Archivos Mensuales: agosto 2011

OTRA PAUSA

La próxima semana no estaré por acá, así que el sitio recesará durante ese tiempo. Nos vemos al regreso.

JAGB

LA «COCOONIZACIÓN» DEL CINE EN CUBA

La tendencia parece imparable, tal como lo había vaticinado en los noventa la consultora de marketing Faith Popcorn, al detectar que en lo adelante habría una propensión a refugiarse en casa, y desde allí, ordenar compras, fomentar el mercado electrónico, o el empleo a distancia. Llamó cooconing a esa tendencia, porque nada mejor que la imagen de un capullo para sugerir ese repliegue al ámbito protector de lo doméstico.

En Cuba todavía está lejos de vivirse el apogeo de esa mercadotecnia electrónica desde lo privado, y sin embargo, ya el consumo del audiovisual nos está mostrando de una manera bastante explícita cómo podría comportarse en un futuro esta modalidad. Basta examinar la popularidad cada vez más creciente de esa práctica a través de la cual se alquilan “paquetes” de programas televisivos y filmes para disfrutar  “en familia”; por lo general, en esos paquetes suelen encontrarse los estrenos más novedosos de Hollywood, y por supuesto, los del cine cubano, ya sea producidos por el ICAIC o de modo independiente a esta institución, incluso más allá de la isla.

Ante un fenómeno así, cabría preguntarse: ¿desaparecerán las salas de cine ante el empuje vertiginoso de esas tecnologías que tienden a privatizar un placer (el placer de ver un filme) que antes era colectivo? Es una buena pregunta que merece no una buena respuesta, sino una buena investigación. Para empezar, tendríamos que estudiar con seriedad hasta qué punto el espectador cubano promedio ha visto afectado su horizonte de expectativas con estos cambios tecnológicos.

Ya en lo personal, no creo que desaparezcan esas salas públicas (como no desaparecerán los estadios a pesar de la calidad de las transmisiones televisivas), pero sí pienso que no se debe insistir en recuperar los cines “tal como eran antes” sin tener argumentos mínimos que nos indiquen qué es lo que espera el espectador moderno. Pero ese estudio del receptor contemporáneo sigue siendo una asignatura pendiente en nuestro país.

Juan Antonio García Borrero

 

GUSTAVO ARCOS SOBRE LA COCOONIZACIÓN DEL CINE EN CUBA

Juany:

Muy oportuno tu comentario sobre esa tendencia que se viene produciendo en nuestro país a consumir (y disfrutar) en privado, obras audiovisuales de las más disímiles naturalezas. No hace ni dos meses que en un espacio que organizamos en la UNEAC habanera, discutimos estas nuevas prácticas de consumo. Allí estaban representantes de dos centros: el Juan Marinello y el de Investigaciones de la TV cubana, quienes en fechas relativamente recientes, habían realizado encuestas y pesquisas sobre el comportamiento del consumo en la población cubana. Fueron muy reveladores estos datos y aunque se circunscribían a una población radicada en la capital, recuerdo que por ejemplo solo el 4,6% de los encuestados escogía al cine como lugar donde pasar el tiempo libre, muy por debajo de otras actividades como ver TV, escuchar música, dormir, pasear, charlar con amigos o leer.

En Ciudad de la Habana se ha producido un extraordinario crecimiento en el otorgamiento de las licencias para ejercer como vendedores de discos, con filmes, programas de entretenimiento, novelas y videojuegos. Lo curioso es que estos nuevos “oficios”, que a todas luces se ejercen gracias a la piratería de los materiales, están amparados por el Estado, al otorgarles “patentes de corso” para esta función a los que la ejercen. A algunos de estos cuentapropistas no les interesa la calidad de los filmes o productos que ofrecen, sino la venta pura y neta. En tal sentido se viene imponiendo el concepto cultural (¿?) del Combo. Una actual interpretación del viejo lema: Hacer más con menos. Reconvertido ahora por muchos de estos vendedores “del placer visual” quienes ofrecen comprimidas, varias películas en un solo disco DVD, afectando notablemente su calidad, imagen y sonido. Ofertas de combos con 5 películas de Van Damme, Stallone o Diesel, pueden ser las de mayor demanda. Como son de alta aceptación los shows mexicanos o miamenses donde las personas se insultan y golpean unas a otras en el estudio.

Como el ensayo de Eco, tenemos apocalípticos e integrados. Los que ven estas nuevas opciones como un fenómeno diabólico y aún más embrutecedor y los que lo ven con esperanza en tanto, nos hacen ciudadanos intelectualmente más libres y es que la OPCION, la posibilidad de escoger entre múltiples ofertas, no ha sido desde hace tiempo el punto fuerte de los cubanos. El asunto es que da igual cómo lo mires porque no por ello dejará de impactar en nuestras vidas. Es algo que llegó para quedarse. Entonces, ¿cómo dialogamos con esta realidad? ¿Cómo las instituciones, los que controlan los medios masivos y los que diseñan las políticas culturales pueden interactuar con tales circunstancias? No me parece que éstas tengan claro, cuál es aquí su papel. Creo que por el momento, se ven desbordadas ante tal impacto tecnológico.

Las nuevas tecnologías diversifican ineludiblemente estas prácticas. También nos colocan ante un nuevo reto cultural. Ya no tenemos solamente que “disfrutar” de las imágenes, o conocer la versión del mundo y las cosas que nos daba Papá Estado. Ahora las oportunidades de entretenimiento y conocimiento se han ampliado para todos en el país y aunque sigue siendo la televisión y su programación habitual la fuente principal de información y placer que utilizan los cubanos, cada vez los soportes y materiales alternativos ganan mayor protagonismo en nuestras vidas. Ese cambio, operado gracias a las tecnologías, implica una nueva revolución cultural, cuyo impacto social no ha sido aún calculado.

¿Por qué cada vez nuestros espectadores concurren menos a las salas o ven menos nuestra tv? Es que el cine ha dejado de ser para millones de cubanos una opción real, un espectáculo, un espacio ideal para las relaciones sociales, o una experiencia colectiva de disfrute sensorial. Encaminados al disfrute individual, o a la conformación de nuevas comunidades virtuales reunidas por la afición hacia un tipo de cine u obra, el filme a toda pantalla ha dejado de ser atractivo para las nuevas generaciones de cubanos, que han crecido viendo las películas en sus videos caseros, la televisión o las computadoras. Eso ha generado un nuevo espectador, al que por cierto, no parece importarle mucho la calidad artística o técnica de una obra, sino el ansia de ver, disfrutar y poseer. Una suerte de fiebre por ver “lo último”,  o quizás lo que siempre les fue denegado y denostado: los programas de Miami, los concursos, las novelas rosas y los shows humorísticos- musicales.

De esto pudiéramos hablar largo rato. Es un extraño fenómeno de consumo y distribución alternativa que al mismo tiempo resulta paradójico cuando se nos ha dicho durante décadas que somos el país más culto del mundo. Un país que cada vez en mayor medida consume con voracidad los espectáculos más mediocres del planeta. Entonces el análisis adquiere otra dimensión. ¿Saturación del mensaje en nuestros medios? ¿Necesidad de evasión hacia otra realidad? ¿Conocer lo prohibido? ¿Curiosidad? ¿Placer por placer? ¿Retórica y falta de rigor artístico en nuestros medios? ¿Exceso de didactismo en nuestras programaciones? Y por cierto, ¿dónde están las alternativas audiovisuales generadas por las instituciones? Me refiero a opciones que logren competir y satisfacer esta demanda. ¿Dónde están las tiendas de video? ¿Dónde pueden adquirirse películas cubanas? ¿Dónde hay un mercado regular y coherente para los productos audiovisuales del país? ¿Dónde pueden los interesados adquirir filmes de culto, de realizadores relevantes, cine de género o experimentales? ¿Dónde están las tiendas de videojuegos, canciones infantiles, programas juveniles, animados, científicos o de corte histórico? ¿Cuándo la Tv nacional dejará de mirarse el ombligo y comenzará a pensar en el público? ¿Por qué nuestras series, programas de entretenimiento, policiacos y musicales o informativos suelen ser tan anticuados y aburridos? ¿Por qué no pueden los cubanos disfrutar en nuestra Tv de los grandes torneos deportivos de disciplinas como el beisbol o el baloncesto de gran arraigo popular?

Volviendo al cine, es raro encontrar  filmes en 35 mm. ¡Hasta en los Festivales o Semanas de cine las películas llegan en soportes DVD! Las salas en la capital han tenido que cerrarse por decenas y muchas de las que funcionan no tienen la más mínima calidad técnica, faltan lunetas, aire acondicionado y la higiene en los baños y pasillos deja que desear. El cine de barrio desapareció y los otrora cines grandes y de lujo para los estrenos, ofrecen pálidas exhibiciones que alternan su programación con conciertos de música popular bailable o partidos de futbol internacionales para los cuales, por cierto tienen colas espectaculares. Las recaudaciones por concepto de entrada en taquilla son irrisorias y muchas veces las funciones se suspenden por falta de espectadores. ¡Hasta la sala del Chaplin, la mejor del país, se ha visto amenazada con el cierre! ¿Por qué la experiencia de las multisalas, que salvó a gran parte de los exhibidores de todo el planeta, no se ha extendido a otros sitios de la ciudad o el país?

No solo es un problema que ha venido acumulándose, deteriorando estos locales, su razón de ser y su función cultural, sino que tal descalabro ha impactado en el gusto del público, su cultura y también su comportamiento cívico. Espectadores que gritan o hablan en las salas, que corren por ellas o tiran objetos al escenario. Rechiflas, carcajadas, burlas a situaciones que viven los personajes en la pantalla y otros lamentables comportamientos pueden observarse frecuentemente en nuestros locales de exhibición. No hay apenas promoción de filmes, ni carteles, ni anuncios en las marquesinas, o la entrada, en fin que el desastre se esparce por todas las esferas, relacionadas con el espectáculo cinematográfico.

Para todas estas cuestiones parece existir una justificación, una razón superior, un criterio “lógico”. No es cuestión aquí, de señalar con el dedo a los responsables de tal retroceso cultural, puesto que de ese asunto hay mucha tela o cabezas que cortar, pero lo que viene ocurriendo desde hace más de una década con las salas de cine, la educación de nuestro pueblo y la exhibición, resulta una vergüenza. Por eso aplaudo una obra como Habanastation que ha vuelto a reconciliar el público con las salas. ¿Cuestión de suerte? ¿Será la luz al final del túnel?

Un saludo desde La Habana

Gustavo Arcos

 

ABELARDO MENA O EL CINE ES PARA LLEVAR A LAS NOVIAS

Pese a su objetividad, el aporte de Gustavo parece inclinarse más- desde sus acentos- hacia la versión apocalíptica» del fenómeno.

Debemos levantar la mirada por encima del Malecón, y otear la situación del cine en el mundo. Del cine como espacio social. Revisemos las estadísticas en España o EEUU, y veremos resultados semejantes. La caída en la asistencia de los espectadores al cine, y el aumento en el visionaje privado de los mismos materiales. Lo mismo sucede con la venta de música en CD, contra el aumento de la presencia de la música en streaming.

¿Es que acaso alguien puede competir, por ejemplo, contra la oferta de cine de todo el mundo que ofrece Netflix por solo 8 usd al mes, en la pantalla de tu monitor? Y que incluye filmes cubanos, y en buena cantidad…..

Solo Hollywood, y probablemente Bollywood, logran maniobrar frente a esta situación, recurriendo al estreno de megaproducciones que incluso así, solo alcanzan a evitar los números «rojos».

Lo que nuestra población está haciendo es aprovechar el potencial democratizador de los medios digitales. Una vez más, adelantándose a la imprescindible creación de empresas estatales de distribución audiovisual que -soportadas en el famoso cable desde Venezuela- podrían ofrecer el cine más valioso, de ahora y de la historia del cine, pagando las licencias correspondientes. Si nadie cubre esta demanda, siempre habrá un emprendedor que lo haga. Benditos sean, ¡no tenemos derecho a esperar!

Respecto a los distribuidores privados de series, filmes, etc, por favor, no los demonicemos. Sus gustos son tan variados como diversos son los espectadores. El «mío», por ejemplo, solo distribuye series de TV de gran calidad, esas mismas que desde HBO han sacudido el carácter elitista del cine de autor en 35 mm. Ahora mismo disfruto «Cuéntame como fue», serie española sobre la España de Franco y la transición. ¿Es que alguien en su sano juicio va a sintonizar la producción nacional de dramatizados frente a la calidad de estas series?

Otro tema es la situación de los cines en Cuba. Hay que refuncionalizarlos, convertirlos ya sea en multisalas o en otros espacios de interacción comunitaria (cine-teatro-restaurant) con participación sustentable de capital estatal y/o privado. Creo que la asistencia popular a las salas durante el festival de cine latinoamericano muestra que la cultura cinematográfica del cubano permanece imbatible, pese a todo. Reencontrar este público con sus cines será fruto de una intensa labor de promoción. Una que recupere esa maravillosa costumbre que, cada sábado de pase de la beca, practicábamos en la adolescencia: el cine es para llevar a las novias.

pd: ¿Y Camagüey, ya recuperó el cine?

Sin más,

 

Abelardo Mena

 

JORGE PUCHEUX SOBRE EL CINE EN LOS TIEMPOS DEL AUDIOVISUAL

Hola Juany, Uds siempre tan acertados en sus comentarios y Post. Muy interesante este tema que no solo es cubano el asunto, que lo es también mundial. Un tips de  acá. Los cines como tales se han convertido en estacionamientos para autos, sobre todo los que estaban en el Centro de la ciudad. Luego aparecieron las salas de videos, de ahí se pasó a las salas de videos multiculturales, ya sabes, exposiciones de pinturas, fotos, pláticas, Talleres, café, teatro, etc, de ahí aparecieron los cine múltiples, con tecnologías en 3D y sonido  más allá de lo real¡¡¡, Butacones de primer mundo, casi sofás, estos son los que han triunfado, solo que se encuentran dentro los famosos Moles de tiendas, cafeterías, juegos para niños, salas de juegos en general, heladerías, Bares, Discotecas. Solo así han permanecido la gente asistiendo al CINE, para luego pasear por todos el Mol, saludar amigos, dejarse ver sus mejores ropas, etc.

