A PROPÓSITO DE «HABANASTATION» (2011), de Ian Padrón
Habanastation (2011), de Ian Padrón, ha sido uno de los grandes éxitos del cine cubano en los últimos veinte años. La repercusión promete perdurar. Tengo previsto exponer algunas ideas personales sobre el filme, pero mientras logre concretar el texto, quiero compartir con los amigos del blog esta entrevista realizada por Danae Diéguez al realizador para IPS (y que ha tenido la gentileza de autorizar su reproducción aquí), así como la reseña crítica de otro joven colaborador del blog: Antonio Enrique González Rojas. Buen provecho.
JAGB
LAS PELÍCULAS SE HACEN PARA CREAR UN PUNTO DE PENSAMIENTO
Redacción IPS Cuba; 12 de Agosto de 2011
Las películas se hacen para crear un punto de pensamiento.
(Una conversación con Ian Padrón director de la película “Habanastation”).
Por Danae Diéguez
Una entrevista en la que Ian Padrón habla de su película, su generación de cineastas y la importancia de haber conocido a Humberto Solás.
Habanastation ha sido un suceso de público. Si algo hay que reconocerle es la reconciliación de los espectadores cubanos con las salas de cine. Fui al cine Chaplin a ver la película y creo que como todos salí emocionada. La sala repleta y lo más importante, llena de niños que te dejaban disfrutar el filme, pues andaban metidos en la historia. El pacto narrativo funcionaba: entras a vivir una historia y sabes que allí habitas un mundo en el que los sucesos forman parte de ese cosmos representado y lo aceptas.
Después de la emoción y la conversación con mi hijo sobre nuestros pareceres con la película, comencé a pensarla, ya la había sentido.
¿Hasta dónde la película rompe con la verosimilitud, como rasgo narrativo de ese tipo de cine que asume elementos de la aventura y el melodrama? ¿Es real y posible ese detonante- niño perdido en un barrio pobre de la Habana- y la sumatoria de sucesos que desembocan en la tesis que la película defiende? Como dije, parecieran no importar mucho mis preguntas cuando es hoy una película de la que todos hablan. Ian demostró, aunque sus documentales ya hablaban de ello, de su capacidad para dirigir películas y contar historias atractivas, saber mover los resortes del suspense, elementos de la comedia y sobre todo, su sensibilidad y sinceridad para con sus personajes.
Uno de los puntos más polémicos del filme radica en que allí, donde aparece la visibilización de las clases sociales como eje fundamental en la historia, pareciera también asumirse su naturalización. ¿Es que después de tantos años de revolución nuestra verdad es que las clases sociales se imponen de todas formas? ¿Son suficientes los valores humanos para reivindicar la armonía dentro de dos mundos tan distantes en una misma Habana? Son preguntas que afloran desde el filme y que me han hecho pensar sobre cómo desde el arte en general y el cine, particularmente, se pueden enfrentar estos dilemas. El cine es un arte y el punto de vista de su realización marca esa subjetividad que debemos respetar pero con la que podemos tener un diálogo y confrontar ideas. Es una necesidad que Ian Padrón defiende y que he aprovechado para intercambiar sobre este y otros temas que surgieron en la conversación.
Danae Diéguez: En “Habanastation” aparece en un primer plano de representación la diferencia de clases sociales dentro de nuestra sociedad. No es una idea sugerida, es la base desde donde se articula la narración, el punto de partida desde el cual se desarrollará la historia. Sin embargo he leído algunas críticas que plantean que tu mirada es un poco complaciente, que a pesar de poner en claro las evidentes diferencias de bienestar económico entre estos dos personajes centrales, naturalizas esas diferencias, como si quisieras decir que lo importante es vivir en armonía y que las clases sociales son un mal necesario. ¿Cómo te planteas el punto de vista a la hora de contar esta historia?
Ian Padrón: Tenemos que ir por pasos, primero hay que reconocer que aunque en Cuba hay muchos logros sociales y que han pasado cosas muy buenas y muy interesantes; hay gente que vive muy mal y gente que vive bien, y hay que aspirar a que todo el que vive mal viva bien, o viva mejor. Lo más importante es que reconozcamos todos que existen diferencias sociales, pero esta película no pretende ser la película, o la única película sobre este tema. Es su tema principal pero hay en ella otros temas también, como por ejemplo el de qué necesita un niño para ser feliz, o si las cosas materiales vienen a resolver las necesidades de afecto… es decir, no se trata solamente del tema de las diferencias. ¿Qué pasa con esto? como es algo tan poco tratado en los medios cubanos todo el mundo está ávido de hablar de ese aspecto, pero no es lo único de lo que trata la película.
