PRIMERAS IMPRESIONES A PARTIR DE UN FORO SOBRE CONSUMO AUDIOVISUAL EN CUBA

Como formé parte del grupo de personas (Pedro de la Hoz, Magda Resik, y Luciano Castillo) que organizó en lo teórico el recién concluido foro “Consumo audiovisual en Cuba: arte, cultura, educación, y tecnología” (auspiciado por la UNEAC), no me corresponde a mí evaluar su saldo final.

En lo personal salí satisfecho del encuentro, porque logramos un clima de discusión donde alcanzaron visibilidad muchas de nuestras diferencias (a veces irreconciliables), pero donde jamás se perdió de vista el respeto a las personas que expusieron sus ideas, las cuales fueron expresadas con absoluta franqueza.

La idea de organizar este foro sobre consumo audiovisual en Cuba surgió a raíz de algunas inconformidades que en su momento mostré en el blog, tras la celebración del pasado Congreso de la UNEAC, que para mí fue frustrante. En este sentido, debo agradecer públicamente a Abel Prieto el apoyo brindado a mi sugerencia de organizar un encuentro donde tuviésemos la oportunidad de debatir a fondo y sin prejuicios, muchos de esos problemas con los que hoy debemos lidiar desde las instituciones culturales, relacionados con el llamado consumo cultural informal, y la emergencia de nuevos públicos (que más bien deberíamos llamar usuarios).

Para mí este encuentro confirmó lo que ya sospechábamos: a diferencia de épocas anteriores, en las que el intelectual ocupaba un lugar privilegiado en la producción de modelos de pensamiento que podrían sustentar una actitud ante la vida, ya fuera desde un aula, desde una revista influyente, o desde un programa de televisión de gran popularidad, hoy ese rol de arquitectos de la realidad cultural más profunda y arraigada lo juegan otros. Eso implica un tremendo desafío para lo que hasta hace un tiempo conocíamos en este país por “vanguardia intelectual” (agrupada fundamentalmente en la UNEAC), un desafío de tan descomunales proporciones que explica la sistemática manifestación de pesimismo que escuché en más de una ocasión a lo largo del encuentro.

Fue intencional que en el diseño de los ejes temáticos del evento ampliásemos el perímetro de aquello que se discutiría. Hoy el consumo cultural en Cuba (como en buena parte del planeta) ya no podría entenderse como algo exclusivo de las estrategias trazadas desde un centro que pudiera asociarse al Ministerio de Cultura, por ejemplo. El paquete que alquilan semanalmente los cubanos, por mencionar una de esas modalidades que ahora mismo construyen de una manera silenciosa los imaginarios del consumidor de audiovisuales de nuestro país, adquiere sentido a partir de lo que sucede en el área de las nuevas tecnologías.

La no comprensión de esos fenómenos tecnológicos, aún cuando se enarbolen por parte de los “decisores de políticas culturales” la mejor de las voluntades por salvar lo mejor del arte, lo único que traerá es confusión y un crecimiento de ese pesimismo al que aludíamos antes. Por otro lado, las aulas tradicionales ya están recibiendo el impacto cotidiano de ese desarrollo incesante de dispositivos que propicia que cada año se reciban en esos sitios, legiones de consumidores de nuevo tipo, formados desde edades tempranas, en un nuevo régimen de distribución del ocio.

Lo interesante, más allá de los lamentos paralizantes, sería pensar una plataforma común que ayude, no a establecer falsos diques que a la larga no impedirán nada, sino que garanticen un trabajo cultural encaminado más a la inclusión que a la exclusión. A ese pesimismo que advertí en algunos de los que hablaron en ese par de jornadas, sigo oponiéndole lo que llamo el saludable optimismo trágico.

Juan Antonio García Borrero

Publicado el noviembre 4, 2014 en Uncategorized. Añade a favoritos el enlace permanente. 1 comentario.

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