Pero, últimamente, muchos jóvenes han vuelto al pequeño salón de cafetería- heladería- exposiciones-teatro y cine. En estos lugares se dan encuentros con los realizadores, gentes de los medios, pintores, conversatorios de cine. Se realizan muestras de cine universitario o de Escuelas de Cine, Festivales internacionales, muestras rodantes de lo mejor de los Festivales Nacionales y extranjeros. Son lugares pequeños pero con muy buen gusto, bien diseñados,  y agradables, donde te tomas un café, un helado y escuchas una conferencia sobre tal película o se debaten también, y qué decir del Internet. Salitas para estos fines. Yo ya me ido acomodando a estos eventos. Me agradan y me siento útil, pues hasta colaboro. Y sí pienso que es hora de comenzar a pensar en todo esto.

Es indiscutible que se viene encima como un tornado. Y mira que sí, que lo sacude  todo, ya verán.

Un abrazote y sigan adelante,

Jorge Pucheux (desde México)   

SOBRE LAS EGOTECAS

Debo confesar que el tema de las autoalabanzas es algo que genera en mí curiosidad. Dejando a un lado esas actitudes donde el sujeto “se cree cosas”, para decirlo en buen cubano, y es fácil detectar la ansiedad por ocupar puestos privilegiados en el circo social, uno puede encontrar momentos donde es perfectamente entendible la acción. Si no hubiese sido por lo que esos hombres (muchas veces incomprendidos y castigados en su época) hablaron de sí mismos, tal vez todo hubiese quedado en la oscuridad.

Algunos de esas autoalabanzas contienen un nivel de ingenio francamente envidiable, como ha conseguido registrar Gregorio Doval en su libro “Florilegio de frases envenenadas”. Anoto algunas de las que más me han divertido:

“Una de mis principales frustraciones durante mis años en el teatro es que no podía sentarme entre el público y mirarme” (John Barrymore)

“¿Circunstancias…? ¡Yo hago las circunstancias!” (Napoleón Bonaparte)

“He concebido al menos un gran amor en mi vida, del cual fui siempre el objeto” (Albert Camus)

“Hay algunos días en que creo que voy a morirme de una sobredosis de satisfacción” (Salvador Dalí)

“Nací en 1939. El otro gran evento de aquel año fue el estallido de la Segunda Guerra Mundial, pero por el momento aquello no me afectaba” (Clive James)

“Nací modesto… pero no me duró” (Mark Twain)

“Lo peor es cuando has terminado un capítulo y la máquina de escribir no aplaude” (Orson Welles)

Y estas tres de Oscar Wilde:

“Debemos ser modestos recordando que los demás son inferiores a nosotros”

(A un oficial de inmigración a su llegada a Nueva York): “No tengo nada que declarar, excepto mi genio”

“Nunca viajo sin mi diario. Uno debería tener siempre algo sensacional que leer en el tren”.

Dije que me han divertido estas y otras muestras de autoestima desorbitadas, porque uno descubre allí una salida ingeniosa que es difícil de encontrar en el común de los mortales. Pero al mismo tiempo sé que hablamos apenas de eso: ingeniosidad efímera. La suerte trágica del último Wilde nos confirma que, incluso los genios que logran trascender, forman parte de un conglomerado existencial donde aquellos individuos que tienden a destacarse un poco con cualquier actividad, o se empeñan en construir su propio camino, por lo general terminan cuestionados con alevosía o severamente ignorados por quienes los rodean. Jacinto Benavente lo ilustraba de un modo tajante: “El lujo de ser mejores que los demás hay que pagarlo; la sociedad exige un tributo que ha de pagarse en tiras de pellejo”.

Este exabrupto encuentra su mejor fundamentación filosófica en las descripciones que hace Heidegger de “el ser-sí-mismo cotidiano y el uno”. Coexistir con “los otros” (sobre todo cuando no estamos vinculados por algo afectivo) siempre implica tener en cuenta un reglamento intangible que nos dicta cómo debemos comportarnos para no parecer excéntricos, o llamar demasiado la atención. En el co-estar ya no hay un “yo” orgulloso de sus posibilidades, sino que nos debemos por entero a un “nosotros” impropio, o al “Uno”, como lo argumenta de modo genial Heidegger:

“En la utilización de los medios de locomoción pública, en el empleo de los servicios de información (periódicos), cada cual es igual al otro. Esta forma de convivir disuelve completamente al Dasein propio en el modo de ser “de los otros”, y esto, hasta tal punto, que los otros desaparecen aún más en cuanto distinguibles y explícitos. Sin llamar la atención y sin que se lo pueda constatar, el uno despliega una auténtica dictadura. Gozamos y nos divertimos como se goza; leemos, vemos y juzgamos sobre literatura y arte como se ve y se juzga; pero también nos apartamos del “montón” como se debe hacer;  encontramos “irritante” lo que se debe encontrar irritante. El uno, que no es nadie determinado y que son todos (pero no como la suma de ellos), prescribe el modo de ser de la cotidianidad”.

En este sentido, la autoalabanza podría interpretarse también como un intento de romper ese poderoso bloqueo que establece el “uno” a todo lo que pretenda rebasar lo convencional, o quebrantar ese pacto silencioso que el individuo cuando nace encuentra pre-establecido en el convivir mediocre y cotidiano. Visto desde este ángulo, alabarnos nosotros mismos tendría un valor indiscutible, ya que contribuye a recuperar parte de eso singular e irrepetible que encarna cada ser humano en su tiempo de existencia. Los problemas llegan, sin embargo, cuando la necesidad de alabanza pública pasa a ser más imperiosa que el fomento de las obras propias, que casi siempre requieren del silencio y la soledad.

Creo que en una época como la nuestra, donde el gregarismo nivelador se empeña cada vez más en uniformar los gustos, las maneras de opinar o vestir, los modos de asumir la sexualidad, es importante que el individuo cobre conciencia de lo que significa ser algo irrepetible en medio de la diversidad. Pero sin que el autoengaño lo lleve a pensar que el universo ha sido creado para su propia gloria. O no entender que eso de ser mejores que otros no pasa de ser una conjura de circunstancias. Hay que aprender a reírse de esos excesos traicioneros del ego, y sentir que la humildad a la hora de enfrentarse al mundo es un buen camino para encontrar la grandeza propia.

Juan Antonio García Borrero

PD: La reflexión anterior ha tenido su origen luego que leyera una vez más la presentación que Luciano Castillo hiciera de Otras maneras de pensar el cine cubano. Un falso sentido de la modestia a veces me ha empujado a no usar el blog como plataforma meramente promocional, y más bien estimular la discusión colectiva. Ahora creo que es un error. Al menos en este caso. Lo que escribió Luciano es muy importante para mí, y solo yo soy el responsable de decirlo en público. No debo esperar a que los demás lo expresen por mí. Y si este es mi blog, entonces deviene imperdonable que no lo utilice para dejarles a los míos otro testimonio de lo que ha sido una hermosa (y no pocas veces convulsa) relación de amistad intelectual y personal. Resalto esto porque no es muy común encontrar entre colegas que trabajan el mismo campo (en este caso el cine cubano) este nivel de complicidad y cooperación mutua. Aquí les dejo con lo escrito por el hombre que hace más de veinte años me inició en el vicio del cine en su, nuestro, Camagüey…

JAGB

OTRAS MANERAS DE PENSAR EL CINE CUBANO

Luciano Castillo, 23 de junio de 2011

Existen disímiles maneras de aproximarse al cine cubano, desde aquella castradora de algunos de los miembros del núcleo fundador del ICAIC, acatadores de la ominosa política de borrón y cuenta nueva, promotora del surgimiento de un nuevo cine, pero no de una cinematografía nacida en 1897; la nostálgica de quienes —impasibles frente a los tiempos que corren— permanecen aferrados a la producción de los dorados años sesenta que tantos clásicos aportara; la discriminatoria de los que se acercan armados de criterios reduccionistas; la indiferente de esos exégetas del «tediometraje» que prefieren ignorarlo por completo —si bien se jactan de estar actualizados sobre las más radicales tendencias del cine contemporáneo— hasta el modo limpio, desprejuiciado, todo un ejercicio de libertad, de investigadores e historiadores rigurosos en grado superlativo, como es el caso de Juan Antonio García Borrero.

Incentiva a este camagüeyano, nacido el 8 de septiembre de 1964 —exactamente treinta y cuatro años después del estreno de La Virgen de la Caridad por el pionero Ramón Peón— el ánimo de revelar los entresijos, recorrer vericuetos sin temor a perderse, descubrir páginas olvidadas, iluminar zonas oscuras, trascender los hechos, delimitar etapas, desbrozar senderos antes apenas hollados, señalar falencias, apuntar méritos, especular sobre el futuro sin desdeñar el presente ni dar la espalda al pasado y, como un genuino «desfacedor de entuertos», reivindicar nombres eliminados de un plumazo, profundizar en determinadas contradicciones, enfrentar temas tabúes o voluntariamente relegados, aventurar conclusiones, atisbar en las perspectivas del relevo generacional y establecer nexos entre los procesos conformadores del cine criollo de todos los tiempos, inmerso en las circunstancias históricas donde fue generado.

Primero cerró de un rotundo portazo aquella tan acuciosa etapa inicial en que puso al acceso de los cinéfilos cubanos —desprovistos hasta entonces de bibliografía sobre el tema—, varios muy completos libros relacionados con el tan llevado y traído premio Oscar. Juan Antonio dirigió entonces su atentísima mirada hacia nuestro cine hasta devenir el pensador y ensayista por antonomasia. Ningún estudioso o crítico que se respete puede ya prescindir del conjunto de libros publicados por él como fruto de una muy afanosa y paciente labor historiográfica. Allí están la Guía crítica del cine cubano de ficción (2001), libro de referencia obligada como pocos al que no han hecho la justicia requerida; La edad de la herejía (2002), Cine cubano de los sesenta: mito y realidad (2007), Cine cubano: nación, diáspora e identidad (2007) e Intrusos en el paraíso. Los cineastas extranjeros en el cine cubano de los sesenta (2009). Estos tres últimos títulos, aparecidos en España, ameritarían su publicación en Cuba, algo extensivo también a Julio García-Espinosa: Las estrategias de un provocador (2001), coordinado por él para la Fundación Festival de Cine Iberoamericano de Huelva. No puede obviarse tampoco por su modesta edición territorial las envidiables BLOGuerías, selección de algunos textos aparecidos en su no menos consultado blog Cine cubano, a pupila insomne, creado en el 2007, que proclama desde su frase promocional: «Un blog sobre el cine cubano, su crítica y su público».

Otras maneras de pensar el cine cubano, pertenece a la hornada de publicaciones de la Editorial Oriente del año 2009, que se alzara con otro merecidísimo Premio de la Crítica Literaria en el 2010. Este sello asumió la bibliografía íntegra sobre el cine nacional en momentos en que la inercia e inactividad de Ediciones ICAIC se había prolongado a extremos alarmantes e inconcebibles. Felizmente, ante la inusitada y bienvenida revitalización de las publicaciones por el ICAIC, la firma santiaguera no ha excluido esta temática de su política editorial, honrada por los resultados obtenidos.

El reputado crítico británico Michael Chanan describe desde el Prefacio el propósito cardinal de Juan Antonio al reunir esta decena de ensayos dispersos: «Él cree que cuestionar la sociedad es una función intrínseca del cine, y que la representación de la realidad social en la pantalla es más rica cuanto más crítica. Es un decidido partidario de la idea de que el ojo del cineasta no ha sido nunca, ni podrá ser inocente».

Una lectura del índice del volumen —al cuidado de la minuciosa editora Consuelo Muñiz (hija de uno de los furibundos soñadores con una industria fílmica en la isla)— permite percatarnos de la pluralidad de enfoques del autor acerca de asuntos abordados con auténtica obsesión, rasgo del que no debe carecer ningún investigador para que su visión no sea la de un insensible forense: «Cine cubano: Historia, historiografía y postmodernidad», «Sobre las fuentes y el narrador en la Historia del cine cubano», «Algunas provocaciones en torno al cine cubano: Nacionalidad, nacionalismo y cubanía», «De Primary a PM: La recepción del cine directo en Cuba», «Cine cubano post-68: Los presagios del gris», «Las iniciales de la ciudad (La libertad expresiva en el cine de Fernando Pérez)», «Los pronósticos de la imagen (Sobre el audiovisual joven en Cuba)», «El miedo a soñar (Algunas reflexiones sobre el futuro del cine cubano)», «Breve introducción al discurso audiovisual de la diáspora cubana» y «Arquitecturas invisibles (Diez notas sobre el imaginario fílmico en Cuba y Latinoamérica». Otras maneras de pensar el cine cubano deviene por derecho propio brújula capaz de indicar los puntos cardinales para orientarnos en una compleja cartografía, como si estos textos adquirieran el rango de fotogramas en movimiento.

Cualquier cinemateca del mundo se enorgullecería de contar con un investigador, ensayista e historiador de la envergadura, el profesionalismo y la constancia de Juan Antonio García Borrero —obstinado en llamarme maestro cuando tanto aprendo de él—; sin embargo, hasta la fecha, este jurista con vocación fundacional a quien debemos la génesis del Taller de Crítica Cinematográfica amenazado ahora con desaparecer, prefiere resplandecernos a todos con cada nuevo libro desde su vetusta casa en la calle Bembeta número 723. En los alrededores, Virgilio Piñera se paseó durante su estancia camagüeyana, Adalberto Álvarez improvisó sus primeros sones, y también correteó y jugó pelota hace mucho el sobrino más prieto del poeta, ese que luego pasara a la historia de nuestro cine con el nombre inconfundible de Nicolás Guillén Landrián.

 

 

 

HABANASTATION (2011), de Ian Padrón

Muerto el homo cinematographicus en la isla, parecía difícil que el cine cubano pudiese reanimar, aunque fuera de modo eventual, esas salas que más que salas sugieren ser ahora el camposanto fílmico donde levitan sin paz las almas de miles de ex-cinéfilos, a lo largo y ancho del país. Habanastation (2011), el primer largometraje de ficción de Ian Padrón, ha conseguido el milagro de la resurrección, y esto le añade su cuota de mérito a una película que tal vez nunca se propuso esos índices de recepción.