De todas maneras, si alguien piensa que hay que hacer más por protestar o luchar contra las diferencias de clases eso es bueno. Pues que se escriban artículos, que proteste el que quiera protestar…pero todas las películas no pueden abarcar todos los aspectos de un problema. Me alegro mucho de que se piense así y hasta si alguien quiere criticar a la película porque esta reconoce las diferencias sociales pero no se hace en ella una batalla sobre tales diferencias, pues me parece muy bien que piense así, porque precisamente las películas se hacen para crear un punto de pensamiento, para crear un debate. Lo importante es que la película mueva la reflexión de la gente. Pero repito: Las diferencias sociales no es el único tema, pienso que hay otros temas igualmente importantes que están presentes en esta película.
Danae Diéguez: ¿son los niños tu público fundamental?
Ian Padrón: Esto es un proyecto fundamentalmente para niños y jóvenes. Es la primera proyección audiovisual de La Colmenita, luego viene otra película de Rudy Mora, por ejemplo, vienen otras películas y otras series para la televisión que están intentando hacer audiovisuales para niños con actores niños, eso antes se le dejaba al dibujo animado y yo creo que esto es un nuevo movimiento interesante. Creo que ya hay ejemplos como “Viva Cuba”, de Juan Carlos Cremata; como “La Edad de la Peseta”, de Pavel Giroud y ahora “Habanastation”, que ya crean una seguridad en los productores y realizadores cubanos para trabajar con niños, para hacer cosas para niños, porque tienen una acogida a veces mucho más grandes que otros temas que los realizadores cubanos piensan que son los temas más importantes del mundo, y a lo mejor a la población cubana no les interesan tantos como otros más sencillos. Esta película pienso que hace reflexionar sobre la necesidad de trabajar con niños y para niños.
Danae Diéguez: ¿Cómo te ves dentro del panorama del cine hecho por los jóvenes? ¿Cómo te insertas dentro de este fenómeno? ¿Piensas que existe un movimiento de jóvenes cineastas?
Ian Padrón: Yo tengo una mirada que tal vez sea ingenua o bondadosa hacia todos los de mi generación. Yo he tratado de que nos unamos, que compartamos juntos los momentos buenos y los momentos malos, pero eso nunca lo he logrado. Desgraciadamente muchas veces hay un poco de pose, un poco de egoísmo…hay muy poco presupuesto para hacer cine, es como una fiesta de 100 personas donde hay un cake del que solo pueden comer 10. Eso desgraciadamente ha creado una separación y yo me siento como pez fuera del agua. Me siento ajeno a mi generación de realizadores en ese aspecto, porque yo no siento que la mayoría de ellos -otros sí- sientan un sentido de pertenencia. No veo que sientan que somos una nueva generación, que tenemos que hacer cosas juntos, que juntos podemos hacer más ¨bulla¨, cosas más trascendentales culturalmente. No se ha logrado eso nunca, aunque algunos lo hemos intentado durante diez años. Unos se han ido a vivir fuera de Cuba, otros están en sus proyectos y no quieren saber de los proyectos de los demás…en eso me siento como un bicho raro, como una persona que no logra comunicarse tan bien como quisiera con los de su generación. Yo espero, que ahora que la mayoría de nosotros ha hecho su primera película, ya la mayoría de nosotros se ha creado un nombre, ya tenemos un espacio…puede que eso ayude a que estemos más calmados y podamos, en el futuro hacer cosas juntos, hacer declaraciones juntos, proyectos juntos.
