Archivos diarios: septiembre 21, 2008

EL DULCE VICIO DE LO MISMO CON LO MISMO

Si la libertad para pensar y repensar críticamente nuestra condición está en la esencia del ser humano, entonces, ¿por qué los seres humanos nos resistimos tanto a llevar la herejía de la imaginación más allá de los límites conocidos?, ¿miedo a soñar otras maneras de ser?

Hay quien delega la responsabilidad de ese estado de cosas en las circunstancias que les rodean. Culpan a los grupos dominantes que reprimen aquellas versiones de la realidad que no coincidan con las de ellos, pero es que más allá de la esfera pública, esta adicción a “lo mismo con lo mismo” se nota incluso (o sobre todo) en los contextos menos relevantes.

El otro día visité el zoológico de la ciudad. A veces voy allí porque me gusta observar cómo nos comportamos nosotros (los animales llamados humanos), frente a otros animales más feroces, aunque en no pocos casos, más nobles. Viendo ese comportamiento gregario, y del que también soy contribuyente, imaginé otra de las posibles versiones del Sergio de “Memorias del subdesarrollo”. ¿Se imaginan a ese personaje reencarnando de aquí a un tiempo en ese mono que me mira compasivo, y tal vez repita muy quejoso para sí: “siempre los mismos gestos, las mismas palabras”?

Nadie escapa de esos mecanismos homeostáticos que garantizan la constancia interior de nuestro organismo, aún cuando “allá afuera” el mundo se esté acabando. Lo he vivido lo mismo en Cuba que en España. Nos gusta la estética (mejor dicho: la estática) del “aquí no pasa nada”. Nos excita ser, al mismo tiempo, la víctima y su asesino, y siempre con la coartada del psicoanálisis por delante: así podemos culpar a nuestros padres de una abulia que percibimos impropia, y nunca al individuo que, en esa gran enramada que somos en sociedad, elige ser lo que es. O peor aún, lo que no es.

Juan Antonio García Borrero