Quizás toda referencia al filme debiera empezar por allí: por tasar los resultados de acuerdo a las dimensiones del empeño inicial. Ello nos ahorraría el desliz de reclamarle a la obra lo que nunca prometió. Nos ayudaría a entender que uno no va al cine para ver la película que quisiéramos haber hecho, sino para ingresar en un mundo que, de acuerdo a la destreza de los realizadores, podrá resultarnos atractivo o insoportable. Los que hacen cine (y ahora por extensión, construyen historias audiovisuales en los más diversos soportes), saben que en última instancia deben responder por sus habilidades para construir universos autónomos, y no exactamente por duplicar de modo dócil la imagen de aquellos que (re)conocemos en nuestra vida cotidiana.

Hay que agradecer la seguridad con que en todo momento Ian Padrón asume esto último. El desenfado con que retorna a ese viejo oficio de cuentero que nos hacía olvidar esas exigencias de “realismo” que, de adulto, anteponemos a lo que nos cuentan, para regalarnos una fábula en su estado más puro. Habíamos olvidado esa agradable sensación que fue la que posibilitó que el cine, en su primer siglo de existencia, alcanzara con rapidez el respaldo que obtuvo.

Al homo cinematographicus que he llegado a ser yo mismo, llegó a faltarle la inocencia de los primeros días, y le ha sobrado la impaciencia por “razonarlo” todo, por desmitificarlo todo: sin darnos cuenta comenzamos a exigirle a los cineastas lo mismo que a los políticos, a los científicos, a los periodistas, a los paladines de la ética: apego a la verdad. Sin notarlo hemos terminado siendo policías por cuenta propia del mensaje fílmico. No tuvimos reparos en ceder buena parte de esa inmensa libertad que significa explorar por un rato topografías invisibles en los mapas trazados con soberbia por los hombres, y nos hicimos otra vez esclavos de las mediocres expectativas de los demás. Si de niño agradecíamos del cine las “emociones”, ya de adultos hemos olvidado el contrato original de suspensión de la incredulidad, y le demandamos “argumentos” con el fin de demostrar o descalificar nuestras propias tesis sobre la realidad. Al final no pretendemos otra cosa que domesticar al cine, convertirlo en algo demasiado predecible: en una recámara de ecos y quejas impersonales.

Cuando veo una película como Habanastation siento que me devuelven a una edad que ya se me antoja prehistórica. Y no estoy aludiendo al hecho epidérmico de que se trata de una aventura protagonizada por niños, sino que me recuerda ese tiempo en el cual lo que importaba era seguir las peripecias de esos personajes inventados por los cineastas, insertarse con ellos en los escenarios propuestos, ayudar a los protagonistas a sortear las dificultades que se les presentaban, y sentir que, aún encendidas las luces de las salas, estos siguen haciendo de las suyas en nuestras mentes.

Ello pareciera sencillo de conquistar, y sin embargo, entre nosotros es un escollo de marca mayor por lo que de algún modo he sugerido antes: dado nuestro contexto tan peculiar, involuntariamente esperamos del cineasta cubano un compromiso explícito con la realidad inmediata que, en cambio, jamás echamos en falta en un realizador de Hollywood. Por eso es que resultan tan raras en nuestras producciones las historias de piratas, de extraterrestres, de brujas, o fantasmas.

En nuestro imaginario esto no encajaría por ningún lado con la prestigiosa política de autor, que supuestamente demanda el tratamiento de asuntos más “transcendentales” y reales. Dentro de este conjunto de descalificaciones maniqueas cae también el cine infantil, o mejor, el cine interpretado por niños. No es casual que a lo largo de casi cuatro décadas, en la producción de ficciones del ICAIC apenas figurase un material de estas características: el mediometraje Arrecifes (1974), de Miguel Fleitas.

Ian Padrón debió lidiar entonces con un déficit de tradición institucional en cuanto al género con el que ha decidido debutar en el largo de ficción. Ni siquiera la excelente Viva Cuba (2004), de Juan Carlos Cremata, fue producida por este instituto, instituto donde, paradójicamente, sí ha existido toda una escuela del dibujo animado orientado a los más pequeños, y en la cual descuella como uno de sus principales líderes, si no el principal, justo el padre de Ian (y del célebre Elpidio Valdés): Juan Padrón. Esto último, aunque extra-cinematográfico, tengo la sospecha que debió ser otro gran desafío, pues, ¿quién se siente cómodo enfrentando expectativas que no nacen del juicio hacia la obra propia, sino de las comparaciones con lo que ya existe y ha sido canonizado?

En Habanastation, Ian Padrón confirma lo que se insinuaba en su emotivo Fuera de liga (2007): primero, una fidelidad hacia la urbe capitalina que, para quienes no vivimos en ella, podría rozar con lo irracional; y segundo, apego a la exposición compleja del asunto, no obstante el aparente convencionalismo de la representación. En su caso, lo interesante nunca es registrar la realidad como pareciera que es, sino proponernos nuevos niveles de percepción allí donde lo cotidiano nos ha hecho invisible la existencia misma.

Se sabe que si algo distingue al arte de la moral, por ejemplo, es que en el primero es posible encontrar alternativas a aquello que en lo segundo ya ha sido dictado como un imperativo, como un dogma que no se puede evadir. El artista es hereje porque saca a relucir lo artificial y mediocre de ese universo unidimensional en el cual ya aparece todo prescrito, y los seres humanos terminan adocenados por las reglas sociales. En el universo creado por el artista, como en la vida misma, lo predecible está prohibido.

Esa voluntad del azar que experimentan los dos protagonistas a lo largo del filme, esa vocación por vivir la vida como un juego (trágico, pero juego al fin), es a mi juicio lo que le ha concedido a Habanastation una frescura inusual, y con ello el respaldo mayoritario de su público. Respeto las interpretaciones (ya sea a favor o en contra) que apenas han tomado en cuenta el lugar y la época en que se desarrolla la historia, pero si quiero ser coherente con lo que expresé con anterioridad, debo admitir (aún a riesgo de decepcionar a Ian Padrón) que a mí lo que menos me interesó de la historia fue su supuesta habananidad, sino en todo caso, su universalidad. La Cuba fabulada por el cineasta en su filme (una de las tantas Cubas posibles de construir en pantalla), elude de modo inteligente cualquier tipo de caracterización cristalizadora para, en cambio, estimularnos a viajar en la geografía espiritual.

Y que ese viaje tenga su origen en la mirada de unos niños, que ese viaje hacia ese mundo por explorar o construir se inicie en ese puerto siempre abierto a la aventura, que es la infancia, me estimula aún más, porque nos invita a poner en su lugar, aunque sea por un rato, ese amargado aprendizaje de la decepción (como lo nombra en un hermoso texto el estudioso José Luis Brea) en que, por lo general, termina constituyéndose el acceso a la más altisonante madurez.

Juan Antonio García Borrero

Otra entrada sobre Habanastation en el blog:

A propósito de Habanastation (2011) de Ian Padrón

PD: Acabo de leer la excelente reseña de Luciano Castillo en La Jiribilla. Atención con  la nota al pie donde nos dice:

«A la producción del cine prerrevolucionario pertenecen las coproducciones mexicano-cubanas Ángeles de la calle (1953), de Agustín P. Delgado y El tesoro de Isla de Pinos (1955), dirigida por el uruguayo Vicente Oroná, e interpretadas fundamentalmente por niños en personajes creados para sus radionovelas por el afamado Félix B. Caignet, promotor de estas versiones fílmicas a través de la compañía Cub-Mex S.A., a la que estaba vinculado».

La nota está muybien porque le concede visibilidad a los antecedentes que ha tenido en el cine cubano el trabajo con los niños, pero aún así sigo afirmando que el primer trabajo serio en esta línea lo aportó Miguel Fleitas con su Arrecifes, el cual apenas ha sido comentado por la historiografía oficial.

UNA POLÉMICA Y ALGUNOS COMENTARIOS A PROPÓSITO DEL PERFECTO NEOANALFABETO

El pasado viernes el escritor Víctor Fowler me hizo llegar a través del correo electrónico sus primeras consideraciones sobre el post El perfecto neoanalfabeto, las cuales originaron entre nosotros un intercambio de puntos de vista. Como no tengo acceso al blog desde casa, y debía esperar a que abrieran hoy lunes la UNEAC, decidí circular esas ideas a través del email. Ello permitió que, en el transcurso de ese par de días, se sumaran otras reflexiones, como las de Esteban Morales y Abelardo Mena.   

Pienso que el tema merece este tipo de análisis y debate desprejuiciado, por lo que cuelgo las mencionadas reflexiones, e invito a aportar ideas que nos ayuden a entender un poco mejor este nuevo fenómeno asociado al desarrollo de las sociedades de la información y las nuevas tecnologías.

JAGB  

VÍCTOR FOWLER SOBRE EL PERFECTO NEOANALFABETO

Juany estimado, con El perfecto neoanalfabeto una vez más consigues entregar un post inquietante. En semejante espíritu de inquietud, me gustaría llamarte la atención sobre el reverso de algunas cosas que afirmas (o que, a mi entender, no rechazas con suficiente energía).

Primero debo decir que me pareció de pésimo gusto aceptar sin más que el “analfabetismo funcional” tenga como componente la “carencia del idioma que se universaliza en la red, el inglés”. En realidad son muchos los que consideran que la dominancia del inglés en la red no es un hecho casual, sino una muestra más de imperialismo lingüístico en contra del cual hay que luchar.

Supongo que te percates de lo horrible que es exigirle a un individuo pobre que desee ser aceptado como “alfabetizado” no sólo leer a Proust, Cervantes y Thomas Mann, sino además manejar una computadora (con cabal comprensión de sus posibilidades) y, para colmo, ser un usuario “funcional” del idioma inglés.

No sólo es horrible, sino muy tristemente burgués y entreguista, elaborado en obediencia a la utopía de un universo donde sólo es importante la comunicación corporativa (perdona, pero no hay mejores palabras).

Si lo anterior es negativo, peor aún ocurre cuando tú (exactamente entre las personas que con más fuerza entre nosotros clama por la extensión del uso de las nuevas tecnologías) olvidas lo que la tecnología, como tal, es, sus paradojas y caminos de desarrollo simultáneos.

Si bien, tal y como señalas, “es muy común encontrar personas que a diario tropiezan con los escollos que propicia adquirir un ticket para un concierto a través del ordenador, reservar vuelos económicos mediante el teléfono, rellenar los formularios para obtener un empleo que se oferta en la red, o trabajar “a distancia”, también es un hecho que la tecnología aspira a ser un conjunto de herramientas “utilizables” y por ello los programas o softwares (no uno en concreto, sino el abanico de los que puedan existir alrededor de un tema o acción) son diseñados para lo mismo llenar expectativas del usuario altamente profesional que para “allanar” el camino hacia los “cuasi-analfabetos” que se inician en el nuevo medio.

Lo tercero a comentar es lo extemporáneo de la siguiente frase, donde se trata como deseo abierto al futuro algo que ya existe: “Tomando en cuenta lo anterior, sería útil preguntarnos si no será hora de proponernos en el país lo que podría ser una segunda Campaña de Alfabetización”. Cuando se habla de impartir clases de computación en las escuelas cubanas es de eso de lo que se habla; otra cosa es si las tales clases son mejores o peores, los programas de estudio útiles o no, la dotación tecnológica en las escuelas, etc. ¿Para qué se introdujo esa nueva asignatura en las escuelas cubanas sino para la segunda Campaña de Alfabetización?

Al hablar de la retroactividad del analfabetismo tecnológico (el hecho de que quien no lo es hoy puede serlo mañana) los autores del diccionario definen el lugar de la sociedad desde el cual les interesa analizar el presente: “… el caso sufrido por miles de directivos de nivel medio a la hora de afrontar una renovación tecnológica en sus empresas”. Pero si bien es cierto y sumamente importante lo anterior, también es necesario recordar que un sanador, un griot, un cuentero, y muchos centenares de millones de personas en la humanidad encarnan un tipo de realidad que desborda los estrechos límites del manejar una computadora y leer comandos en idioma inglés.

A veces lo que pareciera más amplio y rupturista (el mundo de las nuevas tecnologías) es una camisa de fuerza limitante y que torna mediocre la imaginación.

Que el deseo de mayor cantidad y libertad en el uso de la computadora no nos lleve a adorar la tecnología como nuevo fetiche.

Víctor Fowler Calzada


RÉPLICA DE GÁRCÍA BORRERO A VÍCTOR FOWLER

Querido Víctor:

Agradezco la réplica que haces al post El perfecto neoanalfabeto. De eso se trata. De someter a debate todas las ideas, de recuperar la extraviada tradición que había en este país, donde era común encontrar en la esfera pública a dos o más intelectuales discutiendo con pasión y respeto entre sí, cuestiones que atañen a la comunidad, y no a un grupo o individuo en específico.

En tus reservas al texto en cuestión encuentro puntos legítimos, y otros que más bien provienen de una retórica sentimentalista que, a fuerza de reiteración, se le suele achacar a eso inefable que llamamos “izquierda”. Como a ambos nos interesa pensar la justicia social por encima del feroz “sálvese quien pueda” capitalista, supongo que yo también deba incluirme en esa zona del pensamiento social. La diferencia quizás esté en que, a estas alturas, veo de pésimo gusto (apelando a tu propia terminología) el uso y abuso demagógico de la palabra “pobre”, con el cual pretendemos describir mesiánicamente a un sujeto impersonal destinado a ser salvado gracias a nuestra buena conciencia. Como si la buena conciencia bastara para evitar el malestar de sabernos con mejor suerte que los excluidos, o los que no tienen nada.