Danae Diéguez: Este espacio, para el que te hago la entrevista, es un espacio dedicado a Humberto Solás, sé que en los últimos años de vida de Humberto tuviste cercanía con él, me gustaría que me hablaras un poco de esa relación
Ian Padrón: ¡El gran Humberto Solás! Yo tuve la suerte de conocerlo dos o tres años antes de su muerte, no me pasó como con Titón o Santiago Álvarez, otros maestros del cine cubano que apenas pude ver, que no pude hablar con ellos. Yo como realizador nunca pude hablar con esos grandes del cine cubano pero sí con él. Solás ayudó mucho a que la censura a mi documental “Fuera de Liga” se desvaneciera, a que este documental se reconociera. Me acuerdo cuando aquello del debate de los e-mail, que entró el mensaje de Humberto Solás que decía que “Fuera de Liga” estaba a la altura de otras películas del cine cubano, mira yo sentí que eso fue estremecedor. Fue como una bomba de expansión. Me sentí como el soldado que está peleando duro y le comunican que han llegado los refuerzos. Cuando entró en aquella discusión el email de Solás, el de Graciela Pogolotti y otros, yo sentí que el debate crecía. Tuve también la suerte de que él fuera mi vecino, vivía a dos cuadras de mi casa. Lo visité, conversé con él, vi como pensaba. Me marcó mucho como persona. Si yo estoy aquí hoy presentando una película también se lo debo a él. Porque pienso que si lo de “Fuera de Liga” no se hubiera resuelto, tal vez yo hubiese tomado otras determinaciones de vida, quizás no hubiera seguido haciendo cine, tal vez me hubiese dedicado a otra profesión. Porque esa experiencia te aplasta mucho, te merma los ánimos. Cuando quieres trabajar para tu país, para tu cultura, para tú público…y ver que no te respetan eso, que no te valoran, que no te dan el espacio. Él me contó que le habían pasado cosas parecidas, aún siendo Humberto Solás recibía cuestionamientos…Y si a él le pasaban también cosas difíciles entonces quien soy yo-me decía a mi mismo- para creerme que tengo un gran problema. Si a Titòn le pasó, según me cuenta Mirta Ibarra, si a Pastor Vega también le pasó. Que te pasen estas cosas parece que forma parte del camino para hacerte un realizador.
Danae Diéguez: será el precio de la sinceridad…
Ian Padrón: Sí, por supuesto, de ser sincero, pero yo hubiera preferido que no hubiera pasado nada de eso, hubiera preferido conocer a Solás de otra manera. Pero lo conocí allí, en la batalla, defendiendo mi película. Y estuvo conmigo hasta el final. Tengo guardadas todas las notas que él hizo sobre mi documental “Fuera de Liga” el día que se presentó en el Museo Nacional de Bellas Artes. Él dejó esas notas en el piso cuando terminó la entrevista, que son como diez páginas, y yo antes de irme las recogí. Guardo esas notas como un trofeo.
Incluso hay algo que no le he contado a nadie, dos días o tres antes de que muriera yo lo vi de lejos, no pude hablar con él, ya no estaba bien. Pero después los Benvenuto, sus sobrinos, me contaron que él se comunicó y dejó mensajes para diferentes personas. Y que dijo…Ian tiene un carácter muy fuerte pero hay que ayudarlo, porque es sincero y tiene ganas de hacer cine. Eso para mí fue maravilloso, me ha dado una gran fuerza. Que Humberto antes de morir me dedicase aunque sea diez segundos ha sido uno de los grandes premios que he tenido como persona.
Habanastation: retorno a la inocencia
Por: Antonio Enrique González Rojas
Tardía, pero contundentemente, incursionó el cine cubano en el universo de la infancia, cosmos eclosivo donde la personalidad en plena constitución (metabolización, negación y redimensionamiento de los saberes paternos), alcanza temperaturas y densidades magmáticas, salvando las astronómicas distancias ganadas por las cinematografías estadounidense, iraní y otras, en este apartado, que han indagado en los mil y un atajos de la caleidoscópica psiquis del niño, concebido como sujeto axial de los argumentos.
Este cometido ha sido asumido por la nouvelle vague de realizadores cubanos, que desde hace alrededor de una década, vienen consolidando sus nichos estético-discursivos dentro del panorama fílmico. Asumen al niño como simbólica entidad generacional, desprejuiciada, libre de estereotipos y vicios gnoseológicos, que permite una sana reaprehensión de la nación, un redescubrimiento que remonte cualquier esquema previo, articuladas interrogantes peligrosamente básicas con la aguda ingenuidad del infante.
