Archivos diarios: octubre 20, 2019

La cultura cubana

Hoy celebramos el Día de la Cultura Nacional.

Yo llevo casi treinta años trabajando en una institución cultural, y si me preguntan qué es la cultura cubana, no podría ofrecer una respuesta categórica, capaz de ponernos de acuerdo a todos (empezando por mí). En este sentido, supongo que me pase un poco como a San Agustín cuando meditaba de este modo: “¿Qué es el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé. Si quiero explicárselo a quien me lo pregunta, no lo sé”.

Al principio, cuando me inicié en el giro, asociaba la cultura solo al arte y la literatura. Y como mi interés fundamental se centraba en el cine, me esforzaba por elogiar aquellas películas que veíamos en la Cinemateca, y criticar las que más les gustaban al “público”.

En mi mente de aquella época, la cultura era una especie de carnet que nos permitía entrar a un club de personas muy selectas. Y entablar conversaciones ingeniosas donde se podía hacer gala de la erudición, disertar sobre las últimas lecturas, los últimos discos escuchados, las últimas películas vistas en el Festival de La Habana.

Ahora no podría precisar cuándo fue que todo eso cambió de modo radical para mí. Tal vez tuvo que ver la lectura de aquello que Gramsci apuntaba en su momento:

Hay que perder la costumbre y dejar de concebir la cultura como saber enciclopédico en el cual el hombre no se contempla más que bajo la forma de un recipiente que hay que rellenar y apuntalar con datos empíricos, con hechos en bruto e inconexos que él tendrá luego que encasillarse en el cerebro como en las columnas de un diccionario para poder contestar, en cada ocasión, a los estímulos varios del mundo externo.

Esa forma de cultura es verdaderamente dañina, especialmente para el proletariado. Sólo sirve para producir desorientados, gente que se cree superior al resto de la humanidad porque ha amontonado en la memoria cierta cantidad de datos y fechas que desgrana en cada ocasión para levantar una barrera entre sí mismo y los demás. Sólo sirve para producir ese intelectualismo cansino e incoloro tan justa y cruelmente fustigado por Romain Rolland y que ha dado a luz una entera caterva de fantasiosos presuntuosos, más deletéreos para la vida social que los microbios de la tuberculosis o de la sífilis para la belleza y la salud física de los cuerpos.

El estudiantillo que sabe un poco de latín y de historia, el abogadillo que ha conseguido arrancar una licenciatura a la desidia y a la irresponsabilidad de los profesores, creerán que son distintos y superiores incluso al mejor obrero especializado, el cual cumple en la vida una tarea bien precisa e indispensable y vale en su actividad cien veces más que esos otros en las suyas. Pero eso no es cultura, sino pedantería; no es inteligencia, sino intelecto, y es justo reaccionar contra ello”.

No es que ahora mismo yo sepa qué es la cultura cubana. No, todavía no lo sé, pero al menos sé lo que no es, por una razón más bien elemental: la Cultura (con mayúsculas) es algo tan complejo que, si de veras está viva, no cabe en mil libros (por exhaustivo que sean) que intenten describir la totalidad de los bienes que la componen.

Ante el riesgo del etnocentrismo, ese enfoque que no teme valorar el mundo de acuerdo a las jerarquías que apreciamos en nuestra cultura autóctona, prefiero pensar a la cultura cubana como un gran enigma creador. Y como algo que se hace a diario en los más insospechados puntos del planeta, dada la dispersión migratoria que han conocido nuestros compatriotas desde fechas remotas, y siempre con Cuba como fuente de inspiración.

Juan Antonio García Borrero