Para empezar, me gustaría que desterraras de este debate esa terminología, porque como se anota en el post, “Este nuevo tipo de analfabetismo no distingue sexos, cargos o cuentas corrientes. Seguramente, ésta es su particularidad más llamativa pues, hasta hace bien poco, pobreza y analfabetismo se encontraban en relación de causa-efecto y, sobre todo, formaban un círculo vicioso del que era difícil salir. Sin embargo, las causas del nuevo tipo de analfabetismo pueden ser muy diversas y, al no ser tan evidentes ni tan conocidas como las del modelo clásico, pueden pasar desapercibidas tanto a los individuos como a las empresas e instituciones”.

No digo que nos olvidemos de los pobres. Solo pido que miremos de modo realista y crítico un fenómeno absolutamente nuevo que va más allá de esas configuraciones mentales a las que apelamos a diario, para pensar las estrategias que podríamos trazarnos como nación en este escenario inédito en el cual, un ciudadano sin demasiada cultura letrada, pero hábil con el uso de las nuevas tecnologías, puede llegar a desenvolverse en la vida de un modo más desenfadado que aquellos que se han cultivado en los recintos académicos más prestigiosos. Insisto en que el analfabetismo funcional “está muy ligado a la incomprensión de las nuevas tecnologías y de sus ventajas, no a la ignorancia de una de sus partes”, y eso es lo que marcaría la diferencia entre sujetos que, aún siendo pobres, intuyen las ventajas que podrían propiciarles el dominio de estas nuevas técnicas, y otros que, tal vez ricos y/o instruidos, se desentienden de algo que forma parte de la esencia de la época y permanecen en posiciones francamente reaccionarias.

Me inquieta que hayas interpretado que hago de la tecnología un fetiche ante el cual me arrodillo de modo dócil. Tal vez si lees de modo aislado este post, esa impresión sea inevitable. Pero si aplicaras una perspectiva de conjunto, sobre todo examinando las ideas discutidas en este sitio a lo largo de sus cuatro años de existencia, tendrías que arribar a otra conclusión. Digamos que en este sentido me siento bien próximo a la posición de Heidegger al comentar hace ya medio siglo, cuando todavía la revolución electrónica ni siquiera se insinuaba del modo en que hoy lo impregna todo:

“Para todos nosotros, las instalaciones, aparatos y máquinas del mundo técnico son hoy indispensables, para unos en mayor y para otros en menor medida. Sería necio arremeter ciegamente contra el mundo técnico. Sería miope querer condenar el mundo técnico como obra del diablo. Dependemos de los objetos técnicos; nos desafían incluso a su constante perfeccionamiento. Sin darnos cuenta, sin embargo, nos encontramos tan atados a los objetos técnicos, que caemos en relación de servidumbre con ellos”.

Creo que lo interesante sería comenzar a pensar y discutir esa relación de servidumbre que inevitablemente se ha entronizado en nuestra cultura, más allá de las posiciones ideológicas de los individuos, desde perspectivas menos manidas. Para ello tendríamos que ensayar nuevas maneras de expresar esas ideas que, por novedosas, necesitan un lenguaje fresco. En el caso de tu réplica, me da la impresión de que lo que conviertes en fetiche es el lenguaje mismo utilizado durante todo este tiempo en las justas confrontaciones de los más pobres contra un Poder (o mejor, conjunto de poderes) que lo tritura todo; quiero decir, el lenguaje que apela de modo melodramático y exaltado a ese sujeto impersonal que te mencionaba antes, y que luego de hacer su confesión pública, sigue dejando en las sombras la verdadera realidad que, como diría Borges, siempre es invisible. Porque al final, Víctor, es precisamente la hegemonía de esa retórica inflada, llena de frases hermosas, pero huecas, lo que nos ha impedido contribuir a un debate serio donde sea el individuo concreto, y no el abstracto, el que merezca toda la atención.

Para finalizar, porque me gustaría que otros aportaran ideas y no convertir esto en un diferendo entre dos, discrepo cuando dices que ya en nuestro país se ha iniciado esa segunda Campaña de Alfabetización. Lo anoté en el post original y ahora lo reafirmo: no se trata solo de enseñar a las personas a manejar una computadora, sino impulsarlos a que mantengan con esas tecnologías un espíritu creativo y liberador. ¿Cómo lograrlo? Ahí está el detalle, como diría ese gran filósofo de la vida que fue Cantinflas. Al menos yo, que ya me califiqué de neoanalfabeto, no tengo la respuesta. Por eso es que expongo en público mis inquietudes, porque solamente con un debate plural y desprejuiciado podríamos salir de ese círculo vicioso en el cual apenas alcanzamos a visualizar lo que quienes fomentan esas tecnologías, están interesados que veamos como el único mundo posible. El desafío es tremendo; algo así como volver a andar tras los pasos perdidos.

Te abraza, siempre cordial,

Juan Antonio García Borrero

 

DÚPLICA DE VÍCTOR FOWLER A LA RÈPLICA DE GARCÍA BORRERO

Hermano, es evidente que no entendiste lo que señalé como malestar ante tu texto. Además de la retórica, Juany, los pobres existen; en oposición a ello, me divierte imaginar que en tu comentario (al fin) pobres y ricos quedan hermanados en algo: el desconocimiento. Lo que me disgusta de tu posición es la ausencia de toda sospecha mientras que los estudiosos de la red nos revelan que todo esto que hablamos sobre nuevas tecnologías es una realidad referida sólo a una sexta parte de los seis mil millones de habitantes de la humanidad. Según tu contra-propuesta, ¿debo entender que sencillamente me pides suprimir la cantidad restante?

Me horroriza cómo eres capaz (no sé a nombre de qué, por favor, explícalo) de asumir que una realidad cuyo sentido es esencialmente empresarial no tiene nada que ver con las diferencias entre clases sociales. Recuerda que son los autores del diccionario que citas quienes enfilan su interés hacia las consecuencias del analfabetismo tecnológico en el medio empresarial; de hecho, directivos incapacitados para afrontar una renovación tecnológica en sus empresas son lo principal que -según tus citas- les interesa. Por tal motivo, ni siquiera notas (ni te incomoda) el salvaje imperialismo cultural implícito en la nueva obligación de aprender inglés para poder ser funcional.

Si de discutir se trata, no sé qué significa que «un ciudadano sin demasiada cultura letrada, pero hábil con el uso de las nuevas tecnologías, puede llegar a desenvolverse en la vida de un modo más desenfadado que aquellos que se han cultivado en los recintos académicos más prestigiosos.» La verdad de tu frase depende del verbo reflexivo «desenvolverse», el adjetivo «desenfadado» y el complemento de lugar «en la vida»; sin embargo, ¿acaso vale lo que dices para «toda» la vida o sólo para sacar un tickect a la entrada del metro?

¿No es una ilusión ese «ciudadano sin demasiada cultura letrada», suerte de pícaro de las nuevas tecnologías, habilísimo, pese a que no se cultivó en un recinto académico prestigioso? ¿Cuál es el límite a partir del cual tu propuesta empieza a ser una mentira ridícula e infantil? Por ejemplo, ¿un juicio, la consulta médica para una enfermedad gravísima, la composición de una sinfonía, la compra de una casa, la inversión de dinero en la bolsa?

Creo que en la historia de Cuba nadie como tú ha escrito tanto en contra de algo a lo cual denomina «la cultura letrada», pero sin que nunca exista una explicación clara de a qué se refiere. Vuelvo a hacerte una pregunta, e imaginemos que existiera una persona con todas estas capacidades a la vez: ¿estamos diciendo que es posible ejecutar a Mozart, leer a Cervantes, liderear un partido político, implantar un récord mundial en100 metrosplanos y ser «infuncional»? ¿»In-funcional» con respecto a qué? ¿No deriva esta convicción de la utopía tecnológica de una sociedad en la cual las comunicaciones han sido reducidas al nivel de comandos a teclear o teclas e íconos a pulsar?

¿Qué es ser «funcional»? Según tú, ¿qué hay que hacer con las nuevas tecnologías para ser aceptado o calificado como «funcional»? ¿El que descarga un libro de la red… es funcional (sin importar si lo lee o no, si lo comprende o no?) ¿Y el que no sabe descargar, pero leyó en pantalla 100 obras maestras que compró en un CD-Multimedia, entonces no es funcional? ¿Pueden todos ser «funcionales»? ¿Es una necesidad universal real ser «alfabetizado» en nuevas tecnologías? ¿Para mandar e-mails? Dicho de otro modo, ¿a partir de cuál límite la fraseología desarrollista es ideología en estado puro, mandato?

Recuerdo una simpática historia -referida al diseño de un software de búsqueda en una biblioteca pública- donde se solicitó a los programadores que hicieran su trabajo teniendo en cuenta la mente de un niño de 7 años. Esa otra mitad, donde la tecnología continuamente busca ser más «accesible» vía una simplificación mayor es algo que escapa de tu lectura. Es decir, como mismo instaura una realidad nueva intenta transformar lo nuevo en uso común.

Finalmente, cualquier camino de creatividad y liberación (por cierto que no veo cómo diablos empata esta salida humanista tuya con el respeto al liderazgo empresarial) comienza por aprender el a, b, c de las nuevas tecnologías. El programa cubano para la enseñanza de computación en las escuelas quiere, como cualquier otro, establecer un sub-suelo mínimo a partir del cual vendrán otras transformaciones. Lástima, eso sí, que no haya más máquinas, conexión a Internet u otros beneficios, pero ello es harina de otro costal.

ALGO MÁS SOBRE “EL PERFECTO NEOANALFABETO”

Víctor querido:

Como buen polemista que eres, has sabido aplicar de una manera maravillosa aquello que recomendaba Schopenhauer en aquel conjunto de reflexiones en torno al arte de debatir: “Si el adversario nos solicita explícitamente alegar algo en contra de algún punto concreto de su afirmación pero no tenemos nada adecuado, tomamos el asunto de manera general y argumentamos así en su contra”.

Esto se nota sobre todo cuando me impugnas que “Lo que me disgusta de tu posición es la ausencia de toda sospecha mientras que los estudiosos de la red nos revelan que todo esto que hablamos sobre nuevas tecnologías es una realidad referida sólo a una sexta parte de los seis mil millones de habitantes de la humanidad. Según tu contra-propuesta, ¿debo entender que sencillamente me pides suprimir la cantidad restante?”.

El post original, Victor, y lo puedes comprobar releyéndolo, habla de lo que acierto a percibir en el país que vivo, con sus muchísimos contrastes y sus múltiples posibilidades, sus limitaciones y riquezas aún por explotar.  Por supuesto que sé que la pobreza existe más allá de la retórica, que la desigualdad social generada por el capitalismo ha terminado por excluir de una vida mínimamente decorosa a esa monstruosa cantidad de seres humanos que mencionas, pero mi interés, ahora mismo, es contribuir a enriquecer ese proceso de emancipación cultural que se inició en Cuba conla Campañade Alfabetización de 1961, y que amenaza con estancarse o retroceder si no se toma en cuenta lo que viene sucediendo con la revolución electrónica.

Por eso, para que esto no se nos convierta en un diálogo de sordos, y porque además, admito que te asiste razón en la argumentación general, te propongo que reduzcamos la reflexión a lo que podría concernir a los cubanos. Es decir, hablemos del aquí y el ahora, y en este sentido te rogaría que dejes de mirar a Cuba como algo aislado de ese mundo empresarial y ajeno que según tú los autores del diccionario intentan legitimar con su texto: Cuba ya está formando parte de ese mundo ferozmente competitivo, como lo va demostrando todo ese conjunto de medidas económicas que se vienen implementando, y si no pensamos desde ahora en esa alfabetización tecnológica de la que hablo, los índices de exclusión social resultarán francamente traumáticos. Por otro lado, ese “salvaje imperialismo cultural” que tanto te incomoda, desde hace mucho tiempo está activado entre nosotros, y acaso seas tú el que ahora no nota las modalidades amables en que convive en nuestras propias casas. Combatirlo de un modo retórico no tiene sentido; se necesitan prácticas de resistencia o acciones concretas que aprovechen lo positivo que puedan tener esas tecnologías domesticadoras para ponerlas en función de nuestros intereses puntuales.

Dices en algún momento: “Me horroriza cómo eres capaz (no sé a nombre de qué, por favor, explícalo) de asumir que una realidad cuyo sentido es esencialmente empresarial no tiene nada que ver con las diferencias entre clases sociales”. Esto me parece una vulgarización de las inquietudes que he intentado expresar en el post (que además, es simplemente un post). El hecho de que absolutices la cuestión de las clases sociales solo está fomentando el monstruoso equívoco que tantas tragedias ha traído a la humanidad en la noble idea de construir el socialismo: suprimir a los individuos mismos, con sus pulsiones, sus aspiraciones, sus ansias de libertades, con el fin de legitimar identidades colectivas que tendrían la razón histórica, y con ello la coartada perfecta a través de la cual justificar todo tipo de desmesura. Ahora te preguntaría, ¿es que enla Cubasocialista lo empresarial nunca ha contado, y no se incrementan hoy esas diferencias sociales que comentas en abstracto?

Para no hacer demasiado extensa esta reflexión que me provocan tus impugnaciones, trataré de satisfacer tu curiosidad en cuanto a mis reservas con “la cultura letrada”. En principio, lo que otras veces he combatido en el área de la crítica del cine ha sido lo que llamo “la dictadura de los críticos”. No me opongo, obviamente, ala Ilustración(al menos en sus aspectos básicos), pero sí cuestiono (y me cuestiono) la cosificación de esos saberes adquiridos, y sobre todo, el gesto autoritario que supone heredar una tradición e imponerle a la mayoría esos patrones que en verdad están respondiendo a la visión que un grupo tiene de la realidad.

Para conectar lo que venimos debatiendo con el aquí y el ahora de nuestras dinámicas culturales (incluyo, por supuesto, al cine), creo que en este campo todavía no hemos aprehendido el espíritu de la época. Todavía sigue siendo dominante entre nuestros intelectuales el afán decimonónico de publicar en revistas como La Gaceta de Cuba o Temas antes que explorar las ventajas que brinda Internet. Desde luego que esto no es absoluto y tampoco abogo por la desaparición de esos espacios; hablo apenas de lo que percibo como una tendencia en la que puede encontrarse, como excepción, lo que hace Desiderio Navarro con esa formidable biblioteca digital que ha conformado y circula por diversos medios, y que me gustaría conocer cuántos de nuestros intelectuales utilizan o contribuyen a enriquecer. Me apresuro en aclarar que no estoy haciendo apologías de sitios digitales como este mismo blog, cuya repercusión en la sociedad se sobrevalora; hablo de comenzar a pensar de un modo distinto nuestras estrategias culturales con el fin de alfabetizar tecnológicamente a la población.