Este rasero fue establecido por la fundacional cinta Viva Cuba (Juan Carlos Cremata, 2005), primer cambiazo estético con que el director de Oscuros rinocerontes enjaulados (muy a la moda) (1990) y Nada (2001), remarcó su atipicidad casi epatante. La pareja de niños protagonistas de esta primera cinta, en clave de road movie, emprenden periplo iniciático por un país en sombras, que van apartándose a la luz de la linterna diogénica, para finalmente desafiar las ficticias fronteras establecidas por los predecesores, en metafórico salto al mar que acuna a la Isla, y a través del cual la nación se ha expandido por todo el mundo. No deja de concomitar con el feminista salto suicida de Thelma & Louise (Ridley Scott, 1991), como manifiesto de libertad o muerte.
Otra Cuba es descubierta por el niño de La edad de la peseta (Pavel Giroud, 2006), liberada la década de 1950, casi por única vez, de estereotipaciones epocales, pletórica en nuestro cine de épicas luchas entre revolucionarios y batistianos. La intimista indagación en el proceso de decodificación y aprendizaje que hace el niño preadolescente de su contexto y de sí mismo, aleja del filme las intenciones historicistas, sin que dejen de aparecer tales circunstancias como música de un fondo technicolor, casi nostálgico.
Martí: el ojo del canario (Fernando Pérez, 2009), singular excursión al génesis de una personalidad tan compleja y preclara como José Julián Martí y Pérez, permite prefigurar al Apóstol cubano desde su mismo tuétano, desde el mero escalón fundacional de su vida, cuando ocurrió la mágica transmutación del niño espectador y expectante, al héroe que besa las llamas más ardientes del holocausto patrio, evitada toda sensiblería panfletaria de kamikaze fanático. Desde la orgánica evolución del niño Pepe, se pueden revisitar, avizorar, etapas de la historia cubana, reducidas a positivistas esquemas en los libros de historia.
Luego de otear la Cubaprofunda con Viva…, la Cuba cincuentera, con La edad…, y la Cuba preindependentista con El ojo…, otra producción viene a remontar nuevo sendero, abierto nuevo intersticio en el monocromo pendón que homogeniza la plural Isla, asumiendo otro ángulo en el tratamiento de la infancia. Mientras que las cintas precedentes era más caras, por su sino psicológico-intimista, a la recepción de públicos adultos, Habanastation (Ian Padrón, 2011), estrenada en todos los cines cubanos desde el 25 de julio, viene a concretar las intenciones iniciales del filme de Cremata, de producir una obra sobre niños y para los niños, no carente de atractivo para los padres.
Desde la perspectiva ya esgrimida por filmes como Testigo (Peter Weir, 1985), Danzando con Lobos (Kevin Costner, 1990), El último Samurai (Edward Zwick, 2003), Avatar (James Cameron, 2010) y otras, que plantean el (re)descubrimiento por parte de un ente extraño y extrañado (bien por su origen foráneo, bien por el deslinde de sus esencias), de realidades otras que transcurren paralelas y ajenas, se sumerge Padrón, con su primer largometraje de ficción, en el mundo de las relaciones afectivas entre niños procedentes de sajaduras de una Cuba para nada unitaria o monolítica, sino gradada en diversos estratos socioculturales, signados muchos por el patrimonio material como signo de alcurnia de clases, bien perfiladas ya en la cartografía dela Isla.
El Playstation 3, sofisticada generación de consolas de videojuegos, deviene pretexto para desencadenar la acción durante las 24 epifánicas horas, en que el aristocrático Mayito (Ernesto Escalona), impecable pionerito, vanguardia del estereotipo, se extravía durante un desfile del Primero de Mayo, y (re)conoce al “buen salvaje” Carlos (Andy Fornaris), “mala cabeza” del aula. Se articula entonces una armónica relación de reconocimiento mutuo, entre la genérica Habana uptown de Playa, Miramar y Siboney, y la downtown de Centro Habana, Guanabacoa, Regla, Alamar, Habana Vieja y tantos otros barrios ajados, entre cuyas cicatrices circula la savia dela Cuba Profunda, de pandillas, peleas de perros, bembés, fe religiosa, brega cotidiana por la supervivencia y la pecunia.
