproducción se trata, en entornos privados. La realidad es que hoy, la mayor parte de los creadores pide, se les otorgue un marco legal y justo para ejercer de forma independiente sus oficios y habilidades. Pagarían sus impuestos y tendrían las mismas obligaciones y derechos que cualquier otro ciudadano del país. Pero no resulta cómoda esa ley para el Estado quien, dueño de los medios de difusión y las salas de cine, ha determinado hasta el día de hoy, qué, cuándo y cómo se ve una obra audiovisual. Un “destino manifiesto” que se ha vuelto inoperante, barrido por las múltiples formas de realización, promoción y difusión alternativas, existentes.

Ese panorama fragmentado reporta igualmente la notable apatía del espectador cubano que apenas va al cine durante el año y que ha encontrado miles de resquicios ( burlando también las leyes) para ver filmes, series, programas de televisión, espectáculos deportivos y de todo tipo, sin necesidad de moverse de sus hogares. Ya no es el Estado, sus instituciones culturales, o sus medios de difusión los que deciden lo que vemos, sino el vendedor de discos piratas de una esquina o un amigo con una antena parabólica. Tal desafío cultural no ha encontrado una respuesta coherente, ni responsable en las instituciones. En el campo del cine vemos como los festivales y eventos languidecen, por la falta de presupuestos o de conceptos que los legitimen. Casi todos se parecen y sus organizadores no cuentan con amparo legal para realizar formas de autogestión que los lleven más allá de puntuales experimentos de laboratorio, que rara vez se integran a la comunidad y la trasciendan una vez finalizados. La promoción del cine nacional es sosa e insuficiente, las copias piratas de nuestros filmes y documentales llenan los estantes de los vendedores particulares que a rio revuelto obtienen las ganancias de los pescadores, porque, a fin de cuentas, cuándo “la industria oficial” se preocupó por lanzar casettes o discos con los filmes nacionales. Se llegó tarde a este mercado y solo tímidamente se han visto en los meses recientes algunos lanzamientos en soporte DVD de nuestras producciones. ¿Dónde hay tiendas para adquirir estas películas? ¿Cuántas hay en la isla, especializadas en los productos asociados a la industria del cine? ¿Qué ocurrió con las decenas de salas de video que serían administradas por la UJC o la AHS? ¿Por qué si el audiovisual está en el centro de nuestras vidas no se imparte en ningún nivel de nuestra enseñanza? La carencia de espectadores o de su inmovilismo ha llegado al punto de reconvertir nuestras maravillosas salas, en sitios para conciertos de agrupaciones populares, shows humorísticos y… ¡transmisiones de futbol internacional!

Los espectadores, sin embargo están ahí. Solo hay que ir a buscarlos y motivarlos a que dejen por un rato sus telenovelas y series para que regresen al cine. Pero estoy hablando de un cine donde pueda disfrutarse de un auténtico espectáculo de imágenes y sonido, no un local maloliente y descaracterizado que proyecte oscuras figuras en movimiento. Apoteósica por ejemplo, ha sido la recepción de filmes como Habanastation y Juan de los muertos. Pero atención, ambas son producciones gestadas desde espacios, grupos y sujetos que se mueven en la periferia de la industria oficial. Sus propios realizadores y equipos de producción, integrados mayormente por jóvenes sin aparente experiencia, han empujado con eficacia ambos proyectos utilizando diseños de promoción mucho más agresivos y funcionales que utilizan espacios tradicionales como virtuales. Los resultados son evidentes y muestran una señal de que hay que articular nuevas formas de pensar el cine si se quiere con seriedad rescatar ese valor para la cultura nacional.

Gestar una Semana de Cine Cubano, no debe verse como una competencia, ni sustituto al Festival de La Habana, ni a ningún otro. Es una urgencia. Se trata de diseñar un espacio para que el cine cubano todo, encuentre su lugar. Un sitio para dialogar con los espectadores, los críticos, los especialistas y los artistas que lo hacen posible. Una verdadera fiesta de imágenes y proyectos, una muestra sin rivalidades, premios, ni competencias, que dedique cada día sus jornadas a la exhibición de nuestras películas, sin limitaciones por su género, soporte, extensión o formas de producción. Un lugar que honre a nuestros artistas y técnicos, jóvenes y veteranos, mujeres y hombres que se sientan mimados por el público y las casas productoras para las que trabajan. Debe ser una vitrina y un lugar de encuentros, que promocione el cine y el audiovisual nacional, pero que también lo piense, debata y avizore su destino. Y cuando hablo de cine cubano incluyo por supuesto todo aquel realizado dentro y fuera del país por cineastas cubanos, por todos aquellos que sin importar el sitio donde se encuentren hoy, sientan que esta pequeña isla del Caribe sigue siendo su lugar, su cultura, sus sueños y su pasión.

Gustavo Arcos
Diciembre 2011