Y por ahora paro. Para mí ha sido un buen debate, que me ayuda a tomar en cuenta ángulos del asunto en los que no había reparado. Espero que en un futuro ese “programa cubano para la enseñanza de computación en las escuelas” contribuya a emanciparnos, y no a  hacernos más esclavos de las máquinas, y de quienes las controlan.

Un nuevo abrazo,

Juan Antonio García Borrero

ESTEBAN MORALES A PROPÓSITO DE LA POLÉMICA SOBRE “EL PERFECTO NEOANALFABETO”

Amigos:

Muy buena polémica. Me gustaría escribir algo sobre la base de que,  es más los que se complementan los dos discursos, que lo que se contradicen o contraponen. Ambos son enriquecedores. Yo aprendo de los dos. No se pierde el tiempo con ninguno.

Para mí, al menos en el campo de la actividad intelectual,  quien con una edad prudencial, digamos en el entorno  de los 30 años, que  no  sepa manejar  una computadora,  al menos para comunicarse y buscar información (suponiendo que tenga la oportunidad material de hacerlo) y que no domine otro idioma de los básicos (claro esto puede ser un eufemismo), pudiéramos decir universalmente utilizados (en la realidad dominante de hoy: inglés, francés, español), además del materno, ya es un analfabeto funcional.

Para mí, el analfabetismo funcional,  emerge  de tener que cubrir las necesidades que dimanan del desarrollo tecnológico que se tiende a universalizar y de  la necesidad de comunicarse. Que es hoy la punta del desarrollo científico- tecnológico e intelectual. Solo que, lamentablemente,  en el mundo en que vivimos, eso aún no tiene solución, al menos definitiva, solo en grados,  porque el desarrollo tecnológico, en términos de alcanzarlo, no está hoy a la mano de la inmensa mayoría de la gente que puebla la tierra. Razón: llamémosle, el «capitalismo», permite tecnológicamente sacar pan del aire, pero no universaliza esa posibilidad de hacerlo. No permite convertir  esa posibilidad en realidad. Porque la dinámica, sobre todo económica y  social,  dominante aún, es  aquella, que sigue siendo bipolar: es decir, acumula la riqueza en un polo y la pobreza en el otro. Por eso aún nos encontramos en la prehistoria. Dentro de esa dinámica social que se nos impone, el analfabetismo funcional se reproduce continuamente.

Creo que se trata de  un tema apasionante y muy importante, sobre todo, cuando recientemente, hemos escuchado tantas barbaridades al  respecto. En medio de lo cual, el debate entre ustedes, resulta refrescante.

Muchas gracias por la oportunidad de aprender.

Saludos

Esteban Morales.

ABELARDO MENA SOBRE EL PERFECTO NEOANALFABETO

En sentido general, y de manera sumaria, me gustaría hacer notar varias cuestiones:

1)     La “raya» del abismo o la brecha digital no pasa exactamente por las divisiones geográficas Primer-Tercer Mundo. Más distancia existe entre Bangalore y Cuba, que entre Beijing y California. Recientemente, en Miami, ciudad trasnacional, comprobé que incluso miembros de mi familia desconocen procedimientos, informaciones y sistemas que yo uso diariamente aquí (de manera que me empeñé en ensenárselos). En el campo de Sudáfrica, uno de los bancos más grandes utiliza el móvil, poseído por numerosa población, para abrir cuentas y hacer pagos y transacciones. Sin embargo, en las tiendas cubanas no podemos pagar con tarjetas, inutilizados los posts por el «neoluddismo» tropical. Y está prohibido el surgimiento legal de pymes o start ups basadas en las IT.

2) El analfabetismo digital es aplicable no solo a los individuos, sino
también a empresas, instituciones y países. Implica -sobre todo- la
incapacidad para concebir un presente-futuro basado en las nuevas
tecnologías, llámese Internet, Intranet, e-gobierno, movilidad; encontrar
nuevas fuentes de socialización (como ofrecen por ejemplo Revolico.com o
Sepermuta.com) y de puestos de trabajo, oportunidades económicas y de
satisfacción de las necesidades cotidianas de sus habitantes. No se concibe
un país con analfabetismo digital capaz de proyectarse hacia el futuro.

3) La cultura digital ha potenciado el rol comunicativo de la letra
«impresa» (esta vez virtual u online) y ha expandido las comunidades de
lectores mucho mas allá de lo que han logrado las numerosas ferias del libro
que se celebran cada año, a  cerrar distancia entre lectores y escritores, y
a dotar a estos de herramientas democráticas para promover sus textos y
visiones mas allá del marketing ejercido por las multinacionales de la
comunicación. Este uso ha sido comprendido perfectamente por colectivos y
lideres de izquierda -ejem los Zapatistas del Subcomandante Marcos, y en
Cuba tenemos a Fidel y a Yoani Sánchez como ejemplos de blogueros que
reciben numerosos hits en sus apariciones escritas.

4) Las herramientas digitales han impactado radicalmente en la
democratización de los instrumentos expresivos, el control de los gobiernos
(ejem WikiLeaks) el desafío al pensamiento unipolar y al pensamiento
mediocre, contribuyen al desarrollo de redes comunicativas en franco desafío
de las antiguas fronteras comunitarias.

Sin más,

Abelardo Mena

 

PEDRO ARMANDO JUNCO SOBRE EL PERFECTO NEOANALFABETO

Tremenda «polvareda» has levantado, Juany. Tu trabajo sobre «El perfecto analfabeto» ha traído del cordel buenos peces a escamar. Lo malo sería que aparecieran, pegados al anzuelo, peces gordos.

A tu amigo Víctor no lo conozco; sin embargo, por lo que dice, no está desprovisto de argumentos en algunas cuestiones que trata, aunque en otras, por ejemplo, cuando se manifiesta sobre el «imperialismo lingüístico en contra del cual hay que luchar» su aliento me trae reminiscencias espirituales de esos que buscan ganarse un buen cargo estatal para resolver sus problemas hogareños, pues, de no ser el inglés el idioma internacional que se utiliza en todo el mundo, ¿a cuál podría remitirnos?: ¿Al chino, al árabe, al esperanto, o retroceder hacia el latín o al griego antiguo?

 

Tampoco estoy de acuerdo en considerar solamente neoanalfabeto al individuo pobre, cuando tú citaste claramente la frase de un diccionario que afirma: «Este nuevo tipo de analfabetismo no distingue sexos, cargos o cuentas corrientes. Seguramente, ésta es su particularidad más llamativa pues, hasta hace bien poco, pobreza y analfabetismo se encontraban en relación de causa-efecto y, sobre todo, formaban un círculo vicioso del que era difícil salir», lo que saca de contexto su frase: «lo horrible que es exigirle a un individuo pobre que desee ser aceptado como “alfabetizado” no sólo leer a Proust, Cervantes y Thomas Mann, sino además manejar una computadora (con cabal comprensión de sus posibilidades) y, para colmo, ser un usuario “funcional” del idioma inglés.»

Pero lo más incongruente de la réplica del amigo y colega –pues tengo entendido que Víctor Fowler es también escritor –son los hirientes calificativos de burgués y entreguista que te cuelga, como para exhibir en la picota. Los que te conocemos bien, podemos dar testimonio de tus ideas y tus principios, a pesar de que hoy por hoy, idénticos caminos se bifurcan en busca del mismo objetivo, y eso no es antidialéctico.

 

Mucho más sensata es la nota de  Abelardo Mena, a quien tampoco he tenido el placer de dar la mano, cuando reconoce que dentro del grupo de los analfabetos funcionales se hallan millones de personas del primer mundo, que tienen una computadora de última generación en sus casas y acaso saben pasar correos electrónicos. Me adhiero a su criterio de que  «Las herramientas digitales han impactado radicalmente en la democratización de los instrumentos expresivos, el control de los gobiernos (ejem, WikiLeaks), el desafío al pensamiento unipolar y al pensamiento mediocre, contribuyen al desarrollo de redes comunicativas en franco desafío de las antiguas fronteras comunitarias».

 

Este salto gigantesco de nuestra generación, gracias a Santo Bill Gates, no solo propicia mejoras tecnológicas nunca soñadas hace medio siglo, sino que ofrece el camino a seguir si aspiramos a salir de la pobreza intelectual que nos aplasta.

 

Y para sacarme la espinita de tu amigo Víctor: incondicional defensor de la pobreza, quiero terminar diciendo que no es humillante ser pobre, pero sí es humillante no aspirar a dejar de serlo. Esa política de “amar y defender a la pobreza” es incompatible con aquel aforismo del Apóstol: “Para hacer sólido al pueblo, hacerlo rico. Para hacerlo respetado de los invasores, hacerlo militar. Para hacerlo fuerte, hacerlo inteligente”. (1)

Pedro Armando Junco

(1)  Martí, José. Obras Completas. Tomo 14 Página 47

 

ARMANDO PÉREZ PADRÓN SOBRE EL PERFECTO NEOANALFABETO

Estimado Juanelo:

Recién termino de leer toda la polémica desatada en tu blog, acerca del post sobre el perfecto neo analfabeto, controversia protagonizada entre tú y Víctor Fowler esencialmente, aunque con intervenciones de otras personalidades que merecen todo nuestro respeto. En mi humilde opinión, — aunque como sabes no tengo la pasión filosófica y polémica que sé cultivas a diario, y acaso ni siquiera me alcanza el tiempo para cumplir con todas las cosas en que me he enfrascado acorde a los tiempos que me ha tocado vivir— ante todo coincido plenamente con lo planteado por Esteban Morales, creo que lo principal es, que haya existido esa “aparente”, disparidad de opiniones y/o razones para defender una u otra postura de pensamiento. No me cabe la menor duda por los años que llevamos trabajando juntos, y sobre todo por las fructíferas tertulias binarias que sostenemos a menudo sobre cualquier tópico de nuestra cultura, que lo que más has defendido, es precisamente la posibilidad de la pluralidad de opiniones sobre nuestra cultura y nuestra Cuba toda, planteamiento que por cierto coincide con uno de los pronunciamientos más profundos realizados en varias ocasiones por el propio presidente Raúl Castro Ruz; entonces hermano, que Víctor u otro intelectual responsable y comprometido con nuestras realidades, opine diferente a alguna de tus disquisiciones, me parece que enriquece ante todo tu espacio (blog), tu imagen y sobre todo, nos nutre a todos los cubanos y cubanas, que creemos de verdad, que es posible crear por nosotros mismos una Cuba mejor.

A mi modo de ver las cosas, estás defendiendo la monumental erogación que durante mas de 50 años ha realizado la Revolución cubana, (pueblo) en instrucción y preparación de todo el que ha estado dispuesto a emplear buena parte de su vida en estudiar y aprender; y que ahora en medio de una desquiciada revolución tecnológica, nos quedemos en el camino, más por la falta de iniciativa  y voluntad personal a seguirse superando, que por las innegables limitaciones materiales que podamos tener, estamos hablando de las miles de máquinas subutilizadas por falta de conocimientos, empleadas para mecanografiar, jugar o hasta sacar pequeñas cuentas. En otro orden de cosas soy de los que defiendo a ultranza la diversidad cultural universal, y dentro de ello las lenguas como parte indispensable del colorido identitario de cualquier nación; de hecho conoces que detesto las películas dobladas; ahora en materia de comunicación global, creo que desde que el hombre comenzó a tratar de entenderse entre la diferentes tribus y/o naciones, fue indispensable tratar de buscar una forma de lenguaje que les posibilitara la comunicación, hasta que por convencimiento o quizás vencimiento se aceptara el inglés como el idioma universal para las principales dinámicas que han signado las relaciones  internacionales durante los últimos siglos. A esto es plausible agregarle que prácticamente todos los idiomas más conocidos del mundo de hoy tienen raíces imperiales, y de rechazarlos por estas razones correaríamos el riesgo de quedarnos mudos. Para nada piense nadie que estoy jugando a la ingenuidad de pensar, que desconozco la hegemonía (en inglés) mediática de los grandes medios de comunicación al servicio de las peores causas, que han llevado a las fuerzas más poderosas del mundo a convertirse en autenticas depredadoras de los cada vez más menguados recursos con que cuenta el planeta; pero precisamente por esas razones es impostergable, que aquellos pueblos pobres de recursos materiales, —como el nuestro—pero inmensos en capital humano, conozcamos las armas y medios de los depredadores, para con ellas mismas poner nuestro grano de arena en aras de la supervivencia  nuestra y del planeta; no podemos olvidar jamás que el más grande de todos nosotros apostó, porque patria es humanidad; y supo como nadie alertar sobre los grandes peligros del más grande de los imperios; pero para ello vivió entre ellos y conocía perfectamente su lengua (inglesa)  y varias más, en una época donde los medios a su alcance eran de un primitivismo salvaje comparado con las posibilidades que hemos tenido a nuestro alcance los cubanos de hoy.

Armando Pérez Padrón.

Camagüey, 22,08.11

 

LA HABANA PARA UN INFANTE MUY VIVO

He lamentado muchísimo la imposibilidad de asistir a la presentación del libro Sobre los pasos del cronista (El quehacer intelectual de Guillermo Cabrera Infante en Cuba hasta 1965), de los jóvenes Elizabeth Mirabal y Carlos Velazco, el pasado jueves enLa Habana. No solo porque ambos investigadores gozan de todo mi respeto profesional, sino porque la presentación de ese volumen tiene un significado simbólico que valdría la pena seguir ampliando a otras regiones.

Para reconstruir la memoria histórica de la cultura cubana, indiscutiblemente fracturada durante un buen tiempo tras el triunfo dela Revolución de 1959, se necesita algo más que buena voluntad. No basta rescatar las voces de los que fueron derrotados en su momento, o excluidos con el tiempo en virtud de sus posiciones políticas, como fue el caso del propio Cabrera Infante, sino que será preciso enriquecer los métodos de investigación, fiscalizar cada una de las fuentes, y sobre todo, dejar a un lado el ánimo revanchista. En términos rigurosamente académicos, lo que vale para estos casos es la mirada desprejuiciada.