Se sostiene la cinta en la interacción entre los dos opuestos complementarios, cuyos orígenes no se busca enjuiciar o exaltar, excepto los consabidos rasgos negativos de la excesiva crianza señorial y de la marginalidad extrema, selvática, donde hay que matar para no ser matado y mirar a los ojos cuando se tiene más miedo. Al fin y al cabo, al que Dios se lo dio… El caso es que el despliegue histriónico de los jóvenes actores, formados en la compañía teatral La Colmenita(al igual que Viva Cuba), define la verosimilitud y organicidad de este dueto principal, apoyado por un elenco de niños y consagrados, muy adecuados todos en sus roles, sin excesos ni remontes interpretativos que realcen a nadie en detrimento del resto. Aunque sí es permitido disfrutar los simpáticos cameos del siempre preciso Raúl Pomares, Herón Vega y Rigoberto Ferrera; un coherente secundario de Omar Franco; una sólida abuela de Miriam Socarrás; la orgánica y temperamental madre asumida por Blanca Rosa Blanco, en contraposición con un excesivamente farsesco director encarnado por René dela Cruz (Hijo), y un moderado Luis Alberto García.
El oficio narrativo de Padrón Jr., consigue estructurar una fabulesca historia de suave comicidad, sutiles referencias e influencias estéticas de cinematografías foráneas, que oxigenan cansados y previsibles algoritmos: dígase la secuencia introductoria, donde la rutina matinal de Mayito y Moraima (Blanca R.), mimetiza las comedias domésticas estadounidenses, desarrolladas en urbanizaciones chic, o el sutil guiño hecho a Pandillas de Nueva York (Martin Scorsese, 2002), cuando el grupo de amigos se autodenominan Los Nativos, por motivos semejantes: haber nacido en el suelo patrio, en este caso el ficticio barrio de La Tinta.
Lo demás es pura disolución de barreras clasistas entre los niños cubanos, sin estigmatizar las castas de “nuevos ricos”, cuya existencia es resultado natural de la competencia y la competitividad inherentes al ser humano. Mayito conoce realidades otras, más allá de su mansión. Carlos accede a placeres lúdicos más allá de su alcance monetario. Mayito aprende a luchar por lo que quiere, a compartir. Carlos aprende a evitar la ira cavernícola que se satisface en la eliminación del adversario, imponiendo respeto sobre las masas. Mayito y Carlos se hacen amigos y se complementan en nostálgica elegía a la infancia montaraz de papalotes, pandillas, deportes bajo aguaceros, pelota de trapo barriotera.
La cinta no busca cuestionamientos sociales o indagaciones filosóficas densas, que enrarezcan la diafanidad de la anécdota, a fuer de pecar de cierto pintoresquismo en la concepción del barrio. Queda garantizada, no obstante, su asequibilidad para los públicos más variados, sin llegar a ser un filme demasiado “doméstico”. Llegando a ser una cinta entrañable, gracias a la hábil facturación de los personajes, adecuadamente matizados e imbricados, como fundamento definitorio de la obra. Súmese a la fórmula la orfebrería narrativa de Ian Padrón, sostenida en el hábil montaje de José Lemuel y la fotografía precisa y cálida (aunque no tropicalista) de Alejandro Pérez.
Habanastation asciende a la palestra del cine cubano como céfiro refrescante, cual niño travieso que diluye el mal humor de los rostros adultos con sus ocurrencias y su visión casi siempre optimista de la vida porvenir.
NOTA DE LA PUPILA: Puede verse otro punto de vista sobre la película en el blog del escritor Pedro Armando Junco.
Publicado el agosto 17, 2011 en AUDIOVISUAL JOVEN EN CUBA. Añade a favoritos el enlace permanente. 1 comentario.
La verdad es que la pelicula si esta teniendo cierto exito. No mucho si te soy sincero, pero si se esta hablando de ella. En cuanto a lo que plantes, no entro en politica, pero si te dire que despues de residir muchos años en cuba. No vi diferencias sociales distintas a Europa. Vamos que salvando las distancias, habia como en cualquier lado, quien vivia mejor y quien peor. Clases sociales puras y duras, distinguiendose por lo mismo. Coches que conducian, barrio donde vivir, ropas y sitios que frecuentar. La pelicula por cierto no esta mal, aunque la veo bastante complaciente con la situacion actual de la isla. Saludos