Archivos diarios: septiembre 22, 2008

MAYUYA

El pasado 12 de septiembre el ensayista Ambrosio Fornet presentó el libro “Catálogo del Cine Cubano 1897- 1960”, de la investigadora María Eulalia Douglas. Aún no lo he visto, pero me hubiese gustado participar en ese acto, pues habría sido un modo de poner en evidencia la gratitud que siento ante la obra de Mayuya, como todos la conocen.

No sé qué tiempo lleva María Eulalia Douglas metida en estos asuntos, pero a juzgar por el grosor de su producción investigativa, debe ser toda una vida. Esa obra, increíblemente, ha tardado décadas en llegar al público. Esto es una impresión personal, pero a veces pienso que ello se relaciona con la aversión que la autora ha demostrado a la búsqueda de protagonismos. Cualquier editorial hubiese calificado de privilegio contar en sus catálogos con algunas de esas investigaciones, tomando en cuenta, además, el arraigo que tiene entre los cubanos el cine nacional. Sin embargo, Mayuya ha debido vivir la paradoja de verse citada una y mil veces en textos que se olvidan al instante, mientras que sus inéditos permanecían en las sombras.

De sus libros, el que más me atrae es “La tienda negra”. Con este volumen, puede asegurarse que ya Mayuya aportó a la historiografía del séptimo arte en la isla, uno de sus momentos más amenos y lúcidos. Es una cronología que se lee como una novela. De hecho, “La tienda negra” (junto a la “Cronología del cine cubano”, el clásico de Arturo Agramonte que en la actualidad enriquece Luciano Castillo), promete convertirse en el punto de partida ineludible para todos aquellos que ensayen investigar con seriedad el tema.

Lo contradictorio está en que “La tienda negra” es, de todos los volúmenes que han hablado del cine cubano, el peor difundido, en tanto la modesta edición realizada en su momento por la Cinemateca de Cuba, apenas permite ofrecer una mínima idea del formidable trabajo realizado por su autora. Y es que se sabe que no basta con la calidad del volumen, sino que son imprescindibles ciertas estrategias publicitarias que permitan insertar el mismo, ya no en el mercado, sino en los circuitos académicos.

Algunos me dirán que “La tienda negra” es lo opuesto de esa “Historia” totalizadora que nos ha acostumbrado a la Historia-relato, con su clásica distribución de personajes, acontecimientos, y felices (o infelices) desenlaces. Pero precisamente lo que me conquista de “La tienda negra” es la sobriedad de su enunciado, la capacidad para persuadirnos de que cualquier intento de contar una “Historia total” está condenado al fracaso, y que lo que más debiera importarnos es el ejercicio de una “Historia profunda”.

“La tienda negra” es un texto raro dentro del conjunto de prácticas investigativas relacionadas con el cine cubano, y su rareza lo hace hermoso, imprescindible a la hora de entender aún más la riqueza de este hecho que en todos estos tiempos hemos estado llamando cine cubano. Lo he releído varias veces, como quien regresa a las páginas de una novela, y me ha sido harto placentero percibir a través de la información que ofrece, la aventura que indiscutiblemente significó la llegada del cinematógrafo a nuestras tierras, pero también su entronización en nuestro imaginario colectivo.

Juan Antonio García Borrero