Como no he leído aún el libro, nada puedo decir del mismo. Sin embargo, sí puedo hablar del rigor de los investigadores, quienes, en lo que a cine se refiere, el año pasado presentaron en el 16 Taller Nacional dela CríticaCinematográfica celebrado en Camagüey, una excelente ponencia sobre la primera Cinemateca Cubana, fundada a principios de la década del cincuenta por Germán Puig y Ricardo Vigón, y que sigue siendo otro de esos eventos culturales surgidos en el período pre-revolucionario que aguardan por su justo reconocimiento.

El vínculo del autor de «Un oficio del siglo XX» al cine cubano rebasó con amplitud el simple rol de crítico de cine. En esa zona nos dejó lecciones que van a perdurar durante mucho tiempo. Pero además del escritor, estaba el hombre con sus sueños, sus pasiones, sus frustraciones, sus odios y sus lealtades. Repasar todo ese devenir existencial, reincorporarlo al puesto que se merece, es algo que ya comienza a percibirse por las nuevas generaciones como un gesto natural.

Extiendo mis felicitaciones a los autores del libro, y aprovecho para reproducir las palabras de presentación leídas por nuestro coterráneo Luis Álvarez Álvarez, y publicadas originalmente en la página Cubaliteraria.

Juan Antonio García Borrero

 

Cabrera Infante: la colmena y el laberinto

Por Luis Álvarez Álvarez

La historia de la cultura es, posiblemente, la zona más compleja de todo el proceso de evolución de una nación. En dicha esfera, quizás más que en ninguna otra, convergen con fuerza extraordinaria componentes diversos y a veces antitéticos: proyectos de desarrollo colectivo y mezquindades de personalidad, grandes principios teóricos y miopías egoístas, entregas apasionadas y bajezas disformes, de modo que coexisten aventuras del espíritu a plazo largo y ancho, junto con maquinaciones retorcidas en la sombra. Por otra parte, hay en el palpitar de la historia, momentos de aceleración indetenible, regiones marcadas de modo simultáneo tanto por fogonazos iluminadores como por masas de insondable turbiedad.

El Premio UNEAC de ensayo del 2009 es un libro peculiar, así por el tema abordado, como por su tono y su factura. En Sobre los pasos del cronista (El quehacer intelectual de Guillermo Cabrera Infante en Cuba hasta 1965) (1), sus autores, Elizabeth Mirabal y Carlos Velazco, dan muestra tangible de una capacidad investigadora cabal, esa que se atreve con graves desafíos y los vence, no por la fuerza o el detonante verbal, sino por la inteligencia y la eficacia en la estructura del discurso ensayístico, pero, sobre todo, por una comprensión crítica valerosa y amante. Pues no hay estudio cultural de relieve que no entrañe una decisión de abordarlo en honduras principales, por amargas, difíciles o arriesgadas que puedan ser; ni mucho menos hay investigación de veraz eticidad si quienes la enfrentan, operan desde un impersonalismo que, a fuerza de parecer objetivo, termina siempre por resultar trampa de deshumanización, lo más ajeno que cabe hallar en la búsqueda de la verdad cabal, sea en la química o el arte.

Este libro busca rescatar los años de formación y primer desarrollo de una de las grandes y controversiales figuras de las letras cubanas, Guillermo Cabrera Infante. Sobra decir que hay aquí una conquista de saber para la cultura nacional. Narrador, ensayista, crítico y guionista de cine, merecedor del Premio Cervantes en 1997, su ejecutoria como creador hace lamentar que el artículo incluido sobre él en Encarta 2009 (Microsoft Corporation, 2008) presente más de un dato erróneo. Más de lamentar resulta, desde luego, su casi total ausencia —apenas una fugaz mención en el t. I, p. 525— en el Diccionario de literatura cubana de 1980 (2) del Instituto de Literatura y Lingüística, laguna ominosa por el obligado carácter abarcador que se esperaba de una obra de este tipo. Habría que aguardar veintiocho años más para que la misma institución publicase su Historia de la literatura cubana (3) cuyo t. III incluye una presencia más amplia de Cabrera Infante. Nada más de relieve, hasta este libro, se ha publicado en Cuba sobre uno de sus creadores más relevantes.

Sobre los pasos del cronista se abre conduciendo al lector por un recorrido habanero del entonces muy joven escritor. Aparente recurso de estilo, en realidad el libro, aquí y allá, busca situar el tránsito del autor de La Habana para un infante difunto en años decisivos, por más de un concepto, para una obra que habría de merecer el Premio Cervantes,  y, aunque los investigadores no lo declaran de manera explícita, es evidente que la indagación urbana tiene una finalidad esencial: rescatar de un modo humano el entorno del artista que fue, por varias décadas, una especie de oquedad, una silueta ausente de la ciudad cuya vida cultural, de un modo u otro, contribuyó a marcar. Porque, habiendo sido tanto tiempo un nombre sin fondo preciso, rescatarlo de modo cabal significaba devolvernos su itinerario por La Habana que, al cabo de tantas polémicas y oscuros resquicios, constituye el personaje esencial de su obra, entramado urbano que Mirabal y Velazco nos devuelven redivivo, desde la primera página del libro, en su inextricable esencia de colmena y laberinto (4). Pues, para decirlo todo, uno de los retos que enfrentaron los autores, y un muy airoso acierto, fue comprender que, ya desde su primera juventud, el rostro de Cabrera Infante forma una compleja unidad con la urbe habanera. La visión construida por los ensayistas cumple la voluntad de re-incrustar a Cabrera Infante en la que, al cabo, habría de ser, en sus narraciones y su prosa reflexiva, una ciudad personalmente suya. No se detiene, sin embargo, en esta meta.

Toda colmena es mucho más allá que un conjunto abigarrado de retículos: ella se define también por el zumbido indetenible de quienes habitan en sus celdas. Cada laberinto se define no tanto por sus intrincados caminos, cuanto por la sombría y opresiva tensión que provoca en quienes intentan transitarlo. Mirabal y Velazco captan la vitalidad y el fragor incansable de los años habaneros de Cabrera Infante a partir de una peculiar polifonía bajtiniana, que aquí se logra no por una estatura novelística, sino por el recurso —más que infrecuente en la investigación literaria o cultura en Cuba— de convocar voces numerosas, quienes son invitadas no a declarar —pues este libro no tiene la menor veleidad policial ni jurídica—, sino a retomar el más difícil pasado, es decir, el pasado aún reciente, y otorgarle cuerpo, densidad y vibración de entraña, pues esta es obra de rescate y de invitación a meditar de modo equilibrado, lejos de esquemas mentales e ideas preconcebidas, en general extra-artísticas. Me atrevo a interrumpir aquí esta mínima valoración del texto, para adelantar algo esencial, y confesarme a mí mismo que la resucitación de Cabrera Infante, con ser eficaz y estremecida, importa menos en este libro que la obra mayor de recuperar para nosotros, todavía con pálpitos de vida y muerte inconfundibles, toda una duración temporal, confusa por su carencia de límites cronológicos estrictos, más equívoca y revuelta y turbia todavía por su marcado carácter de transición entre dos polarizaciones epocales, jalonada de impulsos de creación y de malignidad. Mirabal y Velazco nos recuerdan, con punzante inteligencia, pero también con vibrante percepción sensible, lo que durante décadas permaneció desdibujado y en silencio: el tránsito de una zona a otra en la historia cultural no se produce por meras polarizaciones ni por brutales cortes, sino que hay, siempre, un fluir subterráneo que opera como vaso comunicante, secreta conexión —a veces ciegamente negada—entre las eras más violentas de la vida en la cultura.

Así, al focalizar a Cabrera Infante y su Habana insondable, los investigadores nos asoman a un ámbito que de modo intangible forma parte, a la vez, de un pasado más remoto aún que los años cincuenta y sesenta, y de un presente en que, transfigurados, se perciben los ecos y los frutos del pasado. Solo una labor de arqueología cultural podía dar por resultado este panorama de estímulos incontables a la meditación propia del lector. Invoco aquí este concepto recordando la idea de Michel Foucault en Arqueología del saber:

Es un discurso sobre unos discursos; pero no pretende encontrar en ellos una ley oculta, un origen recubierto que solo habría que liberar; no pretende tampoco establecer por sí mismo y a partir de sí mismo la teoría general de la cual esos discursos serían los modelos concretos. Se trata de desplegar una dispersión que no se puede jamás reducir a un sistema único de diferencias, un desparramiento que no responde a unos ejes absolutos de referencia; se trata de operar un descentramiento que no deja privilegio a ningún centro. Tal discurso no tiene como papel disipar el olvido, hallar, en lo más profundo de las cosas dichas y allí donde se callan, el momento de su nacimiento […]; no pretende ser recolección de lo originario o recuerdo de la verdad. Tiene, por el contrario, que hacer las diferencias (5).

Sobre los pasos del cronista logra presentarnos, a través de una polifonía directa de quienes participaron en los años juveniles del autor de Tres tristes tigres, y sobre todo en una época de sobrecogedor dinamismo, los ángulos diversos, el discurso múltiple olvidado de unos años decisivos para la cultura cubana. A ese logro fundamental del ensayo, contribuye sobre todo el que los autores hayan hecho confluir decenas de voces —entrevistas realizadas por ellos, referencias de documentos y libros diversos—, las cuales muy a menudo aparecen contrapuestas y discordantes, como son siempre los discursos del hombre en toda historia viva, hecha de disonancias tanto como de armonías, ajena siempre al tono complaciente y la estructura elemental de ejercicios para jovencitas que estudian un piano a la vez esquemático y de muy plana afinación.  Además, Mirabal y Velazco aportan valoraciones de singular interés para la comprensión misma de la gestación del estilo en Cabrera Infante, entre las que destaca su análisis de la evolución de la escritura del crítico de cine, que evidencia «[…] el tránsito paulatino hacia textos más sintéticos, de apenas un párrafo, que abandonan el enjuiciamiento minucioso para concentrarse de forma escueta, pero certera, en los aspectos que distinguen o condenan a la cinta en cuestión» (6)

Especial interés tienen las páginas en que se recorre la trayectoria de Lunes de Revolución, examinada en sus más diversos aspectos: la formación de su diseño, las difíciles relaciones entre los intelectuales del famoso magazine con los del grupo Orígenes y otros sectores del mundo artístico cubano de la época, hasta las circunstancias que rodearon su desaparición. Los recuerdos, testimonios y textos incorporados al libro, logran una visión a la vez panorámica y polifacética, a partir de la orquestación de voces de la más diferente —y opuesta— significación y cercanía con Lunes de Revolucion, como el propio Cabrera Infante, Álvarez Baragaño, César López, Lezama Lima, Leonardo Acosta, Virgilio Piñera, Rodríguez Feo, Gramatges, Graziella Pogolotti, Heberto Padilla, Pablo Armando Fernández, Antón Arrufat, José Antonio Portuondo, Ambrosio Fornet, Alfredo Guevara, Edith García Buchaca, Mirtha Aguirre, por mencionar aquí algunos de los integrados en esta visión polifónica de la época. Los investigadores, más allá de los límites de un enfoque biográfico del joven Caín, buscan la visualización del «significado del hecho cultural protagonizado por la nueva generación» (7).

La complejidad extraordinaria de tales procesos —de facetas antagónicas, pero menos melodramáticas de lo que ciertas reseñas de la relación entre los escritores de Lunes y los de Orígenes sugieren— se percibe con mayor nitidez gracias a la consideración que hacen los ensayistas acerca de los contactos personales entre los artistas de tales grupos, y de El Puente. Todo el libro se desenvuelve a partir de esas voces múltiples, pero no sin que los investigadores apunten sus propios modos de percepción, como escolios marginales que no buscan protagonismo autoral, sino dar cuenta de su singular papel como lectores imparciales de una época. Este, a mi juicio, es uno de los aspectos de mayor originalidad e impacto: ellos han hecho una cala extraordinaria en un pasado difícil y por más de un concepto estremecedor. Han sido minuciosos exploradores de la peor de las selvas: una sumergida, simplificada y satanizada desde los más diversos ángulos y posiciones: tirios y troyanos. No se presentan como dueños de una verdad arrasadora. Me equivoco, sí hay una verdad que esgrimen con gallardía envidiable: la historia de un artista, la de un grupo, la de un proyecto cultural, si es verdaderamente valiosa para cada presente, incluso por sus lados más sombríos y lamentables, no termina nunca. Como ellos dicen, al revelar su verdad fundamental, que  con ellos yo hago mía como tantos lectores lo harán: «Su historia, al igual quela Historia, solo será aquella que podamos ir armando mediante la búsqueda y la exhaustividad». Este cierre del libro no es una conclusión, sino un comienzo prometedor, una ventana hacia la comprensión de entraña, la única que es válida frente a la cultura.

 Notas:

(1) Ediciones Unión.La Habana, 2010, 380 p.

(2) Instituto de Literatura y Lingüística: Diccionario de la literatura cubana. Ed. Letras Cubanas.La Habana, 1980, 2 t.

(3) Instituto de Literatura y Lingüística: Historia de la literatura cubana, 3 t. Ed. Letras Cubanas,La Habana, 2008.

(4) Elizabeth Mirabal y Carlos Velazco: ob. cit., p. 11.

(5) Michel Foucault: La arqueología del saber. Siglo XXI Editores. México, 1970, p. 345.

(6) Elizabeth Mirabal y Carlos Velazco: ob. cit., p. 25.

(7) Ibíd., p. 169.

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BRANDO Y CABRERA INFANTE OTRA VEZ

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TITON Y CAÍN DESDE EL MÁS ALLÁ

 

 

 

EL PERFECTO NEOANALFABETO

En 1955 se publicó el “Informe general de los censos de población y viviendas de Cuba”, efectuado en 1953, y editado por el Tribunal Superior Electoral de la isla. Parte de las élites de la sociedad de entonces se mostró conmocionada con la información que allí se brindaba. Herminio Portell Vila, por ejemplo, escribió para Bohemia un artículo titulado “El perfecto analfabeto”, en el cual alude a esa sección dedicada al alfabetismo y analfabetismo en Cuba, y que, a su juicio, mostraba “las cifras más desconsoladoras y más terminantes acerca del atraso de la educación del pueblo cubano”. En aquel artículo el autor concluye advirtiendo que “la proporción del analfabetismo va más allá de lo que gobierno cubano alguno puede remediar con los recursos disponibles”. (1)

Cuando evoco el analfabetismo como uno de los grandes males de la sociedad pre-revolucionaria, no estoy apelando a manidas interpretaciones ideológicas o propaganda trillada: hablo de hechos concretos, de evidencias posibles de describir con cifras estremecedoras. De allí quela Campañade Alfabetización iniciada en 1961 tenga que ser reconocida, incluso por los detractores más acérrimos del gobierno de Fidel Castro, como una de las grandes gestas culturales del pueblo cubano en toda su historia. A través de ella se posibilitó que un buen número de compatriotas adquiriesen el derecho básico de aprender a “leer y escribir”, habilidades sin las cuales hoy en día es difícil que un individuo pueda aspirar a mejorar sus condiciones de vida en la sociedad moderna.

Sin embargo, la euforia provocada por ese indiscutible logro nos ha hecho olvidar que el problema del analfabetismo supone dramas más sutiles, y difíciles de solucionar. Como puede leerse en el excelente “Diccionario Enciclopédico de Ciencias de la Educación” (2), coordinado por Oscar Picardo Joao, “se entiende por «analfabetismo absoluto» la persona que no sabe leer y escribir, y por «analfabetismo funcional» aquella persona que sabiendo leer no es capaz de comprender lo que lee”.

Más adelante, en la entrada referida al “Analfabetismo funcional o tecnológico” se nos dice que: “El analfabetismo funcional es una nueva modalidad de analfabetismo que trasciende a las necesidades básicas de saber leer y escribir; algunos autores señalan que el analfabetismo funcional está compuesto por el analfabetismo informático (carencias de habilidades para el uso de la computadora) y el idiomático (carencia del idioma que se universaliza en la red, el inglés); pero ésta es una versión restringida”.

Como puede verse, el problema del analfabetismo funcional o tecnológico no sería exclusivo de países como Cuba, donde el acceso a Internet es sumamente restringido, y el grueso de los habitantes percibe esa parte de la vida como algo de otra galaxia. En los países desarrollados, y donde la cultura electrónica ya lo ha impregnado todo, es muy común encontrar personas que a diario tropiezan con los escollos que propicia adquirir un ticket para un concierto a través del ordenador, reservar vuelos económicos mediante el teléfono, rellenar los formularios para obtener un empleo que se oferta en la red, o trabajar “a distancia”.

Tomando en cuenta lo anterior, sería útil preguntarnos si no será hora de proponernos en el país lo que podría ser una segunda Campaña de Alfabetización. Para evitar el sobresalto de esos egos instruidos a los que el término “analfabeto” les sonaría ofensivo, hablaré solo en mi nombre, pues no me avergüenza admitir que, tomando en cuenta los tiempos que corren, me siento un perfecto neoanalfabeto. Instrucción tecnológica básica tal vez tenga. Quiero decir, sé cómo comunicarme a través del correo electrónico, tengo más o menos idea de lo que es Facebook o Twitter, y hasta administro este blog. Pero no es eso a lo que me refiero cuando hago pública mi condición de perfecto neoanalfabeto, y no encuentro mejor manera de explicarla que retomando parte de lo que aparece en el mencionado diccionario:

“Este nuevo tipo de analfabetismo no distingue sexos, cargos o cuentas corrientes. Seguramente, ésta es su particularidad más llamativa pues, hasta hace bien poco, pobreza y analfabetismo se encontraban en relación de causa-efecto y, sobre todo, formaban un círculo vicioso del que era difícil salir. Sin embargo, las causas del nuevo tipo de analfabetismo pueden ser muy diversas y, al no ser tan evidentes ni tan conocidas como las del modelo clásico, pueden pasar desapercibidas tanto a los individuos como a las empresas e instituciones.

Otra característica del analfabetismo funcional o tecnológico, muy relacionada con la anterior, es su retroactividad. Es decir, quien no es un analfabeto tecnológico hoy puede serlo mañana. Esto se hace evidente, además, en dos vertientes distintas: el analfabetismo funcional o tecnológico puede permanecer en estado latente durante años, sin causar el mínimo problema, y, de pronto, surgir a la hora de un cambio en el entorno. Este sería el caso sufrido por miles de directivos de nivel medio a la hora de afrontar una renovación tecnológica en sus empresas. De la noche a la mañana, es necesario disponer de una serie de conocimientos que, en algunos casos, escapan a las posibilidades de muchos por motivos diversos”.

Es importante retener la esencia de las ideas anteriores, porque podría ahorrarnos el equívoco de creer que el analfabetismo funcional se puede solucionar poniendo en manos de cada uno de los afectados una computadora. Aprender a manejar una computadora nunca será lo mismo que aprender a pensar, de modo crítico y sobre todo creativo, cuáles son las posibilidades que me ofrece ese equipo a mi propio crecimiento como individuo, a mi emancipación. Lamentablemente, la cultura letrada (hasta ahora dominante entre nosotros) en modo alguno garantiza que la actitud ante la cada vez más invasiva cultura electrónica (y siempre voraginosa) sea la más favorable, toda vez que se tiende a pensar en estos nuevos espacios como suerte de nichos plebeyos, o carentes de fijador intelectual.

A ello habrá que sumar la tendencia a creer que el desconocimiento que demostramos ante las incesantes transformaciones tecnológicas es similar al que nos podría embargar cuando cambiamos de trabajo, o nos iniciamos en una profesión u oficio. Lo cual es un dislate mayúsculo, pues retornando al citado diccionario: “El analfabetismo tecnológico es un problema de base y de costosa solución, mientras que el simple desconocimiento es concreto y fácil de resolver. Al mismo tiempo, el analfabetismo tecnológico está muy ligado a la incomprensión de las nuevas tecnologías y de sus ventajas, no a la ignorancia de una de sus partes”.

Ya en lo concreto diré que, como intelectual cubano (y específicamente camagüeyano), me siento parte de una comunidad apática ante estos nuevos escenarios, una comunidad que no consigue percibir las consecuencias que para el futuro de la nación podría traer la indiferencia ante este mal creciente. ¿De qué valdrá ser libres de un analfabetismo formal si somos rehenes del funcional? Para empezar a paliar lo anterior, el Estado tendría que pensar seriamente en promover esta nueva campaña de alfabetización, una campaña capaz de extender las nuevas visiones a la población general (que incluye a los intelectuales aferrados a los antiguos mundos). Desde luego, el debate alrededor de Internet y las nuevas tecnologías tendría que rebasar los ya estrechos perímetros de la actual guerra mediática que viven entre sí un grupo de cubanos (apenas atentos al control policíaco del acceso a la red, o a la posibilidad contestataria), para adentrarse en la zona epistemológica del fenómeno.

“¿Quién sabe si a la vuelta de unos pocos años la tasa de alfabetización tecnológica será para los economistas un indicador de riqueza tan válido como lo es hoy la tasa de alfabetización clásica?”, se preguntan los autores de este diccionario que no dejo de recomendar. Es una pregunta importante que hace también suya este perfecto neoanalfabeto que soy yo mismo, un neoanalfabeto que no se cansa de repetir el lúcido aforismo de Séneca, ya citado varias veces en este blog: “No es vergüenza saber poco, sino perseverar obstinadamente en el error”.

Juan Antonio García Borrero      

  

Notas:

(1)   Herminio Portell Vila. El perfecto analfabeto. Revista Bohemia Año 48, Nro. 3, Enero 15 de 1956, p 117.

(2)   “Diccionario Enciclopédico de Ciencias dela Educación”, coordinado por Oscar Picardo Joao, junto a Juan Carlos Escobar y Rolando Balmore Pacheco.

SUMBE (2011), de Eduardo Moya

Sumbe: Ed Wood resucita en Cuba

Por: Antonio Enrique González Rojas

Tras una desafortunada incursión en seriados telenovelescos cubanos,  que marcaron deplorablemente la faz televisiva criolla durante el primer lustro de los 2000, borrando, por mucho, el buen sabor dejado por su serie bélica Algo más que soñar, de mediados de los 1980; Eduardo Moya, decidió al parecer optar por el protagonismo en los extremos inferiores de las listas de directores cinematográficos cubanos, cual Ed Wood (Glen o Glenda, Bride of the Monster, Plan 9 from Outer Space) o Uwe Boll (Alone in the dark, BloodRayne, 1968, Tunnel Rats, todas nominadas a los Razzies) criollo, con menos del ingenuo encanto del primero y más del grosero despilfarro de recursos del segundo. Tras par de décadas alejado del tema guerrero, su primera cinta oficial (ya que Algo más… fue realizada en 35 mm, con estética fílmica), Sumbe (2011) coadyuva con mucho al propósito de convertirse en un cineasta de culto, de tan malo que es.

Esta suerte de tercera pieza que completa el (hasta ahora) tríptico angolano de nuestro cine, precedida por Caravana y Kangamba (Rogelio Paris, 1990 y 2008), precipita abruptamente la calidad de éste, ya resentido significativamente en la segunda cinta de Paris, donde sólo la dirección de arte y las escenas de combate salvan el decoro de un famélico guión, pletórico de meros esbozos de personajes, débilmente sostenidos por diminutas conflictualidades y pésimos matices caracterológicos, sacrificada toda humanidad, filosofía y antibelicismo, legadas al patrimonio cinematográfico por cintas como All Quiet on the Western Front (Lewis Milestone, 1930), Path of Glory, Full Metal Jacket (Stanley Kubrick, 1957 y 1987) Apocalipsis Now (Francis Ford Coppola, 1979), Platoon (Oliver Stone, 1986), The Thin Red Line (Terrence Malick, 1998), Líbano (Samuel Maoz, 2009) y Redacted (Brian De Palma, 2007), a la narración epopeyista de los acontecimientos, carente de tesis, concomitando más con Sands of Iwo Jima (Allan Dwan, 1949), A Bridge Too Far (Richard Attenborugh, 1977), Pearl Harbor (Michael Bay, 2001), Black Hawk Down (Ridley Scott, 2002), Cuando éramos soldados (Randall Wallace, 2002), Tears of the Sun (Antoine Fuqua, 2003), prevaleciendo la exaltación patriótica sobre percepciones más complejas.

De este último apartado se alejaron un tanto la serie Algo más… y Caravana, de coherente concepción de personajes, acertadas direcciones actorales, sin tampoco indagar más allá en los demonios que la guerra libera sobre los hombres. Mas la cuestión en el cine, es ser o no ser verosímil, sin que valga nunca ser verídico.  Kangamba y Sumbe (basadas ambas en acontecimientos reales) liman cualquier aspereza atractiva en los personajes, y cuentan,…mal, sobre todo la entrega de Moya, todo un dechado de trompicones, yerros, torpezas e ingenuidades, donde el ligero mérito se lo llevan las explosiones de intenso tono flamígero.

Fuera de esto, el filme sigue el ABC sentado por su predecesora: asedio de un grupo de cubanos en Angola por la UNITAde Sabimbi, sean soldados o civiles, quienes resisten heroicamente (nadie niega que haya sido así en realidad), seguido por la subsiguiente asistencia de la aviación y los helicópteros,  que provoca la precipitada fuga de los crueles enemigos, alternada con acciones heroicas de cubanos. Moya lleva esto a extremos de torpeza en la dirección de actores y extras: burdas actuaciones de todos los personajes y un extra mira hacia la cámara en primer plano, durante las escenas iniciales; en el montaje: las escenas de personas corriendo de una lado para otro aburren; la dirección de arte, que permitió que varios jefes militares de ambos bandos utilicen el mismo tipo de mapa para trazar estrategias, los uniformes lucen demasiado nuevos y a nadie le brota sangre de las heridas cuando les impactan las balas; en la dirección musical, la cual injerta incoherentemente dos temas de Silvio Rodríguez: Te amaré, y La Era, este último, engarzado con un torpe parlamento machista de Fernando Echevarría, sobre la necesidad de proteger a las mujeres porque paren hijos… y como La Era habla de parir (un metafórico corazón), pues verde con pinchos, es guanábana.

Consigue entonces Eduardo Moya articular uno de los bodrios fílmicos cubanos más estrepitosos de los últimos años, cuya descualificación puede extenderse más allá del resultado meramente creativo, deviniendo peligroso contrasentido respecto a los mensajes extra-artísticos pretendidos por la cinta.

NICANOR DEL LLANO, QUÉ BUENA GENTE…

Nicanor del Llano, qué buena gente…

Por: Antonio Enrique González Rojas

La sátira y parodia social son prácticas comunes en el arte mundial durante milenios, como primado modo catártico de las comunidades humanas para purgar de su conciencia los demonios del desmán político, el abuso de poder, la injusticia, la miseria, el control excesivo; modo muy seguro de disentir, sin riesgos reales de represiones violentas y/o censuras severas. Utilidad esta última apreciada por los núcleos de poder, como sutil modo de control del descontento: leve grieta en el muro, que evita la acumulación de excesivas masas acuosas, cuyo volumen constreñido termine por derruir la presa. Si bien muchas de las obras y personajes ficticios adscritos a esta tendencia han sufrido igualmente el silenciamiento forzoso, cuando acorde las circunstancias derivan de meros bromistas ácidos, a promotores virulentos de inminentes revoluciones.

Los títeres europeos Guignol, Kásperle, Punch & Judy, Polichinela; los cubanos Liborio, El Bobo, El Loquito, Pucho, y más recientemente el televisivo Profesor Mentepollo, han devenido en cada momento espacio-temporal, icónicos representantes de la conciencia multitudinaria, cuya rebelión latente engrosa en los acervos, con cada frustración de no encontrarse representado, de no escuchar su propia voz. Devienen personajes plurales hasta la locura, donde siempre cabe una faceta epocal, social, personal. Son populares a ultranza, atalayas atentas a toda vuelta de tuerca practicada por los engranajes del poder, para levantar enseguida la nueva esquina de la alfombra donde se acumulan los detritos y cuitas.

Emprenden tales entidades acres críticas contra todo lo sacralizado, contra todo símbolo investido de autoridad o instrumentalizado por la autoridad para justificar y fomentar sus estrategias y objetivos. Se comienza a escribir la historia de la estupidez humana, a derribar pilares del fundamento, quebradizos estos por soplar sobre ellos los resecos vientos de la gloria. Todo se delata susceptible de relativización, empalados todos los amables fantasmas del pasado (y del presente), con varas afiladas de sorna y chanza, azotados con denuedo entre los tintineos de cascabeles furibundos. Reveladas quedan sus vergüenzas, desaparecido el acato, al menos de las mentes, si no de las voluntades.

En la época postmoderna que toca vivir, todos los paradigmas con ínfulas de perdurabilidad estallan, para bien y también para mal. Para mal, cuando se articulan discursos hueros, que desdibujan todo significado (incluso progresista, de rebelión), a favor de perpetuar el stablishment desde la alienación de todo. Estallan para bien, cuando se erige una nueva prédica, nacida de entre las cenizas de la hoguera, donde ardieron cánones y vanidades. Resulta un alegato del cambio perpetuo, a favor de la revolución perenne, con ciertos matices anárquicos, alertas ante todo lo que amenace quiste. Del desafío han emergido siempre las vanguardias y las corrientes alternativas (contraculturas), desde la desconstrucción de las mamparas kitsch que ocultan y hasta niegan toda fetidez, delatora de imperfección. Del desenfadado y lúdico cuestionamiento emerge gran parte de la obra audiovisual del también escritor, dramaturgo, guionista y actor cubano Eduardo del Llano (Moscú, 1962), realizador, entre otras obras, de la decena de cortos protagonizados por su alter ego continuamente pluralizado, Nicanor O´Donnell.

Del Llano se ha definido dentro del humor escénico y literario nacional, desde finales de la década de 1980, por su participación decisiva en el grupo Nos y Otros; por libros como Aventuras del Caballero del Miembro Encogido, Tres, Cuentos de Relaxo, Los doce apóstatas, Un libro sucio, Basura y otros desperdicios; por los guiones de filmes que han marcado de alguna manera la faz de la cinematografía cubana, como Alicia en el pueblo de Maravillas, Kleines Tropicana (Daniel Díaz Torres, 1991 y 1997), La vida es silbar, Madrigal (Fernando Pérez, 1998, 2006), y Perfecto amor equivocado (Gerardo Chijona, 2004), filme donde su icónico personaje de O´Donnell, encontró adecuado recipiente en el actor Luis Alberto García (Hijo), para encarnarse definitivamente en este mundo desde su universo bidimensional de papel, tras un primer intento no consolidado con Carlos Cruz, en Kleines

Aunque el escritor del filme de Chijona no se adscribió directamente al nombre del personaje, a diferencia de los sempiternos Ana y Rodríguez, sí se definieron a cabalidad sus principales rasgos caracterológicos, volcados ya en el primero de los diez cortometrajes realizados hasta ahora: Monte Rouge (2004), ácida sátira sobre el pragmatismo maquiavélico del poder, más allá de la referencia socarrona e irreverente a los servicios secretos de la seguridad estatal. Es suerte de ardiente girasol sesentero, sembrado en el cañón del tenso fusil.

Inspirada en un cuento, casualmente escuchado por mí hace más de un lustro en la Facultadde Comunicación de la UH, donde del Llano leyó y habló de su obrar, la pieza en cuestión delata signos estéticos que en lo adelante también definirían la factura de los audiovisuales “del llanianos”: preeminencia del diálogo, muy literario, pletórico de referencias cultas, caústica ironía, en consecuencia total con la obra impresa protagonizada por Nicanor, redundante esto a veces en cierto acartonamiento de las interpretaciones, constreñidos los actores por parlamentos muy largos, o no lo suficientemente orgánicos, aunque los guiones ganan en agudeza hasta llegar a la casi sublimada Brainstorm (2009), suerte de cúspide (hasta ahora) de la franquicia, legitimado con varios galardones a escala nacional e internacional, que consiguieron remontar el silencio mediático cernido sobre estas obras y este obrar.

Común es la participación del director, encarnando personajes secundarios: ya sea el escueto técnico de Monte…, el agrio padre de Photoshop (2006), el apocado dirigente de Intermezzo (2008), el obtuso Rojas de Brainstorm, o el incauto funcionario de Exit (2011), que no sabe pronunciar Pompidou. Sigue la senda de los ingeniosos cameos hitchcockneanos, o las más extensas presencias de Tarantino, sin llegar al ególatra protagonismo de W. Allen. El tema compuesto por Frank Delgado, originalmente interpretado por el cantautor en el piloto Monte Rouge, ha variado en la voz y arreglo de otros músicos como William Vivanco, Dionisio (Zeus), Fernando Bécquer, Carlos
Varela…

No busca del Llano una regularidad formal; varía mucho acorde los propósitos dramáticos y de experimentación de un cineasta en ciernes, desde la casi amateur cámara de Monte…, hasta el estatismo subjetivo de Homo Sapiens (2006), y el minimalismo de Pas de Quatre (2009) y Pravda (2010).

El elemento absurdo o fantástico, irrumpe algunas veces en los cortometrajes como chispazo delator del más grande absurdo de la situación presentada, dígase es la invasión alienígena que concluye Brainstorm, o el policía que emplea jerga de las novelas de Emilio Salgari en Pravda. Al igual que en la literatura, deviene constante el travestismo de Nicanor, la extrema flexibilización de su carácter, contexto epocal y familiar, ascendencia, oficio, hábitos, filosofías de vida, sin violar su naturaleza de (anti)héroe casi trágico, hombre común, intelectual, filántropo iluminado incomprendido, obrero, trabajador de Cultura, pululantes todos por igual entre las masas anónimas, mudas, de a pie, concomitante con Josef K., Gregorio Samsa, Yuri Zhivago, Sergio Garcet, vapuleados, arrollados por cada bandazo de la sociedad.

Comulga con estos personajes, por lo generalmente frustrante de su existir, sin abandonar el gracejo que lo acerca al más popular y mediático Profesor Mentepollo, devenido ícono pop, ente catártico que refleja “el (real) sentir del pueblo”. Nicanor es mucho más íntimo, deudor de otras maneras de hacer humor, al chocarrero estilo de Monty Python y Les Luthiers. Pero deviene igualmente personaje crítico, conciencia malditamente lúcida de la sociedad, que busca mil y un intersticios para participar y validar sus opiniones divergentes, desacralizando rancias posturas, algoritmos rígidos, atacando los cimientos de la sociedad: la paranoia del poder (Monte… y Pravda), la anulación de la voluntad participativa real, cimiento de la amoralidad mal calificada como doble moral (Intermezzo), el analfabetismo funcional/conservador (Homo Sapiens, 2006), la reiterada represión de la bondad humana espontánea y sincera (Pas de…).

Nicanor O´Donnell, divulgadas sus venturas y desventuras desde la alternatividad a veces sobrelegitimadora (prohibir o soslayar algo es su mejor promoción), ha definido a Eduardo del Llano como uno de los nombres claves dentro de la cinematografía “independiente”, definida no tanto por la producción no oficial, sino en cuanto a estética, frisando la categoría de “autor”, con bastante acierto, sin llegar al sello ideoestético alcanzado por otro creador underground como Jorge Molina. Definido queda del Llano por la autenticidad del personaje axial de la franquicia y sus sólidos secundarios, como la némesis y antípodas que es Rodríguez (Néstor Jiménez) y los más circunstanciales Ana, Rojas y otros involucrados.

Definido está el Nicanor audiovisual por la consecuencia con el resto de la obra literaria y teatral de Eduardo, con su actitud desafiante del intelectual que cumple a cabalidad la tarea de inquietar, también de epatar, ¿por qué no?, y sobre todo de engendrar muchas preguntas, sin malograrlas con respuestas y fórmulas, pues cada receptor de las andanzas de este ente pluridimensional, deberá responderlas a su medida, imagen y semejanza. Engrosado queda el definido por Juan Antonio García Borrero como “discurso de la duda”, pletórico de personajes cuestionadores, pesimistas, devotos del Nihil, desesperanzados, descolocados, que ya dejaron hasta de buscar hombres con sus lámparas, entre la multitud.

XXI MUESTRA AUDIOVISUAL ¨EL ALMACÉN DE LA IMAGEN¨ (Camagüey, Cuba)

XXI MUESTRA AUDIOVISUAL

¨EL ALMACÉN DE LA IMAGEN¨

La Asociación Hermanos Saíz, a través de la sección de audiovisuales y la Oficinade Creación Audiovisual, convocan a la XXI edición de la Muestra Audiovisual “El Almacén de la Imagen” a celebrarse del 26 al 30 de octubre del 2011, en la Ciudad de Camagüey.

En esta oportunidad, dada la significación de celebrar los 20 años de existencia, la Muestratendrá un desarrollo especial, donde entre otras acciones, se reconocerá el aporte de personalidades  e instituciones a la misma, asimismo tendrá participación Internacional, a través de muestras y presentaciones especiales.

Se convoca a los siguientes géneros o categorías audiovisuales:

  1. Documentales.
  2. Ficción.
  3. Mini-corto (Hasta 3 minutos de duración).
  4. Promocional (Corto, Spot, Video Clip)

Por vez primera, se convoca, a todos los jóvenes estudiosos e investigadores, vinculados con el audiovisual y la crítica en general, a realizar ponencias que traten las temáticas y problemáticas propias del género, haciendo especial énfasis en las problemáticas y perspectivas de la producción del audiovisual cubano, con vistas a ser discutidas durante las sesiones teóricas de la próxima edición de la muestra.

RECONOCIMIENTOS:

Un jurado, otorgará a la mejor realización el reconocimiento “Luces dela Ciudad” sin distinción de género, ni modalidad. Se reconocerá también las siguientes especialidades:

  1. Dirección.
  2. Guión.
  3. Fotografía.
  4. Edición.
  5. Banda sonora.
  6. Dirección de arte.

Las decisiones de este jurado serán inapelables.

Un grupo de instituciones importantes entregaran reconocimientos colaterales.

BASES

  1.                           I.            Podrán participar todos los realizadores que cuenten hasta 35 años de edad, sean miembros o no dela Asociación HermanosSaiz, cubanos o de otras nacionalidades.
  2.                        II.            Las obras no pueden haberse presentado en ediciones anteriores dela Muestra.
  3.                      III.            Las obras serán enviadas en formato DVD, VCD, perfectamente identificadas y adjuntándole la planilla de inscripción (o similar).

Para la inscripción de los materiales se tendrán en cuenta las siguientes observaciones:

  • Podrán concursar los trabajos originalmente concebidos para su transmisión en soporte electrónico (TV y Video), independientemente de los medios de facturación empleados.
  • En el apartado titulado entidad productora podrán registrarse realizadores, grupos o entidades independientes. También podrán hacerlo de manera indistinta las cadenas nacionales de televisión, telecentros regionales y los equipos de realización de entidades empresariales, corporativas, oficiales y del estado, así como de agrupaciones extranjeras.
  • Es de obligatoriedad notificar el número de identidad permanente y la forma de localización de los realizadores del material. Para los trabajos que opten también por premio en especialidades (Dirección, Guión, Fotografía, Edición, Banda Sonora, Dirección de Arte) es preciso la inclusión obligatoria del número de identidad y nombre del (los) realizador (es).
  • Los realizadores extranjeros que concursen, en esta oportunidad, lo harán en carácter de invitados, y sus trabajos serán exhibidos durante la Muestra.
  • En caso de los realizadores extranjeros, la Muestra le garantizará gestiones para su estancia en la misma.
  1.                     IV.            El plazo de admisión vence el 1 de septiembre del 2011.
  2.                        V.            Los trabajos y las planillas deberán ser remitidas a Casa del Joven Creador, Carretera Central Este # 50 Altos, entre Alonso Fruto y Chumbo, Camagüey, ola Dirección Nacionaldela Asociación HermanosSaíz, en su sede del Pabellón Cuba Calle 23 e/ M y N, Ciudad dela Habana.
  3.                     VI.            Los trabajos que concursen enla Muestrano se devolverán, pues pasarán a formar parte del Archivo Audiovisual dela AHS.
  4.                   VII.            La participación en el concurso implica la total aceptación de estas bases.

Durante el evento se desarrollaran otras actividades: conferencias, talleres, muestras colaterales y encuentros con realizadores entre otras actividades.

Para cualquier información, favor de dirigirse a las siguientes personas y teléfonos:

  • Reinaldo Pérez Labrada. Presidente Comité Organizador. rplabrada@yahoo.es  ahs@pprincipe.cult.cu
  • Jaime Gomes Triana. Vicepresidente Nacional AHS.  (835 1713)
  • Yasser Socarras. Curador (032 – 201337).
  • Carelia Brito Guerra. Promoción (032 – 285363).
  • §    Raisa Toirac García. Relaciones Internacionales. rrii@ahs.cu / 8350825 / Pabellón Cuba (07) 8351713.

 

PLANILLA DE INSCRIPCIÓN XXI Muestra “El Almacén de la imagen2011”

 

NOMBRE DE LA OBRA EN CONCURSO:

_________________________________________________

TIEMPO DE DURACIÓN:

_________________________________________________

GÉNERO:

_________________________________________________

ENTIDAD PRODUCTORA (Datos y localización)

_________________________________________________

FORMATO DEL SOPORTE EN QUE ENVÍA LA OBRA:

 DVD.  VCD.

 

NOMBRE DEL REALIZADOR:

_________________________________________________

No IDENTIDAD PERMANENTE:

_________________________________________________

 

LA OBRA CONCURSA ADEMÁS EN LAS SIGUIENTES ESPECIALIDADES (nombre y apellidos)

 Banda Sonora: ______________________________

 Dirección de Arte: ___________________________

 Edición: ____________________________________

 Fotografía: __________________________________

 Guión: ______________________________________

 Dirección: ___________________________________

 

Autoriza a proyectar su obra  en futuras muestras itinerantes para la promoción de la muestra.

 

Breve sinopsis